Por Beatriz de la Rosa
Martin Luther King Jr., máximo defensor de los derechos civiles frente a la segregación racial, llegó a decir que “nuestras vidas empiezan a morir el día que guardamos silencio sobre las cosas que importan”.
Esta máxima ha formado parte del discurso de la escritora y conferenciante pro-vida (organización Bound4Lifeblo) Christina Marie Bennett que lleva una década denunciando el genocidio que está sufriendo la comunidad negra.
Para Christina Marie, de origen afroamericano, hablar del aborto es contar su historia personal. Su madre acudió a un hospital para abortar con un ataque de ansiedad… carecía de los medios económicos y de ayuda necesaria para criar a un hijo.
“El ordenanza del hospital vio a mi madre llorando en la sala de espera, se acercó a ella y le preguntó si creía que estaba haciendo lo correcto, mi madre asintió y él le dijo: ‘Dios te dará las fuerzas que ahora mismo no tienes”, explica.
Y continúa: “En ese momento el médico llamó a mi madre, cuando entró en la sala ni siquiera habían limpiado la sangre del aborto anterior, mi madre quiso salir de allí, había cambiado de opinión… pero el médico la forzó a quedarse, le dijo que ya era demasiado tarde… que ya había pagado…pero mi madre fue más valiente que la situación y se marchó”.
“Esa conversación con el ordenanza me salvó la vida, ¿pero cuantos bebés negros han sido asesinados antes de nacer por su raza… por el color de su piel?”, se pregunta la activista pro-vida.
Bennet denuncia el derramamiento de sangre de la comunidad negra en Estados Unidos y el mundo, según afirma la activista “estamos ante un gran genocidio del que nadie habla”.
Pero asociaciones pro-vida están empezando a romper esa ley de silencio, después de décadas.
Desde la legalización del aborto en 1973 en Estados Unidos, más de 15 millones de bebés negros han sido abortados. En concreto el 31% de las personas abortadas en el país son de color. Es decir, al día un promedio de 1.876 bebés negros son abortados en Estados Unidos.
Hasta la propia comunidad abortista es consciente de la cantidad de abortos “negros” que se producen.
Desde el Instituto Guttmacher aseguran que las mujeres de color tienen un 5% más de probabilidades para abortar que las mujeres blancas.
Persecución a la mujer negra embarazada
Ese 5% más de probabilidades no es casual, no es porque su organismo sea más débil que el de las mujeres blancas, sino porque la población de color sufre fuertes presiones del sistema para que aborten. Lo cual, a su vez, tiene que ver con la situación económica y social de la población afro, generalmente inferior a la de los blancos.
Pero nada de esto es pura coincidencia, como denuncian ahora los afroamericanos pro-vida. El gran perpetuador de estos abortos es sin duda el gigante abortista Planned Parenthood. De hecho, en sus centros abortan al 30% de los bebés de color, lo que supone que cada día 266 bebés negros son asesinados antes de nacer.
La comunidad pro-vida ha denunciado además, que Planned Parenthood construye sus abortorios cerca de los barrios donde haya más población negra y con recursos limitados. Pero no para ayudar a las mujeres embarazadas de la zona, sino que los usan para explotar, segregar y juzgarlas en base a su pigmentación.
Ya lo indicaba el cofundador de ‘Radiance Foundation’, Ryan Bomberger durante la campaña pro-vida #BlackLivesMatter “solo para poner las cosas en perspectiva, Planned Parenthood mata más negros desarmados en un día de los que la policía es acusada en un año”.
La eugenesia no fue un invento nazi
Pero lo único que hace la multinacional es seguir al pie de la letra el propósito eugenésico y supremacista de su fundadora, Margaret Sanger, que desde que puso en marcha ‘International Planned Parenthood Foundation’, en los años 30, centró sus actividades y campañas en barrios pobres de minorías raciales negras y latinas para mantener a raya el control natal.
Buscaba el exterminio racial a través del aborto. La prueba es más del 40% de los a bortos realizados por la multinacional en los Estados Unidos son de personas de raza negra y otras minorías.
Y eso que Sanger trató de que pareciera un accidente: llegó a decir: “No queremos que se corra la voz de que queremos eliminar a la población negra”.
Lo cual conectaba con su ideología eugenésica -y otros intelectuales anglosajones de finales del siglo XIX y comienzos de siglo XX, como el británico Francis Galton-. Todos ellos querían acabar con el débil y fomentar una raza de purasangres.
Los testimonios escritos de Sanger son elocuentes: “Nos encontramos en una situación en la que nuestras instituciones de beneficencia, nuestros actos de compensación, nuestras pensiones, nuestros hospitales, incluso nuestras infraestructuras básicas, tienden a mantener con vida a los enfermos y a los débiles, a los cuales se les permite que se propaguen y, así, produzcan una raza de degenerados”
Una idea muy similar al racismo que caracterizaba a la Alemania nazi y que se ha ido camuflando con los años en una sociedad aparentemente democrática como la norteamericana.
Y no sólo eso, sino que además EEUU y Naciones Unidas pretenden exportar el genocidio a Africa, a través de sus planes anticonceptivos y abortistas, chantajeando a los gobiernos de esos países a cambio de ayudas al desarrollo.
Actuall ya contaba cómo incluso Estados Unidos ha expandido el negocio del aborto en África por encima de la soberanía de cada nación y de sus ciudadanos, en una nueva forma de colonialismo.
La fundadora de Cultura por la Vida en África, la ugandesa Obianuju Ekeocha ha expuesto seis puntos denunciando el colonialismo encubierto que practica EEUU con la financiación del aborto.
Pero los hechos son ya inocultables. Singularmente en EEUU. La organización de derechos civiles Black People Against Abortion (Personas Negras Contra el Aborto) ha asegurado que en los últimos 40 años, han muerto más personas de raza negra abortados que la suma de los que han perdido la vida por el sida, el cáncer, la diabetes, enfermedades cardíacas y crímenes violentos, incluidos los del Ku Klux Klan.
El objetivo de este tipo de organizaciones afroamericanas y pro-vida es desenmascarar la pulsión eugenésica de Planned Parenthood y desmentir el tópico de que la multinacional lucha por la salud de la mujer.
No lo tienen fácil porque el tópico “progre” acuñado por el cine, la moda o la publicidad pretende hacer creer que la multinacional lucha por los derechos humanos. No ayuda nada que muchas celebridades de Hollywood continúen viendo a Margaret Sanger o a la actual presidente de Planned Parenthood, Cecile Richards como “las grandes salvadoras de las mujeres”.
Actuall
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