Por el Padre Federico
Vivimos bajo la Sharia Sanitaria. La Sharia Islámica es indeciblemente perversa y absurda, pero se limita a espacios reducidos regidos por algún jeque o terrorista que quiere llevar los tenebrosos mandatos coránicos hasta el extremo de la coherencia interna (no veritativa), pero la Sharia Sanitaria es global y llega hasta las mismas periferias del África Negra donde incontables niños sufren sarnas caninas (y nadie los atiende) pero los escasos puestos de salud previenen contra el covid, aunque no se tenga la sospecha, siquiera remota, de algun “caso”.
No importa si uno camina por el metálico aeropuerto de Frankfurt o las desoladas sabanas africanas, la influencia inapelable de la Sharia Sanitaria estará ahí -con mayor o menor grado de agresividad según sea la solvencia económica del paraje- dictaminando interminables y agotadoras normas conductuales, que son suficientes para dañar o aún quebrar la salud psíquica del ser humano promedio.
Si uno tiene que hacer un vuelo, aunque dure doce interminables horas, uno deberá llevar el bozal oficial, incluso cuando uno esté durmiendo, aún cuando esto dificulte la respiración, so pena de ser entregado a la policía -como nos amenazaron al ir al África-. Si uno quiere entrar a Europa sin tener la papeleta de inoculación, uno podrá ser interrogado hasta la náusea (al mejor estilo de la policía estalinista) corriendo serio riesgo de ser deportado, como nos acaba de suceder hace unas horas, en las que padecimos el más surrealista de los interrogatorios kafkianos.
Contradiciendo toda la narrativa garanto-derechohumanista (aquella que condena a la sociedad a convivir con criminales cuyas maldades permanecen oficialmente impunes), olvidando toda la perorata de la no-discriminación y el respeto a la diversidad, clausurando toda apertura al benemérito diálogo, prohibiendo por decreto la libre publicación de investigaciones científicas en curso sobre la llamada “pandemia”, el Nuevo Orden Mundial -cuya casta dominante, al fin de cuentas, es siempre la misma (aunque nadie pueda hacer alusiones demasiado específicas al respecto)- está desplegando un ataque, cada vez más furioso, contra aquellos seres humanos que no quieren ser inoculados por una vacuna experimental cuyos efectos secundarios nadie conoce.
No importa que hayan incontables reportes sustentados por médicos en funciones que afirmen que muchos vacunados murieron repentinamente luego de haber sido inyectados por las jeringas covidianas. No importa que las convenciones internacionales de post-guerra prohíban las vacunaciones obligatorias. No importa que los holdings empresarios que fabrican las vacunas hayan sido dispensados por los gobiernos de indemnizar a las potenciales víctimas de sus vacunas experimentales. No importa que sea ilegítimo obligar a las personas a ser conejos de laboratorio para experimentos médicos (o sociales).
Nada de eso importa, más, quien cuestione, proteste o resista será condenado por la Sharia Sanitaria, cada día más dura en sus malditas imposiciones.
Alguno pondrá en cuestión nuestra capacidad para referirnos a tópicos médicos siendo que no somos ni galenos ni versados en ciencias biológicas, mas esta objeción -que demostró ser eficaz para callar a muchos que quisieron resistir la tiranía covidiana- es en realidad un sofisma ya que así como no hace falta ser filósofo para refutar a los intelectuales que pontifican que “todo es relativo” ni es menester ser economista para darse cuenta de los efectos ruinosos de la usura, así tampoco hace falta ser virólogo para descubrir que no se puede poner al mundo entero en cuarentena por tiempo indefinido por un virus cuyas tasas de mortalidad son extremadamente inferiores a muchas de las enfermedades existentes o para afirmar que no se puede imponer una inyección experimental a ningún hijo de mujer.
Llama la atención que los cerebros de la Sharia Sanitaria, v.gr. Bill Gates, estén tan preocupados de salvar vidas cuando ellos mismos públicamente impulsan la agenda de reducción de la población mundial, a tal punto que una de las féminas más poderosas de la faz visible de la élite globalista haya declarado que habría que dejar morir a los ancianos a partir de cierta edad para dejar más espacio a los jóvenes.
Por último, nos sorprende el caso de Malawi, donde vivimos. Es el tercer país más pobre de África. Buena parte de la población padece sida, malaria, sarna entre otras espantosas dolencias y, hasta donde vimos, el Gobierno hace poco y nada -por falta de recursos-, pero el país entero se paró durante un año entero por un virus llamado “covid”. No hace falta ser médico para descubrir que esto es absurdo, pero si uno sugiere algo así, es suficiente para ser clasificado como miembro del más “peligroso” de los grupos: los sostenedores de la existencia de conspiraciones.
Conspiremos, entonces, denodadamente contra la Sharia Sanitaria, que es la conspiración global contra el sentido común y sepamos que nuestra falta de reacción (y conspiración) acelerará y radicalizará el fundamentalismo covidiano hasta que nadie pueda comprar o vender si no se somete a los feroces dictados de la Sharia Sanitaria, que bien puede ser uno de los medios de los que se valga el Anticristo para establecer su gobierno mundial, que ciertamente tendrá lugar (próxima o remotamente) y más ciertamente aún será fulminado con el solo abrir de la parresíaca boca de nuestro señor Jesucristo, en cuyas heroicas filas militamos, contra el mundo, la carne, el Diablo y su última invención: la Sharia Sanitaria, que es el opuesto por el diámetro de la Santa Cristiandad.
Hoy nos recluyen en cuareternas o nos fuerzan a inyectarnos drogas ignotas, mañana podrán secuestrarnos en campos de concentración para “no-vacunados” hasta que muramos sin sacramentos y sin que nuestra familia se entere.
Reaccionemos ahora o pronto podrá ser demasiado tarde.
Padre Federico
Misionero Ad Gentes
Post-Post: algunos siguen sin entender la relación entre el extremismo covidiano y las “cuestiones religiosas”. No se hagan problema. Ahora les explico algunas de las relaciones.
- En medio mundo, están enGELando el SSmo Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo o entregándolo en las manos perdiéndose incontables divinas partículas.
- A muchos sacerdotes, los obispos nos prohíben dar los Santos Sacramentos si no nos vacunamos con una vacuna experimental de efectos colaterales (o directos) desconocidos, que aparentemente ya se llevó muchas vidas (lo cual está prácticamente confirmado) hecha con tremendos fines de lucro, siempre o casi siempre, luego de haber experimentado con bebés masacrados en el seno materno.
- Se obstaculizan in extremis los viajes de los misioneros a tierras de misión. Alrededor de una decena de voluntarios no pudo venir a nuestra misión por las restricciones “sanitarias”. ¿Cuántas almas serán perjudicadas por este déficit de misioneros?
- Multitudes de personas murieron sin Sacramentos por culpa de ridículas (y diabólicas) restricciones covidianas.
- Por primera vez en la Historia, desde el Edicto de Milán (313), se suspendió la celebración pública del Sacrificium Missae en casi todo el orbe.
- La celebración de Semana Santa del 2020 y 2021, la Navidad del 2020 y probablemente la del 2021 fueron prácticamente canceladas.
Dejarse arrastrar por el fanatismo sanitario nubla la razón.
Post-post-post: no se pierdan este video sobre la imbecilidad a la que llegan los ideólogos de la Sharia Sanitaria: https://mobile.twitter.com/_evelynrae/status/1466712921266814977
Mar Adentro
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