Me ha tranquilizado saber que esta inquietud no me afecta sólo a mi. Es cuestión de ver los artículos aparecidos en la blogósfera mundial sobre el tema, y los comentarios y conversaciones que he tenido con amigos y conocidos de varias partes del mundo. Todos ellos, como yo, luego de una etapa de incredulidad y estupefacción, hemos pasado a ira. Y no es para menos. Esta decisión del papa Francisco es una de las más graves de su pontificado y cualquier católico debería sentirse afectado ante tamaño, y evidente, desatino.
En el artículo anterior, había dicho que la existencia de Mons. Tucho como prefecto de Doctrina de la Fe sería difícil y posiblemente muy breve, porque aparecerían los carpetazos y él, necesariamente, hablaría. Y cualquiera de las dos cosas son sumamente peligrosas para su propia permanencia en el cargo. El primer carpetazo apareció de manos de una asociación americana dedicada a vigilar la actividad de los obispos en relación a las denuncias sobre abusos de menores por parte de religiosos. Y en este caso, hay que ser justos, creo que Mons. Fernández no tiene ninguna culpa y actuó correctamente más allá del trágico desenlace del caso. La única observación que podría hacerse es que nunca recibió a las víctimas. Pero lo cierto es que él nunca recibe a nadie, ni siquiera a sus sacerdotes, sino que sus contactos son siempre telefónicos o a través de redes sociales. Es decir, se resiste a los encuentros cara a cara. Podrá gustarnos poco o mucho esta costumbre, pero no puede ser vituperado por ella.
El problema es que habló. Sí; Tucho Fernández hizo sus primeras declaraciones como prefecto electo. Y yo creo que estas declaraciones serían motivo suficiente para anular el nombramiento.
En primer lugar, en su Facebook se defendió por las “humillaciones” que recibe constantemente a raíz de su libro primogénito “Sáname con tu boca. El arte de besar”. Comienza diciendo que el libro “ya no existe”, lo cual es falso: los libros siempre existen; en todo caso, se agotan, pero para eso está Internet. Quienes quieran leerlo pueden descargarlo gratuitamente aquí. Nos explica el arzobispo platense que se trata de un libro de juventud: “En aquel momento yo era muy jóven (sic), era párroco, y trataba de llegar a los jóvenes. Entonces se me ocurrió escribir una catequesis para adolescentes a partir de lo que significa el beso”. Y destaca que “es importante que un teólogo se meta en el barro y trate de usar un lenguaje sencillo que llegue a todos”. Dejaremos pasar el error de ortografía (joven con acento), impropio de una persona culta, para reflexionar en lo que dice: el libro fue concebido y escrito como una catequesis para adolescentes, para lo cual el autor no dudó en meterse en el barro. Debemos decir que la intención no es mala; grandes santos tiene la Iglesia que se preocuparon por la salud espiritual de los adolescentes. Basta pensar en San Felipe Neri, San José de Calasanz o San Juan Bosco. Pero estos santos se metían en el barro para sacar a los jóvenes del lodazal, no para enseñarles a chapotear y a revolcarse en él. ¿Cómo puede justificar el nuevo prefecto de Doctrina de la Fe que sea una catequesis para adolescentes enseñarles que: “Cuando las cosas no funcionan entre los dos, más que pretender arreglarlo en la cama, hay que seguir los caminos que llevan al beso” (p. 21)? O instruirlos sobre las posturas: “Puede tratarse también de la posición del cuerpo, y entre los dos podrían descubrir cuál es la posición más cómoda para ambos” (p. 26). Y también sobre las clases de besos: “El beso centrípeto es cuando chupás y absorbés con los labios. El beso centrífugo es cuando entrás con la lengua. Cuidado con los dientes” (p. 63)”. Más aún, en una entrevista concedida a Infovaticana hace dos días —de la que hablaré más adelante—, dice: “El tema de ese libro es profundamente conservador. ¿Sabe por qué? Porque respondía a la preocupación de esos jóvenes —muy bien formados por mí— de aprender a explicarles a otros jóvenes por qué hay que evitar las relaciones prematrimoniales”. Y la respuesta del P. Tucho para salvaguardar la castidad de estos jóvenes era la siguiente: “Me parece que cuando empezás a besar con la lengua es muy posible que pierdas el control, y ya querés adueñarte de la mina…” (p. 61). No nos estamos ensañando con el arzobispo de La Plata por un libro de juventud, pues cualquier puede cometer un error. El problema es que él reivindica ese escrito y dice sentirse orgulloso del mismo.
En el artículo anterior, había dicho que la existencia de Mons. Tucho como prefecto de Doctrina de la Fe sería difícil y posiblemente muy breve, porque aparecerían los carpetazos y él, necesariamente, hablaría. Y cualquiera de las dos cosas son sumamente peligrosas para su propia permanencia en el cargo. El primer carpetazo apareció de manos de una asociación americana dedicada a vigilar la actividad de los obispos en relación a las denuncias sobre abusos de menores por parte de religiosos. Y en este caso, hay que ser justos, creo que Mons. Fernández no tiene ninguna culpa y actuó correctamente más allá del trágico desenlace del caso. La única observación que podría hacerse es que nunca recibió a las víctimas. Pero lo cierto es que él nunca recibe a nadie, ni siquiera a sus sacerdotes, sino que sus contactos son siempre telefónicos o a través de redes sociales. Es decir, se resiste a los encuentros cara a cara. Podrá gustarnos poco o mucho esta costumbre, pero no puede ser vituperado por ella.
El problema es que habló. Sí; Tucho Fernández hizo sus primeras declaraciones como prefecto electo. Y yo creo que estas declaraciones serían motivo suficiente para anular el nombramiento.
En primer lugar, en su Facebook se defendió por las “humillaciones” que recibe constantemente a raíz de su libro primogénito “Sáname con tu boca. El arte de besar”. Comienza diciendo que el libro “ya no existe”, lo cual es falso: los libros siempre existen; en todo caso, se agotan, pero para eso está Internet. Quienes quieran leerlo pueden descargarlo gratuitamente aquí. Nos explica el arzobispo platense que se trata de un libro de juventud: “En aquel momento yo era muy jóven (sic), era párroco, y trataba de llegar a los jóvenes. Entonces se me ocurrió escribir una catequesis para adolescentes a partir de lo que significa el beso”. Y destaca que “es importante que un teólogo se meta en el barro y trate de usar un lenguaje sencillo que llegue a todos”. Dejaremos pasar el error de ortografía (joven con acento), impropio de una persona culta, para reflexionar en lo que dice: el libro fue concebido y escrito como una catequesis para adolescentes, para lo cual el autor no dudó en meterse en el barro. Debemos decir que la intención no es mala; grandes santos tiene la Iglesia que se preocuparon por la salud espiritual de los adolescentes. Basta pensar en San Felipe Neri, San José de Calasanz o San Juan Bosco. Pero estos santos se metían en el barro para sacar a los jóvenes del lodazal, no para enseñarles a chapotear y a revolcarse en él. ¿Cómo puede justificar el nuevo prefecto de Doctrina de la Fe que sea una catequesis para adolescentes enseñarles que: “Cuando las cosas no funcionan entre los dos, más que pretender arreglarlo en la cama, hay que seguir los caminos que llevan al beso” (p. 21)? O instruirlos sobre las posturas: “Puede tratarse también de la posición del cuerpo, y entre los dos podrían descubrir cuál es la posición más cómoda para ambos” (p. 26). Y también sobre las clases de besos: “El beso centrípeto es cuando chupás y absorbés con los labios. El beso centrífugo es cuando entrás con la lengua. Cuidado con los dientes” (p. 63)”. Más aún, en una entrevista concedida a Infovaticana hace dos días —de la que hablaré más adelante—, dice: “El tema de ese libro es profundamente conservador. ¿Sabe por qué? Porque respondía a la preocupación de esos jóvenes —muy bien formados por mí— de aprender a explicarles a otros jóvenes por qué hay que evitar las relaciones prematrimoniales”. Y la respuesta del P. Tucho para salvaguardar la castidad de estos jóvenes era la siguiente: “Me parece que cuando empezás a besar con la lengua es muy posible que pierdas el control, y ya querés adueñarte de la mina…” (p. 61). No nos estamos ensañando con el arzobispo de La Plata por un libro de juventud, pues cualquier puede cometer un error. El problema es que él reivindica ese escrito y dice sentirse orgulloso del mismo.
¿Cómo es posible que este hombre, capaz de escribir tales obscenidades destinadas, según su propia confesión, a los adolescentes, pueda ser nominado para presidir un dicasterio? ¿Grotesco? ¿Desopilante? ¿Absurdo?
Pero no nos alarmemos. Tucho nos tranquiliza diciendo que “Yo también tengo libros de alto nivel, escribí varios artículos en la revista “Angelicum” o en la “Nouvelle Revue Théologique”, por ejemplo, textos que quizás pocos entiendan”. ¿Puede alguien concebir que una persona que se autopercibe como teólogo y académico de fuste se defienda de este modo? No se trata de que este párrafo lo hunde aún más y documenta su indigencia, sino que nos dice a todos los fieles que él es capaz de escribir cosas que nosotros no entendemos. ¡Alta inteligencia! Y es por eso, para que los ignaros podamos entender, que nos enseña las prácticas del beso chupón, del taladro y del piquito (p. 13). ¿Grotesco? ¿Desopilante? ¿Absurdo?
Mons. Fernández concedió también esta semana dos entrevistas. Una a un medio laico —el diario Perfil— y la otra a un medio católico conservador, Infovaticana. Al leer ambos textos, en los que el entrevistado “se dice”, se manifiesta a sí mismo, habla de sí , cualquier persona con un algún tipo de conocimiento de psicología podría trazar un perfil interesante. Destaco aquí algunas expresiones llamativas:
1) “Yo me siento seguro con mi saber teológico […] fui decano de Teología, presidente de la Sociedad argentina de Teología [sociedad carente de prestigio y relevancia. Basta ver en su página web quiénes son sus miembros: en su enorme mayoría enseñantes de catequesis a adolescentes y de teología a estudiantes de derecho y de economía en universidades católicas] y Presidente de la Comisión episcopal de Fe y Cultura [todos los obispos, en algún momento de su ministerio, presiden alguna comisión episcopal] siempre elegido en votación por mis pares. No fue por acomodo o por amistad con Bergoglio [Monseñor, no aclare porque oscurece]”.
2) “Lo mío que es anunciar el Evangelio, predicar, infundir espiritualidad (¿sabe usted que la mayoría de mis libros son sobre Dios, la oración, María, la Misa, la confesión, la vida eterna…?)”.
3) “Lo desafío a que encuentre alguien en Latinoamérica que haya escrito más artículos que yo en contra del aborto”.
4) “Porque respondía a la preocupación de esos jóvenes -muy bien formados por mí-…”.
5) “¿No le parece bien a usted que alguna vez en la historia ocupe ese puesto un latinoamericano que haya sido párroco de periferias, que haya crecido en un pequeño pueblo del interior, con sensibilidad cercana al dolor de los descartados de la sociedad, con una historia de vida muy distinta a la de un europeo o estadounidense, pero que a la vez es doctor en Teología?”. [Lo que me parece bien es que un puesto tan delicado lo ocupe una persona preparada, idónea, inteligente y prudente, sin importar su procedencia geográfica ni su sensibilidad. ¿O será que el cardenal Ratzinger no era sensible a los descartados de la sociedad? El cardenal Ottaviani, que fue durante décadas prefecto del Santo Oficio, era hijo de un carnicero y los fines de semana desarrollaba su pastoral entre los niños de las barriadas más pobres de Roma. No nos engañe, señor arzobispo, con sensiblerías].
6) “Él mismo [el papa Francisco] trató de buscarme una casita conociéndome y que tenga algunas características para que viviera allí adentro”. [Fuentes que habitan dentro de los sacros muros vaticanos, me confirman que la “casita” tiene alrededor de 250 metros cuadrados, con una terraza que se abre a los jardines vaticanos y que se encuentran subiendo desde Santa Marta hacia los Jardines. El cardenal Ratzinger, mientras ocupaba el puesto que ocupará Tucho, vivió en un departamento ubicado en un edificio frente a la ruidosa plaza della Città Leonina].
Esta selección de textos demuestran autoreferencialidad pura y necesidad constante de autoafirmación, lo cual refleja una profunda inseguridad y una personalidad inmadura, que necesita permanentemente la aprobación de los demás para sostenerse. Y este será el prefecto de la Doctrina de la Fe. ¿Grotesco? ¿Desopilante? ¿Absurdo?
Y señalo una curiosidad que aparece cuando se leen ambas entrevistas. En la aparecida en Perfil, un medio progresista, Mons. Fernández dice con inocultable menosprecio: “El Santo Oficio, que perseguía a los llamados herejes…”. En la de Infovaticana, un medio conservador, comenta que, hablando con el cardenal Ladaria, se lamentaban que “en la actualidad no hubieran herejes de valía”. ¿Doblez? No. Capacidad de adaptación a los distintos públicos.
Resulta desconcertante que Mons. Fernández, apenas nombrado para un cargo de tanta importancia, haya ocupado al menos la mitad de la primera entrevista otorgada a un medio masivo, a denostar, criticar y vituperar al organismo para el que ha sido asignado. Llamó a Doctrina de la Fe inmoral, perseguidora, “brazo de hierro” del Papa, e incluso justificó la actitud grosera e impía de “un gran teólogo [se refiere a Yves Congar, o.p,] que una noche fue y orinó la puerta del Santo Oficio como gesto de desprecio”. Será él, Tucho, el encargado de que esta terrorífica y despreciable institución, cambie; será él no ya el Gran Inquisidor, sino el Gran Reconfigurador de la Doctrina de la Fe. ¿Grotesco? ¿Desopilante? ¿Absurdo?
Lamento decir que la entrevista concedida a Infovaticana es penosa. En un texto desleído, sin repreguntas y sin escarbar en los puntos verdaderamente controversiales de la teología de Mons. Fernández, en el caso de que ésta exista. Cuando se le pregunta su opinión acerca del matrimonio de parejas homosexuales, el arzobispo es claro y concorde con la enseñanza de la Iglesia. Sin embargo, distingue que una cosa es el matrimonio y otra la bendición de esas parejas. Y afirma: “Ahora, si una bendición se da de tal manera que no provoque esa confusión, habrá que analizarlo y confirmarlo”. Es decir, el problema no es la inmoralidad intrínseca del ejercicio sexual entre personas del mismo sexo. Más aún, Mons. Fernández está dispuesto a confirmar algún tipo de bendición para ese tipo prácticas sexuales dentro de una relación de pareja. ¿Se puede bendecir lo que es siempre pecado? ¿Por qué no hubo repregunta al respecto? El periodista, además, no aprovecha la oportunidad de pedirle a Mons. Fernández algún tipo de respuesta a las acusaciones de herejía que el día anterior había reiterado contra él el cardenal Müller. Lamentable. Este tipo de entrevistas pautadas, destinadas a limpiar la cara de una persona evitando precisamente aquello que lo ensucia, desmerecen al periodista y al medio que lo publica.
Para terminar este ya inusualmente extenso artículo, propongo una reflexión y un consuelo. En un exceso de optimismo, había dicho que este nombramiento sepultaba ya definitivamente al neoconismo, o a los conservadores que no podría seguir justificando lo injustificable. Me equivoqué una vez más. No contaba con el espíritu servil y la bajeza de ese sector. Religión en libertad, uno de los sitios conservadores más leídos en el ámbito hispánico, publica hoy un artículo de Alex Rosal sobre un gran libro de Mons. Fernández: “Los cinco minutos del Espíritu Santo”. El columnista termina con estas palabras: “¿Quién es monseñor Víctor Manuel Fernández? Sobre todo un maestro espiritual que tiene una gran familia espiritual, que se cuenta por miles, que son interpelados todos los días con esas meditaciones”. No tengamos dudas. Cuando dentro de un par de años, el cardenal Tucho Fernández, siguiendo los lineamientos de los padres y madres sinodales, establezca que las parejas homosexuales pueden ser bendecidas por la Iglesia con un rito que las distinga del matrimonio, Religión en libertad, el señor Rosal y todo el resto de la legión conservadora del mundo entero, saldrán a apoyar la iniciativa. Y no sería extraño que actuaran de monaguillos en la primera bendición.
Y el consuelo nos viene de Estados Unidos. El disparate del nombramiento de Mons. Fernández, que ha despertado tanta confusión y dolor en una multitud de fieles, ha recibido respuesta sólo de dos obispos en el mundo entero, hasta donde yo sé: el cardenal Gerhard Müller y Mons. J. Strickland, que a pesar de que se ciñe sobre él el peligro de una “visita apostólica”, no ha dudado de pedir oraciones a fin de que Mons. Tucho Fernández retorne a la fe católica.
Wanderer
Pero no nos alarmemos. Tucho nos tranquiliza diciendo que “Yo también tengo libros de alto nivel, escribí varios artículos en la revista “Angelicum” o en la “Nouvelle Revue Théologique”, por ejemplo, textos que quizás pocos entiendan”. ¿Puede alguien concebir que una persona que se autopercibe como teólogo y académico de fuste se defienda de este modo? No se trata de que este párrafo lo hunde aún más y documenta su indigencia, sino que nos dice a todos los fieles que él es capaz de escribir cosas que nosotros no entendemos. ¡Alta inteligencia! Y es por eso, para que los ignaros podamos entender, que nos enseña las prácticas del beso chupón, del taladro y del piquito (p. 13). ¿Grotesco? ¿Desopilante? ¿Absurdo?
Mons. Fernández concedió también esta semana dos entrevistas. Una a un medio laico —el diario Perfil— y la otra a un medio católico conservador, Infovaticana. Al leer ambos textos, en los que el entrevistado “se dice”, se manifiesta a sí mismo, habla de sí , cualquier persona con un algún tipo de conocimiento de psicología podría trazar un perfil interesante. Destaco aquí algunas expresiones llamativas:
1) “Yo me siento seguro con mi saber teológico […] fui decano de Teología, presidente de la Sociedad argentina de Teología [sociedad carente de prestigio y relevancia. Basta ver en su página web quiénes son sus miembros: en su enorme mayoría enseñantes de catequesis a adolescentes y de teología a estudiantes de derecho y de economía en universidades católicas] y Presidente de la Comisión episcopal de Fe y Cultura [todos los obispos, en algún momento de su ministerio, presiden alguna comisión episcopal] siempre elegido en votación por mis pares. No fue por acomodo o por amistad con Bergoglio [Monseñor, no aclare porque oscurece]”.
2) “Lo mío que es anunciar el Evangelio, predicar, infundir espiritualidad (¿sabe usted que la mayoría de mis libros son sobre Dios, la oración, María, la Misa, la confesión, la vida eterna…?)”.
3) “Lo desafío a que encuentre alguien en Latinoamérica que haya escrito más artículos que yo en contra del aborto”.
4) “Porque respondía a la preocupación de esos jóvenes -muy bien formados por mí-…”.
5) “¿No le parece bien a usted que alguna vez en la historia ocupe ese puesto un latinoamericano que haya sido párroco de periferias, que haya crecido en un pequeño pueblo del interior, con sensibilidad cercana al dolor de los descartados de la sociedad, con una historia de vida muy distinta a la de un europeo o estadounidense, pero que a la vez es doctor en Teología?”. [Lo que me parece bien es que un puesto tan delicado lo ocupe una persona preparada, idónea, inteligente y prudente, sin importar su procedencia geográfica ni su sensibilidad. ¿O será que el cardenal Ratzinger no era sensible a los descartados de la sociedad? El cardenal Ottaviani, que fue durante décadas prefecto del Santo Oficio, era hijo de un carnicero y los fines de semana desarrollaba su pastoral entre los niños de las barriadas más pobres de Roma. No nos engañe, señor arzobispo, con sensiblerías].
6) “Él mismo [el papa Francisco] trató de buscarme una casita conociéndome y que tenga algunas características para que viviera allí adentro”. [Fuentes que habitan dentro de los sacros muros vaticanos, me confirman que la “casita” tiene alrededor de 250 metros cuadrados, con una terraza que se abre a los jardines vaticanos y que se encuentran subiendo desde Santa Marta hacia los Jardines. El cardenal Ratzinger, mientras ocupaba el puesto que ocupará Tucho, vivió en un departamento ubicado en un edificio frente a la ruidosa plaza della Città Leonina].
Esta selección de textos demuestran autoreferencialidad pura y necesidad constante de autoafirmación, lo cual refleja una profunda inseguridad y una personalidad inmadura, que necesita permanentemente la aprobación de los demás para sostenerse. Y este será el prefecto de la Doctrina de la Fe. ¿Grotesco? ¿Desopilante? ¿Absurdo?
Y señalo una curiosidad que aparece cuando se leen ambas entrevistas. En la aparecida en Perfil, un medio progresista, Mons. Fernández dice con inocultable menosprecio: “El Santo Oficio, que perseguía a los llamados herejes…”. En la de Infovaticana, un medio conservador, comenta que, hablando con el cardenal Ladaria, se lamentaban que “en la actualidad no hubieran herejes de valía”. ¿Doblez? No. Capacidad de adaptación a los distintos públicos.
Resulta desconcertante que Mons. Fernández, apenas nombrado para un cargo de tanta importancia, haya ocupado al menos la mitad de la primera entrevista otorgada a un medio masivo, a denostar, criticar y vituperar al organismo para el que ha sido asignado. Llamó a Doctrina de la Fe inmoral, perseguidora, “brazo de hierro” del Papa, e incluso justificó la actitud grosera e impía de “un gran teólogo [se refiere a Yves Congar, o.p,] que una noche fue y orinó la puerta del Santo Oficio como gesto de desprecio”. Será él, Tucho, el encargado de que esta terrorífica y despreciable institución, cambie; será él no ya el Gran Inquisidor, sino el Gran Reconfigurador de la Doctrina de la Fe. ¿Grotesco? ¿Desopilante? ¿Absurdo?
Lamento decir que la entrevista concedida a Infovaticana es penosa. En un texto desleído, sin repreguntas y sin escarbar en los puntos verdaderamente controversiales de la teología de Mons. Fernández, en el caso de que ésta exista. Cuando se le pregunta su opinión acerca del matrimonio de parejas homosexuales, el arzobispo es claro y concorde con la enseñanza de la Iglesia. Sin embargo, distingue que una cosa es el matrimonio y otra la bendición de esas parejas. Y afirma: “Ahora, si una bendición se da de tal manera que no provoque esa confusión, habrá que analizarlo y confirmarlo”. Es decir, el problema no es la inmoralidad intrínseca del ejercicio sexual entre personas del mismo sexo. Más aún, Mons. Fernández está dispuesto a confirmar algún tipo de bendición para ese tipo prácticas sexuales dentro de una relación de pareja. ¿Se puede bendecir lo que es siempre pecado? ¿Por qué no hubo repregunta al respecto? El periodista, además, no aprovecha la oportunidad de pedirle a Mons. Fernández algún tipo de respuesta a las acusaciones de herejía que el día anterior había reiterado contra él el cardenal Müller. Lamentable. Este tipo de entrevistas pautadas, destinadas a limpiar la cara de una persona evitando precisamente aquello que lo ensucia, desmerecen al periodista y al medio que lo publica.
Para terminar este ya inusualmente extenso artículo, propongo una reflexión y un consuelo. En un exceso de optimismo, había dicho que este nombramiento sepultaba ya definitivamente al neoconismo, o a los conservadores que no podría seguir justificando lo injustificable. Me equivoqué una vez más. No contaba con el espíritu servil y la bajeza de ese sector. Religión en libertad, uno de los sitios conservadores más leídos en el ámbito hispánico, publica hoy un artículo de Alex Rosal sobre un gran libro de Mons. Fernández: “Los cinco minutos del Espíritu Santo”. El columnista termina con estas palabras: “¿Quién es monseñor Víctor Manuel Fernández? Sobre todo un maestro espiritual que tiene una gran familia espiritual, que se cuenta por miles, que son interpelados todos los días con esas meditaciones”. No tengamos dudas. Cuando dentro de un par de años, el cardenal Tucho Fernández, siguiendo los lineamientos de los padres y madres sinodales, establezca que las parejas homosexuales pueden ser bendecidas por la Iglesia con un rito que las distinga del matrimonio, Religión en libertad, el señor Rosal y todo el resto de la legión conservadora del mundo entero, saldrán a apoyar la iniciativa. Y no sería extraño que actuaran de monaguillos en la primera bendición.
Y el consuelo nos viene de Estados Unidos. El disparate del nombramiento de Mons. Fernández, que ha despertado tanta confusión y dolor en una multitud de fieles, ha recibido respuesta sólo de dos obispos en el mundo entero, hasta donde yo sé: el cardenal Gerhard Müller y Mons. J. Strickland, que a pesar de que se ciñe sobre él el peligro de una “visita apostólica”, no ha dudado de pedir oraciones a fin de que Mons. Tucho Fernández retorne a la fe católica.
Wanderer
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