miércoles, 22 de abril de 2020

EL DÍA DE LA TIERRA NO ES DE PRECEPTO

Mientras los fieles piden sacramentos y tienen sed de realidades sobrenaturales, Su Santidad puso toda su pasión en pedir por la unidad de la Unión Europea y, en la audiencia general, por clamar por la Naturaleza en el Día de la Tierra, una fiesta absolutamente secular.

Por Carlos Esteban

Y no, no es una fiesta del calendario litúrgico, sino uno de esos ‘días internacionales’ instituidos por las Naciones Unidas. En este caso, su promotor fue el senador estadounidense Gaylord Nelson, famoso por su obsesión por las píldoras anticonceptivas (llegaron a ser conocidas como ‘píldoras de Nelson’), que lo instauró para crear una conciencia común a los problemas de la sobrepoblación.

Sin embargo, Su Santidad ha aprovechado la festividad para lanzar un apasionado mensaje en el que ha insistido en su ya conocida tesis de que la pandemia que sufrimos, si bien de ningún modo es un castigo o advertencia de Dios, sí es una ‘respuesta’ de la Tierra.


“La Tierra no perdona, si nosotros hemos deteriorado la Tierra, la respuesta será muy contundente”
. Es cierto que la Tierra no perdona, pero tampoco deja de perdonar: sencillamente, porque la Tierra no es un ente unitario autoconsciente.

En cuanto a su ‘deterioro’, la pregunta obvia es “¿respecto a qué?”. Es decir, ¿hay un estado concreto del planeta que sea el óptimo, y todo lo que se aleje de él es deterioro? Marte es otro planeta de nuestro sistema solar, totalmente fuera de nuestro alcance hasta hace muy poco, como Venus, Urano, Saturno y todos los demás. Y todos están perfectamente muertos, mientras que el nuestro está lleno de vida.

Por lo demás, la propia Tierra ha eliminado cerca de nueve de cada diez especies que hayan existido, mucho antes de que apareciera el hombre. Porque la naturaleza no conoce la ‘stasis’, está siempre cambiando y la vida se está siempre adaptando. No hay un momento en la vida del planeta del que podamos decir: “¡Este! ¡Esta es la Tierra como debe ser ahora y para siempre, con este clima justo y esta precisa diversidad biológica!”. Ni siquiera extinguiéndonos lograríamos que la Naturaleza no cambiase y que las especies -a la larga, todas- se extinguiesen.

Del mismo modo, es difícil saber a qué se refiere el Santo Padre cuando dice que “hemos pecado contra la Tierra”. No podemos pecar contra la Tierra. Podemos pecar usando mal la creación, descuidándola, contaminando -aunque, como pecado personal, es ciertamente elusivo para la mayoría no responsable de una multinacional o un gobierno-, pero no contra ella, como si fuera un ser personal, como si existiera la Pachamama, que se venga y responde y tiene una pataleta. No hay otro Dios más que Dios.

En cualquier caso, qué medidas tengan que tomarse para cuidar convenientemente la naturaleza son cuestiones técnicas sobre las que, en principio, la autoridad de nuestros pastores es nula, mientras que quitan tiempo y energía para responder al hambre de Dios de los fieles.


Infovaticana


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