sábado, 8 de diciembre de 2018

¿QUÉ SIGNIFICA LA CORONA DE ADVIENTO?

La corona en forma de círculo significa que no tiene comienzo ni fin, es el símbolo de la eternidad de Dios y del reinado eterno de Cristo. Las cuatro velas de Adviento simbolizan las grandes etapas de la salvación en Cristo.

La vela siempre tuvo un significado especial para el hombre, sobre todo porque antes de ser descubierta la electricidad ella era la victoria contra la oscuridad de la noche. A la luz de las velas, San Jerónimo traducía la Biblia del griego y del hebraico para el latín, en las grutas oscuras de Belén donde Jesús nació.

En casa, a la noche, cuando falta la energía, todos corren atrás de una vela y de un fósforo, todavía hoy.

Encender velas nos hace recordar también la fiesta judaica de «Chanuká», que celebra la retoma de la Ciudad de Jerusalén por los hermanos macabeos de las manos de los griegos del Rey Antíoco IV.

Antes de la era cristiana los paganos celebraban en Roma la fiesta del dios Sol Invencible (Dies solis invicti) en el solsticio de invierno, el 25 de diciembre. La Iglesia sabiamente comenzó a celebrar la Navidad de Jesús en este día, para mostrar que Cristo es el verdadero Dios, el verdadero Sol, que trae en sus rayos la salvación. Es la fiesta de la luz que es el Cristo: «Yo Soy la Luz del mundo» (Jn 12, 8). En Navidad descendió a nosotros la verdadera Luz «que ilumina a todo hombre que viene a este mundo» (Jn 1, 9).

En la llama de la vela están presentes las fuerzas de la naturaleza y la vida. Cada vela marca un año de nuestra vida en la torta de aniversario. Para nosotros cristianos simbolizan la fe, el amor y el trabajo realizado en pro del Reino de Dios. Velas son vidas que se inmolan en la liturgia del amor a Dios y al prójimo. Todo esto fue llevado a la liturgia del Adviento. Con ramos de pino una corona con cuatro velas prepara los corazones para la llegada del Dios Niño.


Explicación de la Corona

En estas cuatro semanas somos invitados a esperar a Jesús que viene. Es un tiempo de preparación y de alegre espera del Señor. En las dos primeras semanas de Adviento, la liturgia nos invita a vigilar y esperar la venida gloriosa del Salvador. En las dos últimas, la Iglesia nos hace recordar la espera de los Profetas y de María por el nacimiento de Jesús.

La Corona es el primer anuncio de la Navidad. El verde es señal de esperanza y vida, adornada con una cinta roja que simboliza el amor de Dios que se manifiesta de manera suprema en el nacimiento del Hijo de Dios humanado. La blanca significa la paz que el Niño Dios vino a traer; la rosa significa la alegría de su llegada.

La Corona está compuesta de cuatro velas en sus esquinas presas a los ramos formando un círculo. El círculo no tiene comienzo ni fin, es símbolo de la eternidad de Dios y del reinado eterno de Cristo. Cada domingo se enciende una de ellas.


Las cuatro velas de Adviento simbolizan las grandes etapas de la salvación en Cristo

1. En el primer domingo de Adviento, encendemos la primera vela - roja - que simboliza el perdón a Adán y Eva. Cristo descendió a la Mansión de los muertos para darles el perdón.

2. En el segundo domingo, la segunda vela - verde - encendida con la primera, representa la fe de los Patriarcas: Abraham, Isaac, Jacob, que creyeron en la Promesa de la Tierra Prometida, Canaán de los hebreos; de allí nacería el Salvador, la Luz del Mundo.

3. La tercera vela - rosa -, simboliza la alegría del rey David, el rey que simboliza el Mesías porque reunió bajo su reinado todas las tribus de Israel, así como Cristo reunirá en sí todos los hijos de Dios. Es el domingo de la alegría. Esta vela tiene un color más alegre, el rosa o púrpura claro.

4. La última vela - blanca - simboliza los Profetas, que anunciaron un reino de paz y de justicia que el Mesías traería.


Todo eso para recordarnos lo que anunció el Profeta:

«Una rama saldrá del tronco de Jesé, y un retoño brotará de sus raíces. Sobre él reposará el Espíritu del Señor, Espíritu de sabiduría y de entendimiento, Espíritu de prudencia y coraje, Espíritu de ciencia y de temor al Señor» (Is 11,1-2).

«El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos. Acrecentaste el regocijo, hiciste grande la alegría. Alegría por tu presencia, cual la alegría en la siega, como se regocijan repartiendo botín. Porque el yugo que les pesaba y la pinga de su hombro - la vara de su tirano - has roto, como el día de Madián. Porque toda bota que taconea con ruido y el manto rebozado en sangre serán para la quema, pasto del fuego. Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre ̏Maravilla de Consejero˝, ̏Dios Fuerte˝, ̏Siempre Padre˝, ̏Príncipe de Paz˝. Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y consolidarlo por la equidad y la justicia. Desde ahora y hasta siempre, el celo de Yahveh Sebaot hará eso.» (Is 9,1-6).

Gaudium Press


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