jueves, 31 de julio de 2008

¿CÓMO COMENZÓ TODO EN ANGUERA?



Historia de las Apariciones de la Virgen de Anguera


El amor que Dios tiene por cada uno de nosotros lo demuestra de varias formas y hoy somos llamados a ser agradables ante sus ojos, e incansable quiere a cualquier costo nuestra salvación. Una de las formas que escogió para darnos señales de su gloria y bondad fue con la presencia de su Santa Madre, para que más de una vez recordemos cual el es único camino que nos llevará a la salvación. María viene hoy, una vez más, como intercesora de Jesús y para que no olvidemos que Él no tardará en volver.

Nuestra Señora, Reina de la Paz, se está apareciendo en Anguera, Bahía, provincia de Brasil, para traernos mensajes de paz, amor y conversión. Es la madre de los pobres, de los débiles, de los humildes y de aquellos que se han alejado de la Fe. Cada día que pasa, por causa de nuestros pecados, nuestra pobreza espiritual tiende a ser mayor y María viene a llenarnos del amor de Dios, aliviar nuestros sufrimientos y llevarnos al encuentro del Todopoderoso. No podemos dejar de reconocer la grandeza del amor que Dios tiene por nosotros, revelado por la gran gracia que está aconteciendo en Bahía, Brasil, desde 1987. Nuestra Señora, con la venia de Dios, se está apareciendo a un joven de nombre Pedro Regis Alves, en la hacienda Nueva Malhada, municipio de Anguera. Sin duda han sido años de grandes transformaciones interiores para muchas personas -creyentes y no creyentes-, años de muchos cambios en los corazones de aquellos que buscan los mensajes divinos transmitidos en aquel lugar; años de bendiciones y gracias que María, la madre de Jesús, está derramando en aquel lugar sagrado, en ese pedacito del cielo. Es con gran alegría que aquí hago un pequeño relato de cómo todo comenzó y acontece a la fecha.

Conozcamos un poco más del confidente:




Pedro Regis es el tipo de joven que por sus características físicas y personales difícilmente sería notado en un grupo de personas como alguien que recibe y transmite heroicamente ante todo tipo de dificultad los mensajes de la madre de Dios al mundo. Creció como un campesino humilde en una pequeña hacienda del interior de Bahía, Brasil, en un lugar que seguramente si no fuera por la manifestación de María sería una ciudad más, adormilada y olvidada.

Cursó la educación básica en Anguera. Hijo de Don Jonás y doña Amalia, quienes gozan de toda credibilidad en la comunidad. Pedro tiene 14 hermanos, personas simples, simpáticas y acogedoras que conversan con mucho amor con todos los que visitan el lugar, ejerciendo así un verdadero apostolado junto a Pedro, por el amor a la Virgen.

Viven del cultivo del maíz y la mandioca. La vida de ellos cambió mucho desde el inicio de las apariciones. Rezan el rosario todos los días, ayunan los viernes, sólo pan y agua, y buscan seguir con fe el camino de Cristo. Son raros los días en los cuáles no hay peregrinos en su casa, donde hay poco confort material, sin embargo, se ha convertido en un lugar acogedor para los peregrinos que arriban. Es conmovedor ver esa casa humilde completamente abierta a todo el que llega a pedir hospedaje.

La vida de Pedro fue siempre normal, como la de cualquier persona sencilla, con la excepción de que a los 14 años de edad tuvo un sueño con el niño Jesús -ese sueño sería confirmado más tarde por Nuestra Señora-, sin embargo esto fue lo único extraordinario que aconteció. El sueño fue interpretado sólo como eso a pesar se su sublime significado. Sin ningún problema de salud, a los 17 años de vida, un año antes de las apariciones, Pedro comenzó a sufrir diariamente de desmayos. Lo llevaron con diversos médicos en búsqueda de un diagnóstico, nada anormal le fue encontrado, sin embargo la misteriosa enfermedad persistía. El 29 de septiembre de 1987, día de los Santos Ángeles, tres meses después de haber cumplido 18 años de edad, cuando volvía del colegio en compañía de un amigo, Celestino Cruz, sintió que las fuerzas le faltaban y apoyándose en el suelo presintió que perdería el sentido, se desmayó sobre un hormiguero ya cerca de casa.

Mientras Celestino asustado corría a la casa de Pedro en busca de ayuda, una hermosa dama ataviada con un vestido blanco de infinita luminosidad, -vestimenta que Pedro describió como un hábito de monja-, lo tomó por los brazos sin ningún esfuerzo y lo alzó diciendo: “Te voy a levantar”.

Pedro quedó extasiado con la visión y su pecho se llenó de una alegría como nunca antes había sentido, sin embargo, en forma repentina ella desapareció. Pedro aún confuso por lo que le había pasado volvió a perder el sentido. Pocos instantes después la familia lo encontró en la entrada de la escuela “Capitán Domingo Marques”, cerca del lugar donde se había desmayado en su encuentro con aquella mujer vestida de luz, con sus pertenencias a su lado, un sombrero y sus libros; sombrero que aún guarda cariñosamente su madre, doña Amalia.

Después de ser llevado a su casa, Pedro permaneció desmayado por dos horas y al despertar preguntó por la “monja” que lo había levantado del suelo. A pesar de la sublime visión, despertó bastante confuso y razonó sobre la lógica de lo que había visto. Pensó que aquella mujer pudo ser una “monja”, hija de alguna vecina. Todos se extrañaron porque no había ninguna religiosa que viviera por esos lugares. Después no se le dio mayor atención al hecho porque se pensó que el muchacho había delirado. Al día siguiente Pedro fue a Feira de Santana, principal ciudad de la región para someterse a exámenes de cardiología, neurología y psiquiatría, los cuales no revelaron ninguna anormalidad, aun a si persistía el misterio y la angustia.

El primer día de octubre del mismo año, Pedro estaba en un cuarto conversando con dos de sus hermanas cuando se desmayó. Al recobrar el sentido vio a aquella Dama de Luz que lo había ayudado e intentó presentarles a sus hermanas, que para su sorpresa no la veían. Ella solicitó a Pedro que sus hermanas se retiraran. Las dos aún confusas salieron, sin embargo espiaron por un hueco de la puerta y vieron que Pedro conversaba con alguien mirando hacia un punto fijo de la habitación sin emitir sonido alguno. Ella le aconsejó contactar al primer sacerdote que le viniera al pensamiento, porque sería quien le ayudara. Se le ocurrió el nombre del presbítero Hermenegildo de Castorano, párroco de São Gonzalo dos Campos.

Le pidió también que su familia rezara el rosario todos los días y además le confió un secreto. Pedro llamó a sus hermanas que lo observaban de forma sorprendida y les dijo que la mujer vestida de “monja” estaba allí a su lado. Una de las hermanas preguntó: “Quién es esa monja”. Pedro contestó: “Es Nuestra Señora”, y comentó que le prometió que volvería antes de desaparecer.

Pedro pidió que llamaran a Hermenegildo de Castorano por haber sido aquel que Nuestra Señora le indicó a través de su pensamiento. No lo conocía personalmente, sólo sabía su nombre por las misas que celebraba por la radio. Fue a buscarlo y le narró todo lo que la había sucedido y el secreto que le fue confiado. El sacerdote, después de reflexionar por algún tiempo, con la cabeza baja y apoyándose sobre hombro de Pedro, repitió aquello que Nuestra Señora ya le había dicho: “Hijo, yo voy ayudarte”.

El día 3 de octubre de 1987, alrededor de las seis de la tarde, Pedro y su familia rezaban el Rosario cuando oyó una voz que lo llamaba desde fuera de su casa. Él le pidió a una de sus hermanas que fuera a ver quién era; una de ellas salio al jardín y no vio a nadie, sin embargo Pedro continuaba escuchando el llamado de forma cada vez más nítida y entonces reconoció la voz de aquella Mujer. Decidió salir y asustado vio, cerca del pozo ubicado a unos 50 metros de su casa, una gran luz en forma de arco que lo guió hacia el lugar.

La madre y las hermanas intentaron desesperadamente detenerlo porque ya estaba oscuro y temían que el joven cayera dentro del pozo; por su debilitada salud y por esa extraña reacción pensaban que estuviera poco cuerdo. Sin embargo una de sus hermanas vio un gran rayo de luz partiendo del cielo que cayó en el lugar hacia donde Pedro se dirigía. Al ver esto quedó deslumbrada y pidió a la madre y a su otra hermana que no le impidieran al muchacho ir hacia el lugar. Pedro prosiguió su caminar seguido de las miradas cuidadosas de su madre y hermanas.

Cuando Pedro llegó cerca de la luz, como movido por una fuerza inexplicable, cayó de rodillas en el suelo y fijó la mirada en un punto del horizonte. Vio envuelta en luz, como vestida por el sol, a la misma mujer de las dos veces anteriores, quien le pidió que continuara orando, contara lo que había visto y que a partir de aquel día, quedaría curado de los desmayos, porque su “enfermedad” había sido una preparación para las apariciones y dijo: “No tengáis miedo, pues Yo soy la Madre de Jesús y estoy aquí porque preciso de ti para ayudar a mis pobres hijos, que necesitan de mi auxilio”.

Además, le pidió que hiciera una cruz de madera y la colocara en ese mismo lugar. De pronto, sonriendo, desapareció. Pedro no tuvo miedo, sin embargo para asegurarse de que no estaba enloqueciendo y que Ella hablaba con la verdad, buscó la ayuda y la orientación del padre Hermenegildo, quien estaba seguro de que era la madre de Jesús. Desde entonces en ese lugar de su humilde casa se dan sin cesar las apariciones delante de la cruz de madera.

El día 10 de febrero de 1989, Pedro sufrió una parálisis en las piernas y quedó en cama sin poder moverse. Los médicos lo examinaron pero no lograron diagnosticar el caso. Al cabo de una semana después Pedro Régis recibió una vez más la gracia de la cura. (Mensaje 137).

Sin embargo los impedimentos no cedieron. El 14 de julio de ese año, Pedro descendió del autobús cuando regresaba de la escuela y vio a dos hombres de aspecto sospechoso que se aproximaban hacia él preguntándole si era quien veía a la Santa Madre, después de contestar en forma afirmativa vio que los sujetos sacaban un arma y en el momento de dispararle, le dijeron: “¡Queremos ver que hace ella por ti ahora!”.

Ni una bala hizo blanco en el muchacho, quien vio a los dos hombres huir gritando: “¡Mira ahí, mira ahí!”. Pedro sólo recordó que Nuestra Señora hace dos meses le había dicho que algunas personas planeaban matarlo, pero que no tuviera miedo pues Ella lo protegería y los asesinos se llevarían un gran susto, lo que de hecho aconteció. Nunca se supo exactamente el motivo de esta tentativa de asesinato.

Hoy, por determinación de Nuestra Señora, el sacerdote Hermenegildo de Castorano es el guía espiritual de Pedro, quien ya llevó personalmente al Papa, en el Vaticano, muchos mensajes y una carta escrita por Pedro. En un principio las apariciones sucedían sólo los sábados, después también los miércoles y posteriormente había una aparición en cualquier día de la semana sólo para Pedro.

Las nueve de la noche de esos días, es el momento esperado por muchos peregrinos, que arriban al lugar, en autobuses, coches particulares, caballos o caminando. Nuestra Señora también aparece los días del aniversario de las apariciones y fiestas conmemorativas Marianas.

El obispo de la diócesis de Feira de Santana, don Silverio Alburquerque, recibió a Pedro para tener una conversación y le pidió que le informara continuamente del contenido de los mensajes recibidos. La iglesia se mantiene prudente y cautelosa con lo que acontece en Anguera, como se hizo con relación a las apariciones de las Vírgenes de Fátima y Lourdes, y todos los casos semejantes a éste, que en su mayoría se llevaron años para ser aceptados. Sólo después de innumerables estudios realizados por una comisión creada por el obispo Silverio de Alburquerque, de Feira de Santana, responsable de la misma, que emitirá el fallo final, que no se espera sea en un corto plazo. Sin embargo, en Anguera lo más importante son los frutos de las apariciones, como innumerables conversiones, curas, gracias, retornos a la fe de mucha gente que acude a al lugar: “Por sus frutos los conoceréis”.

“No se cosechan uvas de los zarzales ni se cogen higos de los espinos, pues éstos no dan fruto alguno. Todo árbol bueno da buenos frutos; todo árbol malo da malos frutos. Una árbol bueno no puede dar malos frutos, ni un árbol malo puede dar buenos frutos.” (MT. 7, 16-18).

Como mencionó el propio don Silverio: “No son necesarios milagros para creer en Nuestra Señora; los milagros y fenómenos son nada más que la manifestación de la gracia de Dios que en todo produce el bien. Si Usted esta leyendo este texto seguro que es una manifestación de la gracia de Dios. Nuestra Señora dice que no tiene el poder de hacer milagros, sólo su hijo Jesús lo tiene. Ella intercede junto a Él. Ella pide a Él por cada un de nosotros”.

Hoy son más de mil 800 mensajes que nuestra Madre del Cielo, con amor y preocupación, nos ha transmitido a través de Pedro, para que los hombres tengan otra oportunidad más para la conversión. Ella pide una conversión urgente. Y ¿qué es una conversión? Es comenzar, poco a poco, a alimentar más y más el espíritu con mucha fe en Dios, es esforzarnos en aplicar las enseñanzas de Jesús en nuestras vidas, en nuestras conductas, en la armonía con nosotros, con el prójimo y con la naturaleza que nos abraza.

Amar el prójimo como a sí mismo, amar a nuestro enemigo. Hacer el bien a todos, sin distinción. Perdonar a todos sin cobros e intereses, cuantas veces sean necesarias. No juzgar nadie, porque no somos jueces. Es difícil, pero si perseveramos en el camino de Cristo, con Cristo, lo conseguiremos. Somos imperfectos a causa de nuestro pecado, pero somos igualmente perfectos cuando colocamos nuestra confianza en el Señor. Y no desanimarnos aun delante del sufrimiento y de las dificultades porque Nuestra Señora nos dice que no estamos solos, muchas veces las pruebas son grandes en nuestras vidas pues eso nos hace solidarios con la cruz de Cristo.

Las apariciones son comunes en la vida de Pedro. Alrededor de las ocho y media de la noche, cuenta a los visitantes, peregrinos, creyentes o no creyentes, la historia de las apariciones; aborda algún tema social o religioso a la luz de la doctrina de la iglesia y reza el rosario con los presentes. Al final de la Salve la Reina, cae de rodillas, siempre con el rosario en la mano y mirando fijo hacia lo alto.

Nuestra Señora se presenta a Pedro como una mujer de unos 20 años de edad, aproximadamente, cabellos negros y ojos azules como el cielo. El color de su piel no lo sabe describir, porque afirma no haber visto nada parecido en la tierra. Ella posee una extraordinaria belleza, voz dulce y delicadeza en cada una de sus expresiones faciales; humilde en extremo y llena de amor al hablar. Según Pedro, es una experiencia inexplicable. Ella aparece casi siempre vestida de blanco, a veces con un manto azul, descalza y flotando a unos 30 centímetros del suelo, frente a la cruz donde los fieles depositan ofrendas florales. Envuelta por una luz intensa, Ella observa a todos los presentes y en ocasiones fija la mirada en algunas personas en particular, sonríe tiernamente, mientras habla un portugués perfecto. Se presenta siempre con las manos juntas.

El mensaje que transmite es escrito en el momento por Pedro en hojas tamaño oficio. En el momento de la aparición Pedro dice que no ve, no oye a nadie ni siente calor o frío. Nuestra Señora bendice la todos los presentes y a los objetos (rosarios, agua, velas, medallas, imágenes, etc.) que son colocados al pie de la cruz o presentados en el momento en que Pedro eleva el rosario que tiene en la mano. Inmediatamente después de la aparición, él se levanta y lee el mensaje para todos.

Lo que más impresiona en Anguera es justamente la forma sana como se busca vivir el Evangelio y la divulgación de los mensajes de la Virgen, sin ningún tipo de fanatismo. Pocos lugares en el mundo tienen una atmósfera tan tranquila y pacífica como Anguera, que desde las primeras apariciones se transformó en un de los mayores sitios de peregrinación del noreste de Brasil y sede de uno de los más impresionantes fenómenos de fe de la humanidad.

Brasil recibe una gran bendición desde aquella primavera de 1987, a través de esas apariciones, que según la propia Virgen María serán las últimas. Lo más importante en Anguera no es la tentativa de ver a la Virgen sino saber que uno será visto por ella. Muchos han sido atraídos hacia este santo lugar, de pobre y humilde condición, que conmueve por la inmensidad de las gracias que ahí son concedidas.

Creer en las apariciones de Anguera o en cualquier otra aparición de la Virgen María no constituye un dogma, aún cuando forme parte de los tesoros universales de la fe; no es necesario creer en ellas para que se alcance la salvación, sin embargo, por los frutos se conoce el buen árbol y hasta hoy esos frutos son incontables en Anguera.

Elbson Araujo del Carmo

MoralyLuces


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