domingo, 22 de enero de 2023

¿PUEDE UN CIEGO GUIAR A OTRO CIEGO?

“¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en una zanja? El discípulo no es más que el maestro; pero todo el que esté bien preparado será como su maestro” (Lc 6,39).

Por Gianni Silvestri


Hoy se discute mucho sobre doctrina y pastoral, (como si fueran necesidades alternativas), utilizando esta última para motivar las muchas "novedades" que se viven en el ámbito eclesial. Tales "necesidades pastorales" tienen raíces antiguas (o profundas) y a menudo denotan las diferentes posiciones en la Iglesia entre quienes pretenden defender la integridad del "depositum fidei" tal como nos lo ha transmitido la tradición apostólica y quienes lo consideran de algún modo "adaptable a las necesidades cambiantes de los tiempos" (la simplificación es necesaria para comprender mejor -en poco espacio- la complejidad de las posiciones).

El propio Concilio Vaticano II, para muchos, tuvo una función preeminentemente "pastoral", dada la propia voluntad del Papa Juan XXIII, que lo convocó.

Cabe recordar que (de 1962 a 1965) elaboró dieciséis documentos, entre ellos cuatro "constituciones" (además de nueve "decretos" y tres "declaraciones").

La 'Dei Verbum' está en la cúspide, porque el retorno a la Sagrada Escritura es fundamental para una mejor comprensión no sólo de todos los documentos conciliares, sino de los contenidos de la fe misma.

'Lumen Gentium' aborda la naturaleza de la Iglesia, que no puede separarse de la reforma litúrgica codificada en 'Sacrosanctum Concilium'.

En 'Gaudium et spes' se intenta captar las transformaciones de la sociedad moderna para establecer una nueva forma de "ser Iglesia" en el mundo contemporáneo.

Sobre el complejo tema del Concilio y el "postconcilio" me remito a la clara interpretación de Benedicto XVI de la "hermenéutica de la continuidad", ilustrada en su conocido discurso a la Curia Romana del 22 de diciembre de 2005.

Benedicto leyó el Concilio en la estela del camino y la tradición de la Iglesia, que siempre busca adaptar mejor las formas de proclamar su mensaje de salvación en un mundo cambiante (actualizando las formas de proclamar el mensaje, ciertamente no sus contenidos, como algunos querrían).

Esta lectura contrasta con la hermenéutica de "ruptura" de matriz "progresista" que subraya la discontinuidad del camino de la Iglesia tras el Concilio y la necesidad de una evolución que adapte el mismo mensaje de fe a las "diferentes sensibilidades" del mundo moderno.

Y cuando esta discontinuidad no aparece en los documentos conciliares, en los años postconciliares se crea el concepto de "espíritu del Concilio" a la luz del cual justificar cualquier tipo de novedad, no prevista en los documentos, para "acercar" el mundo.

Pues bien, incluso las novedades del pontificado del papa Francisco necesitan una lectura precisa: para algunos cardenales, por ejemplo, las de 'Amoris Laetitia' eran tan atípicas que despertaban dudas que comunicaron respetuosamente, por desgracia sin recibir aclaraciones, que sin duda habrían beneficiado a todo el pueblo cristiano.

Las numerosas opciones "o aperturas" de este pontificado están justificadas y/o motivadas, por muchos de sus intérpretes, precisamente por necesidades de naturaleza pastoral, haciéndose eco de las palabras del propio Bergoglio, que ha hablado a menudo de la necesidad de pastores que "conozcan el olor de las ovejas".

Este enfoque pastoral, para muchos, marcaría incluso "un cambio de paradigma" no sólo en la acción, sino incluso en la concepción que la Iglesia tiene de sí misma, casi como para señalar la preeminencia de la función pastoral, de la acción sobre la doctrina, a menudo reducida a una fría rigidez intelectual frente a las necesidades apremiantes de la vida "concreta" (sin pensar que la doctrina orienta la catequesis, que parece tanto más necesaria, dada la escasa conciencia del "cristiano de a pie").

El tema "doctrina-pastoral" tal como resulta de la actual representación mediática, necesita aclaraciones para comprender mejor cómo los términos no se oponen y cómo una "sana doctrina" es necesaria para una pastoral igualmente sana.

Las opciones pastorales concretas, de hecho, no se improvisan ni deben ser el resultado de "una carga emocional" o del "empuje de los tiempos", de lo contrario se corre el riesgo de que sean dictadas por simples reacciones instintivas y que difieran según el carácter de los pastores que en la Iglesia se ocupan de los múltiples problemas en los diversos niveles.

El tema de la teoría y la praxis (doctrina y pastoral) es también general y se aplica también a las opciones que nosotros mismos tomamos, que deben ser fruto de un juicio y un discernimiento claros:

- ¿Son las elecciones simplemente el resultado de una reacción a estímulos externos?

Si así fuera, no seríamos nosotros los que elegiríamos, sino que sólo estaríamos determinados por las condiciones que nos desafían.

- ¿Son las elecciones el resultado de los sentimientos? ¿O las emociones del momento? En este caso corremos el riesgo de que estén condicionadas por el estado de ánimo en el que nos encontremos o por el carácter de quienes las hacen o las sufren: estaríamos en el terreno de la incertidumbre y la improvisación.

No cabe duda de que uno de los principales avances en la trayectoria humana es el uso progresivo de la razón, de la lógica, que nos sustrae a la mutabilidad del estado de ánimo y/o de las pasiones y/o de los intereses diversos, para elevar nuestro comportamiento a principios considerados correctos, marcados por el respeto y la humanidad. Todo ser humano se enfrenta a la disyuntiva de actuar para "el bien o para el mal" y utiliza la razón y los "buenos principios morales" (para los creyentes, los de la fe) para orientarse, como suele ocurrir con los numerosos "padres o madres de familia" que sacrifican su propio beneficio por el bien de los demás o con quienes donan su tiempo en actividades altruistas. En el mundo actual, es aún más necesario tener las ideas claras y ser capaz de identificar el camino correcto a seguir, ya que "hay mucha confusión bajo el cielo", el dinero está sustituyendo a todos los demás valores, y las voces de "concurso y competición" parecen justificar cualquier tipo de explotación con tal de alcanzar el tan ansiado "bienestar" (excepto cuando nos encontramos cada vez más solos y vacíos: pero la sociedad también ha encontrado un remedio para ello, fomentando la cultura de las distracciones y diversas sustancias que nos quitan la lucidez y nos impiden incluso pensar).

Por estas razones, la claridad de principios y valores es aún más necesaria "en los pastores", es decir, en quienes tienen en la Iglesia la responsabilidad de guiar a los demás en sus opciones y comportamientos. Es aún más necesario que los pastores tengan las ideas claras y conozcan los caminos por donde deben conducir al rebaño, porque de lo contrario el daño sería aún mayor, ya que la ruina involucraría a quienes -por confianza- se han dejado guiar. Por metáfora, me parece que hoy es aún más necesaria una doctrina sólida y clarividente -conocimiento y claridad de fe-, dada la confusión reinante y la nueva "ética del hágalo usted mismo" que la sociedad propone en diversas situaciones nuevas de la vida (cuestiones 'de género', los más variados comportamientos sexuales, las cuestiones del final de la vida, las nuevas adicciones -incluidas las tecnológicas- que vacían la propia existencia desde dentro, etc.).

¿Cómo sería posible abordar estas cuestiones sin una doctrina clara y sólo con una respuesta "visceral" o de conveniencia social? Sin una clara conciencia cultural que derive de la fe, es muy difícil concebir una pastoral que no se deje "arrastrar" o condicionar por la mentalidad del mundo, cada vez más transmitida por la prensa, los medios tecnológicos, la web, lo "social", las mismas escuelas cada vez más perdidas, etc. Por eso en la Iglesia, el dicasterio más importante ha sido siempre el de la Doctrina de la Fe, que siempre ha vigilado las diversas desviaciones, a menudo peligrosas para el pueblo de Dios. Por otra parte, llevamos años viendo los frutos de un "pastoralismo" no guiado por la sana doctrina en las celebraciones litúrgicas a menudo llenas de chapuzas, en las declaraciones improvisadas de "sacerdotes y obispos inclusivos" sobre cuestiones 'de género', en la adhesión a iniciativas pro-creación que ocultan al Creador, y así hasta llegar a las heréticas peticiones pastorales del sínodo alemán, por no hablar de los acuerdos -¿por qué mantenidos en secreto?- con China que parecen aumentar la persecución de los cristianos que permanecen fieles a Roma.

Pero detengámonos aquí "por caridad" esperando que estos ejemplos concretos y actuales sean la prueba de la necesidad de una doctrina clara y clarificadora que guíe toda elección.

¿Cómo se puede dirigir la Iglesia, local o universal, sin la claridad de la fe y sin la ayuda de Cristo mismo? Él era el verdadero pastor y como primera actividad quiso hablarnos y dar testimonio del amor del Padre, llamándonos a confiar en su voluntad y no en nuestras débiles y confusas capacidades. (¿Acaso su proclamación, sus propias parábolas, no son "doctrina", aunque se comuniquen en las formas entonces comprensibles?) Esta es la finalidad de la pastoral: hacer evidente al hombre y al mundo el Amor de Dios y su Palabra, que no debe ocultarse ni diluirse en "técnicas de marketing" o recursos retóricos.

La verdadera pastoral no puede ser 'el todo libre', como experimentan desde hace décadas las iglesias anglicanas y protestantes, que han desbrozado costumbres en temas 'de género', homosexualidad, sacerdocio femenino, etc., y los tristes frutos de iglesias desiertas y vocaciones inexistentes están a la vista, a pesar de una búsqueda espasmódica de novedades con las que implicar a unos fieles cada vez más cansados y desmotivados (es la época del ecologismo empujado con invocaciones a la 'madre tierra' y 'rociadas con la Pachamama').

Ante tales empujes protestantes, el propio Bergoglio el 6.11.22, hablando en un avión sobre las absurdas pretensiones del camino sinodal alemán dijo: "A los católicos alemanes les digo: Alemania tiene una gran y hermosa Iglesia evangélica; no quiero otra, que no será tan buena como aquella; pero la quiero católica, a la católica, en fraternidad con la evangélica".

La verdadera pastoral -sinodal o no- debe tender a resaltar -y no a ocultar- la Belleza y el Poder de nuestro Dios, en el rostro humano de Cristo, en el que Él se reveló.

La verdadera pastoral consiste en conocer y confiar en el Buen Pastor y no en las técnicas de los llamados "expertos" (a quienes les gustaría convertir un sínodo consultivo en una especie de Concilio Vaticano III dirigido por los grupos de presión y los medios de comunicación). Dejemos los trucos de pregonero para el mundo, pues los cristianos ya hemos conocido la Verdad y la Vida que es también el Camino, y no tenemos necesidad de inventar sucedáneos.

En paz.


Il Blog di Sabino Paciolla


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