lunes, 21 de marzo de 2022

JESÚS, LOS JESUITAS Y LA ARROGANCIA HUMANA

¿Se pueden cambiar dos milenios de enseñanza de la Iglesia a partir de las intervenciones de tres jesuitas modernos que practican el “discernimiento” humano centrado en sus reflexiones personales?

Por Belvecchio


En el lejano 1534 el español Ignazio da Loyola, canonizado por Gregorio XV en 1622, fundó una nueva congregación llamada Societas Jesu, o Compañía de Jesús, la cual fue aprobada por el Papa en 1540 y tenía el propósito de trabajar para la mayor gloria de Dios, obrando en la perfección del alma, incluida la del prójimo, mediante el ejercicio del ministerio sacerdotal, consagrado de manera especial a la obediencia al Papa. Desde
entonces, los jesuitas han recorrido un largo camino, no siempre con la sonrisa de el Papa, que una vez incluso decidió disolver la Compañía.

Últimamente, a juzgar por ciertas personalidades conocidas que han ocupado y ocupan el protagonismo -entre las que conviene recordar para mayor claridad: los conocidos Pierre Teilhard de Chardin, Henri De Lubac, Karl Rahner y Carlo Maria Martini- parece que la enseñanza del Fundador ha dado paso a la enseñanza del mundo.

Esto también está sucediendo hoy y en los niveles más altos, pensemos en Jorge Mario Bergoglio, ahora “papa católico”, y en Arturo Sosa Abascal, general de la Compañía.

Las notas, las reservas, las críticas a estos dos personajes son ahora moneda corriente y los argumentos de crítica son de lo más diversos, pero últimamente la cuestión de la posible “actualización” de la moral católica se ha convertido en objeto de una interminable diatriba, resumida en una simple pregunta: ¿pueden los pecadores no arrepentidos ser perdonados de todos modos y tratados por la Iglesia al mismo nivel que los católicos virtuosos o al menos normales?

El papa dice que sí, el general dice que hace falta discernimiento y un tercer jesuita, del grupo de vanguardia estadounidense, el padre Thomas Reese, está seguro de que hoy Jesús no condenaría lo que condenó hace dos mil años.

Para comprender el sentido de estas consideraciones nuestras, adelantadas sin ninguna pretensión “teológica”, recordemos tres puntos sobresalientes relativos al caso del acceso a los sacramentos de los divorciados vueltos a casar. Dice el papa, en Amoris laetitia, que no pueden ser excluidos porque lo que importa es la percepción que tienen de su condición de pecado (1); el General, en una entrevista específicamente divulgada, dice que la doctrina bimilenaria de la Iglesia no puede prevalecer sobre el discernimiento del hombre (2); y el jesuita americano, en un artículo especialmente y cuidadosamente empaquetado (3), dice que Nuestro Señor no enseñó a sus fieles de una vez por todas, sino ad hoc y pro tempore.

Es más que evidente que surge una pregunta, tan simple como desoladora: ¿se pueden cambiar dos milenios de enseñanza de la Iglesia a partir de las intervenciones de tres jesuitas modernos que practican el “discernimiento” humano centrado en sus reflexiones personales?

Obviamente, la respuesta está implícita, ¡y es NO! Queda, por lo tanto, la legítima petición de que alguien destituya a los tres de los cargos que ocupan y en todo caso les imponga el silencio.

En particular al estadounidense, que cree ofrecer explicaciones inteligentes al articular pensamientos como estos:

“Considero la enseñanza de Jesús sobre el divorcio como la primera legislación feminista... Jesús la condenó con razón, ya que prácticamente todos los divorcios fueron hechos por hombres poderosos contra mujeres sin poder”.

Aparte de la flagrante blasfemia de que el Hijo de Dios no sería más que un comunista libertario ante litteram, la lógica simple dicta que uno no puede juzgar el mundo de hace dos mil años, en cualquier latitud, usando los parámetros intelectuales de hoy limitados al Occidente moderno; e incluso pretender sacar de ella enseñanzas “católicas” o universales.

La cosa huele tanto a intelectualismo revolucionario dedicado a la "reeducación de las masas", que hace pensar que el jesuita norteamericano escribe bajo dictado... de esa especie de ángel de la guarda al revés que Chesterton llamaba Berlicche (La definición de berlicche en el diccionario italiano es diablo).

De hecho, el jesuita estadounidense escribe: “Jesús dijo muchas cosas que no observamos literalmente sin excepción...”, queriendo argumentar que, si este es el caso de otros preceptos de Jesús, ¿por qué no debería ser lo mismo para el precepto sobre el divorcio?

Es asombroso que un supuesto “sacerdote”, autoproclamado seguidor de San Ignacio, en lugar de sugerir que debemos seguir todos los preceptos de Nuestro Señor, invite a los católicos a transgredir otros más. San Ignacio estaba pensando en la perfección de las almas para la mayor gloria de Dios, pero este tipo  piensa claramente en el embrutecimiento de las almas para mayor beneficio de Belcebú.

Y esta es la razón principal por la que nos ocupamos de ellos: ¡porque si los conoces, los evitas!

Y nuevamente observa:

“Jesús no enumera ningún castigo por divorciarse y volverse a casar. No dice que estas personas serán entregadas al fuego del Infierno. No dice que deben ser excluidos de la comunidad cristiana. Ni siquiera dice que no pueden acceder a la Comunión. No dice que no pueden ser perdonados”.

Con lo cual, sugiere, diabólicamente, que Jesús no descarta que el que llama “adúltero” pueda ser perdonado mientras sigue practicando conscientemente el adulterio. Y ojo, nuestro “revolucionario” americano no pretende que Jesús le haya perdonado ya, sino que, al no haberle condenado -según él-, debe ser la Iglesia la que le perdone.

Lo que demuestra cómo el supuesto “sacerdote” no es un verdadero hijo de la Iglesia, sino un seguidor convencido de la anti-Iglesia luterana: ¡cuanto más pecas, más te perdono!

Y nuevamente observa:

“Jesús estaba mucho más preocupado por las personas que ignoraban sus necesidades que por las parejas divorciadas que se habían vuelto a casar, pero la Iglesia ha hecho del divorcio un problema mucho más importante que nuestro cuidado por los pobres. ¿Por qué esto?”

¿Sí, por qué? Y aquí la paradójica pero inevitable respuesta es que la Iglesia, en dos mil años, no ha conocido el pensamiento de Bergoglio, ni el de Reese, sino -¡qué tontería! - habría mantenido a las enseñanzas de los Apóstoles y Padres, quienes, evidentemente, según el supuesto “sacerdote”, no son más que personas que no entendieron ni siguieron las enseñanzas y preceptos de Nuestro Señor.

Esto es una farsa y un esperpento, aunque se ajuste estricta y miserablemente a la pretensión del hombre moderno de llegar a ser como Dios prescindiendo alegremente de él.

Mala témpora cúrrunt, sed peióra parántur, decían los latinos; 

[Malos tiempos vivimos, pero peores se avecinan]

Humiliámini ígitur sub poderoso manu Dei, ut vos exáltet in témpore visitacionis… sóbrii estote, et vigilate: quia adversárius vester, diábolus, tamquam leo rúgiens círcuit, quaérens quem devóret: which resistite fortes in fide, dice san Pedro.

[Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que se exalten en el tiempo de la venida... Sed sobrios, sed vigilantes. Vuestro enemigo, el diablo, anda como león rugiente, buscando a quien devorar. Resistidle firmes en la fe]

Guardaos de los falsos cristos y de los falsos profetas -dice siempre el Señor- aunque estén sentados en el Vaticano o vestidos de ignacianos - añadimos hoy.


Notas:

1 - Sólo es posible un nuevo estímulo a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares, que debe reconocer que, dado que "el grado de responsabilidad no es el mismo en todos los casos", las consecuencias o efectos de una norma no tienen por qué ser siempre los mismos (Amoris laetitia, n. 300) - Ni siquiera en lo que se refiere a la disciplina sacramental, ya que el discernimiento puede reconocer que en una situación particular no hay falta grave (Amoris laetitia, nota 336).

2- Doctrina es una palabra que no me gusta mucho, lleva consigo la imagen de la dureza de la piedra. En cambio, la realidad humana es mucho más matizada, nunca es blanco o negro, está en continuo desarrollo… - Pregunta: Entiendo que para usted prima la praxis del discernimiento sobre la doctrina… - Respuesta: Sí, pero la doctrina es parte del discernimiento. Un verdadero discernimiento no puede ignorar la doctrina... - Pregunta: Pero puede llegar a conclusiones diferentes a la doctrina... - Respuesta: Sí, porque la doctrina no reemplaza al discernimiento y ni siquiera al Espíritu Santo. (Entrevista con Giuseppe Rusconi, 18 de febrero de 2017, en italiano aquí) - Vea también el artículo de Giovanni Servodio, Jesuitas modernos dispuestos a reescribir el Evangelio (en italiano aquí).

3- “Lo que Dios ha unido…”, National Catholic Reporter (en inglés aquí).


Una Vox


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