Por José Antonio Ureta
Los cardenales Arthur Roche y Raniero Cantalamessa reconocieron indirectamente (quizás sin querer) lo que los críticos del Novus Ordo Missae de Pablo VI han dicho durante más de cincuenta años: El nuevo rito corresponde a una nueva teología que “representa, tanto en su conjunto como en sus detalles, una llamativa desviación de la teología católica de la Misa tal como fue formulada en la Sesión XXII del Concilio de Trento” (1).
El 19 de marzo de 2023, cuando compatriotas británicos cuestionaron en la radio BBC las restricciones a la celebración del Rito Tradicional Latino, el cardenal Roche, prefecto del Dicasterio para el Culto Divino, afirmó: “Sabes que la teología de la Iglesia ha cambiado. Mientras que antes, el sacerdote representaba, a distancia, a todo el pueblo. Se canalizaban, por así decirlo, a través de esta persona que era la única que celebraba la misa. Ahora no es sólo el sacerdote quien celebra la liturgia, sino también los bautizados con él. Y es una afirmación enorme” (2).
Unos días después, durante el cuarto sermón de Cuaresma de la Curia Romana, el Cardenal Cantalamessa, Predicador de la Casa Pontificia, dijo:
“La Liturgia Católica pasó de ser una acción con una fuerte impronta sagrada y sacerdotal a una acción más comunitaria y participativa, donde todo el pueblo de Dios tiene su parte, cada uno con su propio ministerio...¿Está de acuerdo con el Dogma Católico decir que el sacrificio eucarístico es una acción del pueblo y que se convirtió en una acción del clero a través de una “clericalización” impropia? No lo es. En la Santa Misa, el celebrante no es un mero “presidente de la asamblea” sino el único sacerdo que ofrece el sacrificio in persona Christi.
Al comienzo de la Iglesia y durante los tres primeros siglos, la liturgia era verdaderamente una “liturgia”, es decir, la acción del pueblo (laos, pueblo, es uno de los componentes etimológicos de la palabra leitourgia). De San Justino, de la Traditio Apostolica de San Hipólito, y de otras fuentes de la época, obtenemos una visión de la Misa ciertamente más cercana a la reformada de hoy que a la de siglos atrás. ¿Qué pasó? La respuesta es una palabra torpe que, sin embargo, no podemos evitar: ¡clericalización! En ninguna otra esfera fue más conspicua que en la liturgia.
El culto cristiano, y especialmente el sacrificio eucarístico, experimentó una rápida transformación, tanto en Oriente como en Occidente, de ser una acción del pueblo a ser una acción del clero” (3).
Para disipar cualquier duda, basta leer lo que enseña Pío XII en su encíclica Mediator Dei:
“Sólo a los Apóstoles y a los que, después de ellos, han recibido de sus sucesores la imposición de las manos, se ha conferido la potestad sacerdotal, y en virtud de ella, así como representan ante el pueblo a ellos confiado la persona de Jesucristo, así también representan al pueblo ante Dios” (n. 54).Por eso, en la Santa Misa:
“Creemos, sin embargo, necesario recordar que el sacerdote representa al pueblo sólo porque representa la persona de nuestro Señor Jesucristo, que es Cabeza de todos los miembros por los cuales se ofrece; y que, por consiguiente, se acerca al altar como ministro de Jesucristo, inferior a Cristo, pero superior al pueblo. El pueblo, por el contrario, puesto que de ninguna manera representa la persona del divino Redentor ni es mediador entre sí mismo y Dios, de ningún modo puede gozar del derecho sacerdotal” (n. 104).
Sin duda, los fieles presentes deben participar en el sacrificio del sacerdote en el altar con los mismos sentimientos que tuvo Jesucristo en la Cruz, y “en unión con el sacerdote, oren con él con sus mismas palabras y con los mismos sentimientos de la Iglesia” (n. 128).
Para evitar malentendidos, Pío XII reitera:
“el sacramento del orden distingue a los sacerdotes de todos los demás cristianos no dotados de este carisma, porque sólo ellos, por vocación sobrenatural, han sido introducidos en el augusto ministerio que los destina a los sagrados altares y los constituye en instrumentos divinos” (n. 82).
La insistencia del Papa Pacelli era necesaria porque ya entonces algunos afirmaban erróneamente
“Pues hay en la actualidad, venerables hermanos, quienes, acercándose a errores ya condenados, dicen que en el Nuevo Testamento sólo se entiende con el nombre de sacerdocio aquel que atañe a todos los bautizados; y que el precepto que Jesucristo dio a los Apóstoles en su última cena, de hacer lo que El mismo había hecho, se refiere directamente a todo el conjunto de los fieles; y que sólo más adelante se introdujo el sacerdocio jerárquico. Por lo cual creen que el pueblo tiene verdadero poder sacerdotal, y que los sacerdotes obran solamente en virtud de una delegación de la comunidad. Por eso juzgan que el sacrificio eucarístico es una estricta «concelebración», y opinan que es más conveniente que los sacerdotes «concelebren» rodeados de los fieles que no que ofrezcan privadamente el sacrificio sin asistencia del pueblo” (n. 103).
Para contrarrestar este error, Mediator Dei enseñó que
“Aquella inmolación incruenta con la cual, por medio de las palabras de la consagración, el mismo Cristo se hace presente en estado de víctima sobre el altar, la realiza sólo el sacerdote, en cuanto representa la persona de Cristo, no en cuanto tiene la representación de todos los fieles” (n. 92).
Por lo tanto, no se pueden condenar las Misas privadas sin la participación del pueblo, ni la celebración simultánea de varias misas privadas en diferentes altares, alegando erróneamente “el carácter social del sacrificio eucarístico” (n. 118) (4).
Estos extractos de la gran encíclica litúrgica de Pío XII muestran que, a pesar del lamento del Cardenal Cantalamessa, la burlona “clericalización” de la Santa Misa no resultó del deterioro humano a lo largo de la historia sino de un designio divino. Jesús instituyó el sacrificio eucarístico y el sacerdocio ministerial simultáneamente y concedió a sus ministros el privilegio exclusivo de renovarlo en los altares de forma incruenta hasta el fin de los tiempos.
El Predicador capuchino de la Casa Pontificia se hundió aún más en arenas movedizas cuando afirmó que las primeras comunidades cristianas tenían “una visión de la Misa ciertamente más cercana a la reformada de hoy que a la de siglos atrás”. Si esto fuera cierto, habría dos posibilidades:
● En el mejor de los casos, la visión de la Misa encarnada en la nueva misa de Pablo VI representaría una regresión teológica, porque desde principios del tercer tercio hasta la segunda mitad del siglo XX se produjo un “desarrollo orgánico” del depósito de la fe relativo al sacerdocio y al sacrificio del altar, es decir, su mejor comprensión teológica. En efecto, “volver de un pasado relativamente reciente a otro más antiguo y original” no es un “enriquecimiento” (5), como afirmaba el cardenal Cantalamessa, sino un empobrecimiento, ya que priva a la visión de la Iglesia sobre la Misa de la luz procedente de las definiciones dogmáticas del Segundo Concilio de Nicea, el IV Concilio de Letrán, el Concilio de Florencia y (sobre todo) el Concilio de Trento, así como de las intuiciones de muchos gigantes de la teología y de la devoción eucarística, como Santo Tomás de Aquino, Roberto Belarmino, Leonardo de Port Maurice y Pedro Julián Eymard.
● En el peor de los casos, la visión de la Misa encarnada en el Novus Ordo Missae de Pablo VI representaría un alejamiento teológico de aquellos dogmas de fe definidos durante “los siglos atrás”, y que sustentan la supuesta visión “clericalista” de el sacerdocio y la Eucaristía que informan la Misa Tradicional en Latín, cuya estructura, hasta el Novus Ordo Missae de 1969 del papa Pablo VI, permaneció prácticamente inalterada después de los cambios realizados por el Papa San Dámaso I (m. 384) y el Papa San Gregorio I (m. 604).
El cardenal Arthur Roche parece adoptar este peor escenario. Para él, “la teología de la Iglesia ha cambiado”.
Desafortunadamente, la nueva misa de Pablo VI encarna un cambio en la teología no solo sobre este aspecto de la supuesta “clericalización” de la liturgia antigua. Siguiendo a Desiderio desideravi, escribí que los principios invocados por el papa Francisco para defender la reforma litúrgica chocan con Mediator Dei en varios aspectos. Destaco especialmente lo siguiente:
Ante estos ilustres cardenales, dos conspicuos representantes del progresismo francés, Alain y Aline Weidert, declararon lo mismo. Escribieron una columna en el periódico La Croix elogiaron el motu proprio Traditionis custodes del papa Francisco, y titularon expresivamente “La fin des messes d'autre 'foi', une chance pour le Christ!” (¡El fin de las Misas de otra fe, una oportunidad para Cristo!).
No abordaron la supuesta “clericalización” de la liturgia perenne en perjuicio del pueblo. En cambio, se centraron en la transición de la Misa de un sacrificio propiciatorio a una celebración eucarística y jubilosa de la Alianza:
Estos extractos de la gran encíclica litúrgica de Pío XII muestran que, a pesar del lamento del Cardenal Cantalamessa, la burlona “clericalización” de la Santa Misa no resultó del deterioro humano a lo largo de la historia sino de un designio divino. Jesús instituyó el sacrificio eucarístico y el sacerdocio ministerial simultáneamente y concedió a sus ministros el privilegio exclusivo de renovarlo en los altares de forma incruenta hasta el fin de los tiempos.
El Predicador capuchino de la Casa Pontificia se hundió aún más en arenas movedizas cuando afirmó que las primeras comunidades cristianas tenían “una visión de la Misa ciertamente más cercana a la reformada de hoy que a la de siglos atrás”. Si esto fuera cierto, habría dos posibilidades:
● En el mejor de los casos, la visión de la Misa encarnada en la nueva misa de Pablo VI representaría una regresión teológica, porque desde principios del tercer tercio hasta la segunda mitad del siglo XX se produjo un “desarrollo orgánico” del depósito de la fe relativo al sacerdocio y al sacrificio del altar, es decir, su mejor comprensión teológica. En efecto, “volver de un pasado relativamente reciente a otro más antiguo y original” no es un “enriquecimiento” (5), como afirmaba el cardenal Cantalamessa, sino un empobrecimiento, ya que priva a la visión de la Iglesia sobre la Misa de la luz procedente de las definiciones dogmáticas del Segundo Concilio de Nicea, el IV Concilio de Letrán, el Concilio de Florencia y (sobre todo) el Concilio de Trento, así como de las intuiciones de muchos gigantes de la teología y de la devoción eucarística, como Santo Tomás de Aquino, Roberto Belarmino, Leonardo de Port Maurice y Pedro Julián Eymard.
● En el peor de los casos, la visión de la Misa encarnada en el Novus Ordo Missae de Pablo VI representaría un alejamiento teológico de aquellos dogmas de fe definidos durante “los siglos atrás”, y que sustentan la supuesta visión “clericalista” de el sacerdocio y la Eucaristía que informan la Misa Tradicional en Latín, cuya estructura, hasta el Novus Ordo Missae de 1969 del papa Pablo VI, permaneció prácticamente inalterada después de los cambios realizados por el Papa San Dámaso I (m. 384) y el Papa San Gregorio I (m. 604).
El cardenal Arthur Roche parece adoptar este peor escenario. Para él, “la teología de la Iglesia ha cambiado”.
Desafortunadamente, la nueva misa de Pablo VI encarna un cambio en la teología no solo sobre este aspecto de la supuesta “clericalización” de la liturgia antigua. Siguiendo a Desiderio desideravi, escribí que los principios invocados por el papa Francisco para defender la reforma litúrgica chocan con Mediator Dei en varios aspectos. Destaco especialmente lo siguiente:
1. Una inversión sistemática entre el fin primario de adorar a Dios y el fin subsidiario de santificar las almas (6)A la luz de estos cambios radicales, me preguntaba si la nueva misa de Pablo VI corresponde a la Fe de siempre (10). Los cardenales Roche y Cantalamessa han reconocido que encarna una “visión” diferente de la liturgia porque la teología de la Misa de la Iglesia supuestamente ha cambiado.
2. El oscurecimiento la centralidad de la Pasión redentora en beneficio de la Resurrección gloriosa (7)
3. La enfatización del memorial en detrimento del sacrificio (8) y,
4. El bajar el estatus del sacerdote celebrante a “presidente de la asamblea” (9)
Ante estos ilustres cardenales, dos conspicuos representantes del progresismo francés, Alain y Aline Weidert, declararon lo mismo. Escribieron una columna en el periódico La Croix elogiaron el motu proprio Traditionis custodes del papa Francisco, y titularon expresivamente “La fin des messes d'autre 'foi', une chance pour le Christ!” (¡El fin de las Misas de otra fe, una oportunidad para Cristo!).
No abordaron la supuesta “clericalización” de la liturgia perenne en perjuicio del pueblo. En cambio, se centraron en la transición de la Misa de un sacrificio propiciatorio a una celebración eucarística y jubilosa de la Alianza:
“Sin discernimiento, el espíritu de la liturgia de otra “fe”, su teología, las normas de la oración y de la Misa de ayer (la lex orandi del pasado), no pueden seguir siendo las normas de la fe de hoy, ni su contenido (nuestra lex credendi)...
... Una fe que seguiría derivando de la lex orandi de ayer, que hacía del catolicismo la religión de un dios perverso que hace morir a su hijo para aplacar su ira, una religión de mea culpa y de reparación perpetua, conduciría a un contratestimonio de fe, una imagen desastrosa de Cristo...
Desgraciadamente, nuestras Misas [tradicionales] están siempre imbuidas de un fuerte carácter sacrificial “expiatorio”, teniendo un propósito “propiciatorio” de aniquilar los pecados (mencionado 20 veces), para realizar nuestra salvación y salvar las almas de la venganza divina. “Propiciación”, que las comunidades Ecclesia Dei defienden con uñas y dientes junto con sus sacerdotes-sacrificadores, que están formados con las palabras Santo Sacrificio de la Misa, una verdadera inmolación...
Si queremos poder ofrecer en el futuro una fe y una práctica cristianas sabrosas, debemos aventurarnos, mediante la reflexión y la formación , a descubrir una fuente de salvación aún inexplorada (sin explotar) abierta por Jesús, no primero por su muerte contra (“a causa de”) los pecados sino por su existencia como Pacto. “En efecto, su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación” (Vaticano II, Sacrosanctum concilium, n. 5). ¡La elección es clara! No es entre diferentes sensibilidades y estéticas religiosas sino entre sacrificios interminables para borrar los pecados y Eucaristías [sic] que sellan la Alianza/Cristo” (11).
El papa Francisco tenía razón cuando escribió en su carta apostólica Desiderio desideravi que “Sería banal leer las tensiones, desgraciadamente presentes en torno a la celebración, como una simple divergencia entre diferentes sensibilidades sobre una forma ritual” (12).
Los cardenales Roche y Cantalamessa acaban de coincidir, al azar, con modernistas radicales como la pareja Weidert en considerar el Rito Tradicional de la Misa en Latín de San Pío V como la Misa de “otra fe”.
Así, el Vaticano no puede sorprenderse de que la fidelidad al depósito de la Fe obligue a los católicos tradicionales a resistir inquebrantablemente una legislación litúrgica ilegítima que pretende imponer una construcción litúrgica artificial (en palabras del Cardenal Ratzinger) y que se aparta en puntos esenciales de los dogmas definidos en el Concilio de Trento mientras condenaba a la extinción gradual un rito sagrado de la Misa que se desarrolló orgánicamente a lo largo de los siglos.
Notas al pie:
1) “Carta de los cardenales Ottaviani y Bacci a su santidad el papa Pablo VI” (presentando la Crítica del Novus Ordo Missae), 25 de septiembre de 1969
2) “Sunday”, BBC, Mar. 19, 2023, https://www.bbc.co.uk/sounds/play/m001k7kb.
3) Raniero Cantalamessa, “¡Mysterium Fidei! Sobre la liturgia: cuarto sermón de Cuaresma 2023”, Cantalamessa.org, 24 de marzo de 2023, http://www.cantalamessa.org/?p=4080&lang=en
4) Pio XII, Encíclica Mediator Dei (Nov. 20, 1947)
5) Cantalamessa, “Mysterium Fidei!”
6) José Antonio Ureta, “The Primacy of Adoration”, Aug. 8, 2022, https://onepeterfive.com/primacy-adoration/.
7) José Antonio Ureta, “Removing the Centrality of the Redemptive Passion”, Aug. 9, 2022, https://onepeterfive.com/removing-centrality-redemptive-passion/.
8) José Antonio Ureta, “From Sacrifice of Calvary to Memorial of Presence”, Aug. 10, 2022, https://onepeterfive.com/sacrifice-calvary-memorial-presence/.
9) José Antonio Ureta, “From Priests of Sacrifice to Presidents Over Assemblies”, Aug. 11, 2022, https://onepeterfive.com/priests-sacrifice-presidents-assemblies/.
10) José Antonio Ureta, “The Novus Ordo Weaponized for ‘Another Faith’?” Aug. 11, 2022, https://onepeterfive.com/the-novus-ordo-weaponized-for-another-faith/.
11) Aline and Alain Weidert, “La fin des messes d’autre ‘foi,’ une chance pour le Christ!”, La Croix, Feb. 10, 2022, https://www.la-croix.com/Debats/fin-messes-dautre-foi-chance-Christ-2022-02-10-1201199636.
12) Papa Francisco, Carta apostolica Desiderio desideravi (29 de Junio de 2022), no. 31
Tradition, Family, Property
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