Por Aurelio Porfiri
A muchos les han sorprendido las reacciones que se han producido en algunos círculos tradicionales tras el Motu proprio Traditionis custodes y el posterior documento de aplicación. Algunos institutos reaccionaron con sorpresa pero, al parecer, no con la claridad necesaria para reafirmar un derecho que no parece revocable, o no debería serlo. En la Navidad de 2021 se produjo la reacción de la Fraternidad de San Vicente Ferrer, una comunidad de antigua observancia dominicana en Chémeré-le-Roi, Francia, cuyo fundador y prior es el padre Louis-Marie de Bligniéres. En nombre del prior, han publicado una carta a la que me gustaría hacer tres observaciones.
1) La identidad de los institutos Ecclesia Dei es preservar la Misa Tradicional. Parece innecesario señalar que la Misa Tridentina es parte de la razón de ser de estos Institutos. El prior afirma: “Como fundador de uno de estos Institutos, responderé espontáneamente:" ¡La liturgia tradicional es nuestro propio ser! además, parte de la riqueza inmemorial de la Iglesia, que no puede desaparecer porque forma parte de su patrimonio indisponible. Querer sacarla del "perímetro visible de la Iglesia católica" (como decía Jean Madiran) es una operación imposible, porque contradice la esencia. Finalmente, para los que hemos hecho nuestros votos según Constituciones impregnadas de Liturgia Tradicional, es una invitación a rechazar la forma en que Dios quiere que seamos santos", como dice Santa Isabel de la Trinidad sobre su Regla”. En definitiva, parece que ni siquiera se deberían decir estas cosas, pero en realidad es precisamente ahí donde radica el problema, es decir, que la forma en que Dios quiere que seamos santos según la Tradición de la Iglesia se rechaza como algo que hay que temer. Estas iniciativas legislativas sólo pretenden desanimar a quienes se inspiran en esta Tradición.
2) El honor de la Santa Sede. Otra reflexión se refiere al honor de la Santa Sede en sus decisiones legislativas. El prior señala con razón que no es posible ver cambios bruscos de un pontificado a otro, de lo contrario se condena a la Iglesia, digo, a estar en un estado constante de mares tormentosos. El prior afirma: "Hay otra razón por la que este abandono es imposible: el honor de la Santa Sede. En cuanto a los sacerdotes y fieles respetuosos con la autoridad jerárquica, pero para los que la reforma litúrgica constituye una verdadera dificultad, la Santa Sede les ha asegurado: "Se tomarán todas las medidas para garantizar su identidad en la plena comunión de la Iglesia católica". Ha consagrado estas disposiciones en los Decretos de erección de nuestros Institutos y ha confirmado nuestras Constituciones. Estos textos solemnes explican claramente nuestro apego a las pedagogías tradicionales de la fe, especialmente en materia litúrgica. Según el principio pacta sunt servanda, la Suprema Autoridad de la Iglesia no puede faltar a su palabra". No sólo eso, quiero añadir, sino que esto casi justifica a los que han decidido no creer en la buena fe de la Santa Sede y seguir por su cuenta, ¿crees que se equivocan?
3) El bien de los fieles. Aquí se juega una de las batallas hermenéuticas decisivas, porque mientras los Institutos Tradicionales creen que el bien de los fieles está en garantizarles la riqueza de la Tradición, para la Santa Sede es en cambio que estén cada vez más inmersos en la Iglesia del Vaticano II, que lamentablemente sabemos bien a qué deriva ha llegado. El prior señala al final de su mensaje: "Por último, tal proceso de cambio litúrgico perjudicaría gravemente a un gran número de fieles. Ya no entienden las restricciones impuestas a la celebración de la Misa Tradicional. Su consternación por la pérdida de esta liturgia que alimenta su vida interior sería inmensa. ¿Y cómo podrían aceptar ser tratados de esta manera, en contra de su conciencia ilustrada y apoyada por las palabras de los Papas anteriores, a cientos de sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas, que han permanecido fieles a la jerarquía católica después de treinta y tres años, a veces a costa de grandes sacrificios? La fidelidad a la Liturgia Tradicional es nuestro deber y la alegría de contribuir así a "la misión de salvación de la Iglesia. Que el Niño del Belén y su Madre Inmaculada os bendigan, queridos míos, y os mantengan en la Esperanza". Ciertamente, la esperanza nunca debería abandonarse, pero se debilita cada vez más en tantos fieles que se preguntan por qué en una Iglesia que canta las alabanzas de la diversidad, la única no permitida es la Tradición.
En resumen, es legítimo preguntarse por qué existe esta guerra en los últimos años contra las Formas Tradicionales de la Liturgia y si las reacciones de los institutos Ecclesia Dei han sido siempre adecuadas. Me parece que la de la Fraternidad de San Vicente Ferrer es, al menos, una de las más dignas.
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