Por Francis Slobodnik
Estas áreas son la formación espiritual y religiosa, la formación moral y de carácter y la formación cultural. No se excluyen entre sí. Cada una tiene su forma de trabajar. Todas interactúan y conducen al buen funcionamiento del alma.
Esta formación es un proceso de por vida que comienza en la infancia y solo termina con la muerte. Involucra el intelecto, la voluntad, las emociones y los sentidos. Todo ser humano, independientemente de su edad, debe participar en esta formación.
La formación religiosa y espiritual es el primer componente más importante. Implica el cultivo de las virtudes teológicas de la fe, la esperanza y la caridad, las virtudes cardinales y todos los demás que fluyen de estos dos conjuntos de virtudes. La formación espiritual consiste en formar el alma para conocer, amar y servir a Dios. Esto se puede hacer no solo en teoría sino también prácticamente al expresar la Fe.
Por ejemplo, un niño que ve a un padre hacer la señal de la cruz o rezar devotamente está influenciado por estas acciones, incluso si no comprende completamente su significado. A medida que madura, puede aprender más a través de la palabra, el hecho o la reflexión. Pondrá en práctica esta formación religiosa y espiritual imitando lo que ha visto.
La segunda área de formación es la formación moral y del carácter. Este tipo de formación desarrolla un sentido moral católico completo por el cual la persona entiende lo correcto de lo incorrecto, cómo y cuándo actuar; espiritual, mental, verbal y físicamente. Cuanto más completa es la formación, más profunda es la comprensión de este código moral. A medida que uno envejece, esta formación se profundiza y crea fuertes hábitos.
La tercera área de formación, que comúnmente se descuida, es la formación cultural. Una cultura es una visión del universo de un pueblo o área en particular que abarca el alcance de su conocimiento humano, especialmente en los campos teológicos, filosóficos y científicos. Se refleja en las artes, modas, comida, educación, literatura, arquitectura, ocio, modales, formas de comportamiento y estructuras sociales.
Todas las sociedades tienen alguna forma de cultura. Sin embargo, la cultura más excelente está orientada por las Enseñanzas de la Iglesia Católica. Por lo tanto, los logros culturales en la civilización cristiana son admirados e imitados en todo el mundo.
Según San Ignacio de Loyola, “Todas las cosas en este mundo son dones de Dios, creados para nosotros, para ser el medio por el cual podemos llegar a conocerlo mejor, amarlo con más seguridad y servirle con más fidelidad”.
Los elementos culturales no tienen que ser específicamente religiosos, porque toda cultura tiene cosas que son dignas de admiración cuando reflejan lo bueno, lo verdadero y lo bello.
El alma bien formada observa, escucha, prueba, toca y luego analiza constantemente el significado cultural de todo lo que hay alrededor. Algunos objetos invitan a una reflexión profunda. Otros necesitan menos tiempo para observar y reflexionar.
La formación cultural, al igual que la espiritual y la del carácter, requiere el apoyo y la orientación de padres, familiares, profesores, clérigos, amigos y vecinos. Por sí sola, una persona no tendrá medios para desarrollar una comprensión y apreciación cultural completa. Sobre todo, la cultura necesita la orientación de la ley natural y las enseñanzas de la Iglesia.
El mundo de hoy carece de cultura auténtica porque descuida la formación en las áreas espirituales y morales. Lo que hoy se describe como cultura es en realidad una degradación de la cultura, ya que no refleja lo bueno, lo verdadero y lo bello. Todo lo que se necesita es echar un vistazo a algunas de las cosas presentadas como cultura para llegar a esta conclusión obvia.
Ejercer una apreciación por la cultura puede ser grandioso o simple. Uno no tiene que tener un alto nivel de educación formal o riqueza para apreciar la cultura auténtica. El alcance de esta apreciación puede ser tan grande como el mar y tan pequeño como los lirios del campo.
Ejercer un aprecio católico por la cultura será una influencia positiva tanto en la vida espiritual como en la moral. El alma que no ve valor en la cultura sufrirá la deformidad de no poder apreciar la verdadera belleza.
Las tres formaciones son necesarias para ser católico en sentido pleno. Hay que evitar a toda costa descuidar cualquiera de ellas.
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