viernes, 16 de febrero de 2001

QUI NUPER (18 DE JUNIO DE 1859)


ENCÍCLICA

QUI NUPER

SOBRE LOS ESTADOS PONTIFICIOS

DEL SANTO PADRE PÍO IX - 1859

A Nuestros Venerables Hermanos, los Patriarcas, Primados, Arzobispos, Obispos y demás Ordinarios en Amistad y Comunión con la Sede Apostólica.

Venerables Hermanos: Saludos y la Bendición Apostólica.

El movimiento revolucionario en toda Italia contra los príncipes legítimos ha estallado incluso en regiones cercanas a las del territorio papal. Las llamas de esta conflagración, por así decirlo, han invadido algunas de Nuestras propias Provincias; movidas por este ejemplo pernicioso y empujadas por la incitación desde el exterior, algunas de ellas se han retirado de Nuestro gobierno paterno. Pretenden, aunque con pocos apoyos, someterse a ese Gobierno italiano que durante estos últimos años ha actuado como adversario de la Iglesia y de sus legítimos derechos y sagrado ministerio. Reprobamos y nos afligimos por las acciones de esta rebelión por la que sólo una cierta parte del pueblo de estas provincias atribuladas responde injustamente a Nuestros cuidados y preocupaciones paternales. Declaramos abiertamente que el poder temporal es necesario para esta Santa Sede, a fin de que para el bien de la religión pueda ejercer el poder espiritual sin ningún obstáculo. Estos astutísimos enemigos de la Iglesia pretenden arrebatarle su soberanía temporal.

2. En medio de tal agitación os enviamos la presente carta para buscar algún consuelo en Nuestro dolor. Además, en esta ocasión también os exhortamos a que os preocupéis de hacer lo que leemos que Moisés prescribió una vez a Aarón, el sumo sacerdote de los hebreos (Nm 16) "Toma el censor, llénalo de fuego del altar, pon en él incienso y apresúrate a ir al pueblo para cumplir el rito de expiación sobre él. Porque la ira ha descendido del Señor y la plaga ha comenzado". Del mismo modo, os exhortamos a derramar oraciones como aquellos santos hermanos, Moisés y Aarón, que "se arrojaron al suelo boca abajo y gritaron: "Dios de los espíritus que da vida a todo ser viviente, ¿te vas a enfadar con todo el pueblo por los pecados de unos pocos?"". (Nm 16).

3. Por eso os enviamos la presente carta, de la que nos consolamos no poco, porque confiamos en que responderéis abundantemente a Nuestros deseos y preocupaciones. Además, afirmamos abiertamente que, dotados de la virtud de Dios como resultado de las oraciones de los fieles, sufriremos cualquier peligro y cualquier amargura antes de abandonar en modo alguno el oficio apostólico. Tampoco permitiremos nada en contra de la santidad del juramento por el que nos obligamos cuando, aunque inmerecidamente, ascendimos a la sede suprema del príncipe de los apóstoles, ciudadela y baluarte de la fe católica. En el desempeño de vuestros oficios pastorales, rezamos para que todo os resulte feliz y exitoso, venerables hermanos, y os concedemos amorosamente, como signo de la bendición celestial, la bendición apostólica a vosotros y a vuestros rebaños.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 18 de junio de 1859, en el año 14 de Nuestro Pontificado.

Pío IX


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