SAGRADA CONGREGACIÓN DE RITOS
DECRETO GENERAL
MAXIMA REDEMPTIONIS NOSTRAE MYSTERIA
Restaurar el Orden Litúrgico de la Semana Santa
Desde los tiempos apostólicos, la Santa Madre Iglesia ha tenido el celo de celebrar anualmente los mayores misterios de nuestra Redención, a saber, la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, con una conmemoración absolutamente única. En primer lugar, se recordaron en un triduo especial los momentos más altos de estos misterios, es decir, de “Cristo crucificado, sepultado, resucitado” (San Agustín, Ep. 55, 14); luego se añadió la conmemoración solemne de la institución de la Santísima Eucaristía; más tarde, el domingo inmediatamente anterior a la Pasión, se instituyó la celebración litúrgica de la entrada triunfal de nuestro Señor, Rey y Mesías, en la Ciudad Santa; a continuación tuvo lugar una semana litúrgica especial que, por la excelencia de los misterios celebrados, se llamaba "Santa" y se enriquecía con ritos muy espléndidos y sagrados.
En un principio estos ritos se celebraban los mismos días de la semana y a las mismas horas del día en que tenían lugar los sagrados misterios. Así se recordaba la institución de la Santísima Eucaristía el jueves por la tarde, en la Misa solemne de la Cena del Señor. El viernes se celebraba en horas de la tarde un servicio litúrgico especial de la Pasión y Muerte del Señor. Finalmente, en la tarde del Sábado Santo se iniciaba la vigilia solemne, que concluía a la mañana siguiente en el gozo de la Resurrección.
Pero hacia el final de la Edad Media, por diversas razones concomitantes, el tiempo para observar la liturgia de estos días comenzó a anticiparse de tal manera que todas estas solemnidades litúrgicas se retrasaban a las horas de la mañana; ciertamente con detrimento del sentido de la liturgia y con confusión entre los relatos evangélicos y las representaciones litúrgicas referidas a ellos. Especialmente la solemne liturgia de la Vigilia Pascual, al ser arrancada de su lugar propio en las horas nocturnas, perdió su claridad innata y el sentido de sus palabras y símbolos. Además, la jornada del Sábado Santo, invadida por una prematura alegría pascual, perdía su propio carácter doloroso como conmemoración de la sepultura del Señor.
En tiempos más recientes, además, se ha producido otro cambio y este más grave desde el punto de vista pastoral. Durante muchos siglos el jueves, viernes y sábado de la Semana Santa se contaban entre los días festivos, con el fin manifiesto de que todo el pueblo cristiano, libre de obras serviles, pudiera estar presente en las sagradas ceremonias de estos días. Pero en el transcurso del siglo XVII, los mismos Romanos Pontífices se vieron obligados, a causa de las condiciones completamente cambiadas de la sociedad, a reducir el número de días festivos. Urbano VIII, por lo tanto, en la Constitución Apostólica, “Universa per orbem”, del 24 de septiembre de 1642, se vio obligado a incluir el sagrado triduo de la Semana Santa también entre los días feriales, y ya no entre los días festivos.
A partir de ese momento, la asistencia de los fieles a estos ritos sagrados disminuyó necesariamente, sobre todo porque su celebración se había retrasado desde hacía tiempo a las horas de la mañana, cuando, los días de la semana, las escuelas, los negocios y los asuntos públicos de todo tipo se llevaban y se llevan a cabo en todas partes. De hecho, la experiencia común y casi universal enseña que estos servicios litúrgicos del triduo sagrado son a menudo realizados por el clero con el cuerpo de la iglesia casi desierto.
Esto es ciertamente muy lamentable. En efecto, los ritos litúrgicos de la Semana Sagrada poseen no sólo una singular dignidad, sino también una particular fuerza y eficacia sacramental para alimentar la vida cristiana; y estos ritos no pueden ser compensados suficientemente por aquellos ejercicios de devoción que suelen llamarse extralitúrgicos y que se realizan durante el triduo sagrado en las horas posteriores al mediodía.
Por estas razones, destacados expertos en materia litúrgica, sacerdotes que tienen cura de almas y, principalmente, los mismos Excelentísimos Obispos, han presentado en los últimos años fuertes peticiones a la Santa Sede, solicitando que los servicios litúrgicos del sagrado triduo vuelvan a celebrarse en las horas posteriores al mediodía, como se acostumbraba, a fin de que todos los fieles puedan asistir más fácilmente a estos ritos.
Habiendo considerado el asunto con madurez, el Sumo Pontífice Pío XII, en el año 1951, restauró la liturgia de la sagrada Vigilia Pascual, para ser celebrada temporalmente según el deseo de los Ordinarios y como experimento.
Ahora bien, dado que este experimento tuvo el mayor éxito en todas partes, como muchos Ordinarios han informado a la Santa Sede; y como los mismos Ordinarios no dejaron de renovar sus súplicas, pidiendo que, así como para la Vigilia Pascual, se hiciera la misma restauración litúrgica también para los demás días de la Semana Santa, restituyéndose las funciones sagradas a las horas vespertinas; y, finalmente, sabiendo que las Misas vespertinas –previstas por la Constitución Apostólica “Christus Dominus”, del 6 de enero de 1953– se celebran en todas partes en presencia de un número cada vez mayor de personas, nuestro Santísimo Señor, el Papa Pío XII, con todas estas consideraciones que tenía ante sí, mandó que la Comisión para la restauración de la liturgia, establecida por Su Santidad, examinara esta cuestión de la restauración del Orden de la Semana Santa y propusiera sus conclusiones.
Los Eminentísimos Padres, reunidos en congregación extraordinaria en el Palacio Vaticano el 19 de julio de 1955, después de una madura deliberación, recomendaron por unanimidad aprobar y prescribir el Orden restaurado de la Semana Santa, si agradaba a Su Santidad.
Cuando todos estos asuntos hubieron sido individualmente informados al Santo Padre por el suscrito Cardenal Prefecto, Su Santidad se dignó aprobar las recomendaciones de los Eminentísimos Cardenales.
Por lo cual, por especial mandato de nuestro Santísimo Señor Pío XII, por la divina Providencia Papa, la Sagrada Congregación de Ritos ha decretado lo siguiente:
I. Se prescribe el Orden restaurado de la Semana Santa
1. Los que siguen el rito romano están obligados a observar en el futuro el orden restaurado de la Semana Santa, tal como se describe en la edición típica del Vaticano. Los que siguen otros ritos latinos están obligados a observar únicamente el tiempo fijado en el nuevo Orden para las funciones litúrgicas.
2. Este nuevo Orden debe observarse a partir del 25 de marzo de 1956, Segundo Domingo de Pasión o Domingo de Ramos.
3. No se permite ninguna conmemoración durante toda la Semana Santa, y en la Misa están prohibidas las colectas ordenadas bajo cualquier título.
II. La hora propia para la celebración de la sagrada Liturgia en Semana Santa
OFICIO DIVINO
4. El Segundo Domingo de Pasión, o Domingo de Ramos, y los lunes, martes y miércoles de la Semana Santa, tiene lugar el Oficio Divino en el horario habitual.
5. Durante el triduo sagrado, es decir, jueves de la Cena del Señor, viernes de la Pasión y Muerte del Señor y Sábado Santo, si el Oficio se hace en coro o en común, se observarán las siguientes cosas:
Maitines y Laudes no se anticipan por la tarde, sino que se dicen por la mañana, a la hora apropiada. En las iglesias catedrales, sin embargo, dado que la Misa Crismal se celebra en la mañana del jueves de la Cena del Señor, los Maitines y Laudes del mismo jueves pueden anticiparse en la tarde.
Las horas menores se dicen a la hora apropiada.
Se omiten las vísperas del jueves y del viernes, puesto que las principales funciones litúrgicas de estos días ocupan su lugar. Pero el Sábado Santo las Vísperas se dicen después del mediodía, a la hora acostumbrada.
Completas de jueves y viernes se dicen después de las funciones litúrgicas vespertinas; se omite el Sábado Santo.
En el rezo privado se deben decir todas las horas canónicas, según las rúbricas, en estos tres días.
MISA O EL SERVICIO LITÚRGICO PRINCIPAL
6. El Segundo Domingo de Pasión se hace por la mañana, a la hora acostumbrada, la bendición solemne y la procesión de ramos; en coro, después de Tercia.
7. El Jueves Santo, la Misa del Crisma se celebra después de la Tercia, pero la Misa de la Cena del Señor debe celebrarse por la tarde, a la hora más conveniente; sin embargo, no antes de las 5 ni después de las 8 p.m.
8. El Viernes Santo, el servicio litúrgico solemne se celebra por la tarde, y de hecho alrededor de las 3 de la tarde; pero si una razón pastoral lo apremia, se puede elegir una hora posterior, pero no más allá de las 6 de la tarde.
9. La solemne Vigilia Pascual debe celebrarse a la hora adecuada, es decir, a una hora que permita que la Misa solemne de la Vigilia comience alrededor de la medianoche que cae entre el Sábado Santo y el Domingo de Pascua.
Sin embargo, cuando a juicio del Ordinario del lugar, consideradas las condiciones de los fieles y del lugar, convenga anticipar la hora de celebración de la Vigilia, se podrá hacer, pero la Vigilia no podrá comenzar antes crepúsculo, o ciertamente no antes del atardecer.
III. Abstinencia cuaresmal y ayuno extendido hasta la medianoche del Sábado Santo
10. La abstinencia y el ayuno prescritos para la Cuaresma, que hasta ahora ha cesado el Sábado Santo después del mediodía, según el canon 1252, § 4, cesarán en lo sucesivo a la medianoche del mismo Sábado Santo.
No obstante todo lo contrario.
16 de noviembre de 1955.
LS
CARDENAL G. CICOGNANI,
Prefecto de SRC
A. CARINCI, Arzobispo de Seleucia,
Secretario de SRC
INSTRUCCIÓN
Para la Debida Celebración del Orden Restaurado de la Semana Santa
Puesto que el propósito del orden restaurado de la Semana Santa es éste, que la venerable liturgia de estos días, restaurada en horas adecuadas y al mismo tiempo convenientes, pueda ser asistida por los fieles más fácilmente, más devotamente y más fructíferamente, es de la mayor importancia que este propósito saludable sea llevado a la conclusión deseada.
Por eso ha parecido conveniente a esta Sagrada Congregación de Ritos añadir una Instrucción al decreto general sobre el Orden restaurado de la Semana Santa, por la cual se facilite el paso al nuevo orden y se conduzca a los fieles con mayor seguridad a los frutos más ricos que puede recibirse de una participación viva en las ceremonias sagradas.
Se impone, por lo tanto, a todos los interesados el conocimiento y la observancia de esta Instrucción.
I. Preparación pastoral y ritual
1. Los Ordinarios del lugar deben procurar cuidadosamente que los sacerdotes, especialmente los que tienen cura de almas, sean bien instruidos, no sólo en cuanto a la celebración ritual del Orden restaurado de la Semana Santa, sino también en cuanto a su significado litúrgico y propósito pastoral.
Procuren, pues, que también los fieles sean instruidos más convenientemente durante la Cuaresma en el debido entendimiento del orden restaurado de la Semana Santa, para que participen en esta celebración con inteligencia y devoción.
2. Los títulos principales de la instrucción que se ha de dar al pueblo cristiano son estos:
a) Por el Segundo Domingo de Pasión, Llamado Domingo de Ramos
Se invitará a los fieles a unirse en mayor número a la solemne procesión de las palmas, para dar testimonio público de amor y gratitud a Cristo Rey.
A continuación, se debe advertir a los fieles que deben acudir al Sacramento de la Penitencia en un momento adecuado en el transcurso de la Semana Santa. Esta advertencia debe hacerse especialmente allí donde existe la costumbre de que los fieles acudan en masa al sagrado tribunal la tarde del Sábado Santo y la mañana del Domingo de Resurrección. Quienes tienen la cura de almas, por lo tanto, procuren que durante toda la Semana Santa, pero especialmente durante el triduo sagrado, se ofrezca a los fieles toda ocasión de acudir al sacramento de la penitencia.
b) Para el Jueves Santo, la Cena del Señor
Se debe instruir a los fieles sobre el amor con el que Cristo el Señor “en la víspera de su padecimiento” instituyó la sagrada Eucaristía, Sacrificio y Sacramento, memorial perpetuo de su Pasión, para ser celebrada por manos de los sacerdotes año tras año.
Se invita también a los fieles a rendir la debida adoración al augusto Sacramento después de la Misa de la Cena del Señor.
Finalmente, dondequiera que se efectúe el lavatorio de los pies en la iglesia según las rúbricas de la Orden restaurada, para manifestar el mandamiento del Señor del amor fraterno, se debe enseñar a los fieles el significado profundo de este rito sagrado y la oportunidad de ser generosos en la obras de caridad cristiana en este día.
c) Para el Viernes Santo, Pasión y Muerte del Señor
Que los fieles estén dispuestos a una correcta comprensión del único servicio litúrgico de este día, en el que, después de sagradas lecciones y oraciones, se canta solemnemente la Pasión de Nuestro Señor; se ofrecen oraciones por las necesidades de toda la Iglesia y del género humano; luego la Santa Cruz, trofeo de nuestra redención, es adorada con la mayor devoción por la familia de Cristo, el clero y el pueblo; y por último, según las rúbricas de la Orden restaurada, como fue costumbre durante muchos siglos, todos los que lo deseen y estén debidamente preparados, puedan venir también a la sagrada Comunión, con este propósito sobre todo: que, recibiendo devotamente el Cuerpo del Señor, entregado por todos en este día, obtengan más abundantemente los frutos de la Redención.
Exhorten los sacerdotes, además, a los fieles en este día santísimo a guardar un piadoso recogimiento de ánimo, y a no olvidar la ley de la abstinencia y el ayuno.
d) Para el Sábado Santo y la Vigilia Pascual
Ante todo es necesario que los fieles sean diligentemente instruidos sobre la especial naturaleza litúrgica del Sábado Santo. Es un día de gran dolor cuando la Iglesia permanece en la tumba del Señor, meditando sobre Su Pasión y Muerte y absteniéndose del Sacrificio de la Misa, con la mesa sagrada dejada desnuda; hasta que, tras la solemne Vigilia o espera nocturna de la Resurrección, da paso a los gozos pascuales cuya abundancia se derrama en los días siguientes.
Pero el objeto y fin de esta Vigilia consiste en que por un acto litúrgico se manifiesta y se recuerda cómo nuestra vida y gracia han procedido de la muerte del Señor. Y así, bajo el símbolo del cirio pascual, se presenta al Señor mismo, “la luz del mundo” (Jn 8, 12), Aquel que venció las tinieblas de nuestros pecados por la gracia de su luz; se canta el himno pascual, en el que se canta el esplendor de la santa noche de Resurrección; se conmemoran las grandes obras realizadas por Dios en la Antigua Alianza, pálidas imágenes de las maravillas del Nuevo Testamento; se bendice el agua bautismal, en la que “sepultados con Cristo” hasta la muerte de los pecados, resucitamos con el mismo Cristo, para que “andemos en novedad de vida” (Romanos 6, 4); entonces prometemos, en presencia de todos, dar testimonio con la vida y las obras de la gracia que Cristo nos mereció y nos concedió en el Bautismo, mediante la renovación de las promesas de ese Bautismo; por último, después de haber pedido la intervención de la Iglesia triunfante, se concluye la sagrada Vigilia con la solemne Misa de Resurrección.
3. No menos necesaria es la preparación ritual de las sagradas ceremonias de la Semana Santa.
Por lo tanto, todo lo que se necesita para la devota y adecuada celebración litúrgica de esta santísima semana, ha de prepararse y arreglarse cuidadosamente; además de esto, los ministros sagrados y los demás servidores, sean clérigos o laicos, y especialmente si son muchachos, sean diligentemente instruidos en sus deberes.
II. Anotaciones a determinadas rúbricas del Ordo de Semana Santa
a) Para toda la Semana Santa
4. Donde haya suficientes ministros sagrados, las sagradas funciones de la Semana Santa se celebren con todo el esplendor de los santos ritos. Pero donde faltan ministros sagrados, se debe usar el rito simple, observando las rúbricas particulares, como se indica en los lugares apropiados.
5. Siempre que el Orden restaurado de la Semana Santa dice, “como en el Breviario Romano”, se ha de tomar todo de ese libro litúrgico, pero según las normas establecidas por el decreto general de la S. Congregación de Ritos, “De rubricis ad simpliciorem formam redigendis”, del 23 de marzo de 1955.
6. Durante toda la Semana Santa, es decir, desde el Domingo II de Pasión, o Domingo de Ramos, hasta la Misa de la Vigilia Pascual, inclusive, cuando la Misa (y, el viernes, el servicio litúrgico solemne) se celebre solemnemente, a saber, con ministros sagrados, el celebrante omite todas aquellas cosas que el diácono, subdiácono o lector cantan o leen en razón de su propio oficio.
b) Para el Segundo Domingo de Pasión o Domingo de Ramos
7. En la bendición y procesión se usarán ramas de palmeras, de olivo o de otros árboles. Estas ramas, de acuerdo con las diversas costumbres de los diferentes lugares, son preparadas por los mismos fieles y llevadas a la iglesia, o distribuidas a los fieles después de que se haya completado la bendición.
c) Para el jueves, la Cena del Señor
8. Para la reposición solemne del Santísimo Sacramento se ha de preparar un lugar adecuado en otra capilla o altar de la iglesia, como prescribe el Misal Romano, y en cuanto sea posible adornarlo decorosamente con tapices y luces.
9. Habiéndose observado los decretos de la Sagrada Congregación de Ritos sobre los abusos que deben evitarse o eliminarse en la preparación de este lugar, se recomienda claramente una severidad propia de la liturgia de estos días.
10. Los pastores y rectores de las iglesias recordarán a los fieles en el tiempo oportuno la adoración pública de la Santísima Eucaristía, que comenzará al terminar la Misa de la Cena del Señor y continuará por lo menos hasta la medianoche, hora cuando el memorial de la Pasión y Muerte del Señor sucede al recuerdo litúrgico de la institución de la Santísima Eucaristía.
d) Para la Vigilia Pascual
11. Nada impide que se preparen de antemano, en colores o de otra manera, los signos que el celebrante debe cortar en el cirio pascual con un estilete.
12. Es propio que las velas que llevan el clero y el pueblo permanezcan encendidas mientras se canta el himno pascual y mientras se hace la renovación de las promesas bautismales.
13. Es propio que la vasija que contiene el agua a bendecir esté convenientemente adornada.
14. Si hay personas para ser bautizadas, y especialmente si son muchas, es lícito anticipar, a una hora conveniente en la misma mañana, las ceremonias del Ritual Romano que preceden a la misma administración del Bautismo; es decir, en el Bautismo de los infantes hasta la palabra Credis? (Rituale romanum, tit. II, cap. II, n. 17), y en el Bautismo de adultos hasta las palabras Quis vocaris? (Rituale romanum, tit. II, cap. IV, n. 38).
15. Si en esta vigilia solemne se confieren las sagradas ordenaciones, el obispo debe hacer la admonición final (con la imposición de la llamada “penitencia”), que según el Romano Pontificio tiene lugar después de la bendición pontificia y antes del último Evangelio, antes de la bendición pontificia de esta noche.
16. En la vigilia de Pentecostés se omiten las enseñanzas o profecías, la bendición del agua bautismal y las letanías. La Misa, aunque sea conventual, solemne o cantada, se inicia en la forma acostumbrada con el Introito Cum sanctificatus fuero, como dice el Misal Romano en el mismo lugar para las Misas privadas, habiéndose hecho la confesión en los escalones del altar.
III. Misa, Sagrada Comunión y Ayuno Eucarístico en el Triduo Sagrado
17. El jueves de la Cena del Señor se debe observar la más antigua tradición de la Iglesia romana, por la cual, habiéndose prohibido la celebración de misas privadas, todos los sacerdotes y todo el clero asisten a la misa in Cena Domini y se acercan a la santa mesa (cf. canon 862).
Sin embargo, cuando una razón pastoral lo requiera, el Ordinario del lugar puede permitir una o dos Misas rezadas en iglesias individuales u oratorios públicos; pero sólo una misa rezada en oratorios semipúblicos; y esto con el fin de que todos los fieles puedan asistir al Sacrificio de la Misa y recibir el Cuerpo de Cristo en este día sagrado. Estas Misas están permitidas entre las mismas horas del día que están asignadas para la Misa solemne de la Cena del Señor (Decreto, n. II, 7).
18. El mismo jueves de la Cena del Señor, la Sagrada Comunión puede distribuirse a los fieles sólo durante las Misas vespertinas o inmediatamente después y continuamente con las Misas; el Sábado Santo igualmente, la Sagrada Comunión puede darse sólo durante la Misa o inmediatamente después y continuamente con la Misa, excepto en el caso de los enfermos que estén en peligro de muerte.
19. El viernes de la Pasión y Muerte del Señor, la Sagrada Comunión sólo puede distribuirse durante el servicio litúrgico solemne de la tarde, con la excepción también de los enfermos en peligro de muerte.
20. Los sacerdotes que celebran la Misa solemne de la Vigilia Pascual a la hora apropiada, es decir, después de la medianoche que cae entre el sábado y el domingo, pueden celebrar la Misa festiva el domingo mismo de la Resurrección, pudiendo incluso celebrarla dos o tres veces, si se tiene un indulto.
21. Los Ordinarios del lugar que celebran la Misa del Crisma en la mañana del Jueves Santo, pueden ofrecer la Misa solemne de la Cena del Señor en la tarde; el Sábado Santo, si quieren celebrar la solemne Vigilia Pascual, pueden, pero no están obligados a ello, ofrecer la Misa solemne el mismo Domingo de Resurrección.
22. En cuanto al ayuno eucarístico, obsérvense las normas de la Constitución Apostólica Christus Dominus y la Instrucción anexa de la Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio, emitida el 6 de enero de 1953.
IV. Soluciones a ciertas dificultades.
23. Dado que, a causa de la diversidad de lugares y pueblos, hay muchas costumbres populares relacionadas con la celebración de la Semana Santa, los Ordinarios locales y los sacerdotes encargados de la cura de almas deben procurar que las costumbres de este tipo, que parecen fomentar una sólida piedad, se acomoden prudentemente al Orden restaurado de la Semana Santa. Además, instrúyase a los fieles sobre el valor supremo de la sagrada liturgia, que siempre, y especialmente en estos días, supera con creces, por su propia naturaleza, otras clases de devoción y costumbres, incluso las mejores.
24. Donde hasta ahora ha existido la costumbre de bendecir los hogares el Sábado Santo, los Ordinarios del lugar expidan las normas adecuadas para que esta bendición se realice en un momento más oportuno, ya sea antes o después de Pascua, por los párrocos u otros sacerdotes encargados de almas y delegado por ellas. Deben aprovechar esta ocasión para hacer una visita paternal a los fieles comprometidos con ellos y para informarse sobre el bienestar espiritual de estos fieles (canon 462, n. 6).
25. El repique de campanas, prescrito en la Misa de la Vigilia del Sábado Santo al comienzo del himno Gloria in excelsis Deo, se hará de esta manera:
a) En los lugares donde haya una sola iglesia, las campanas se tocarán a la hora en que comience el canto del himno anterior.
b) Pero en los lugares donde haya varias iglesias, ya sea que las sagradas ceremonias se celebren en todas ellas al mismo tiempo o en diferentes tiempos, las campanas de todas las iglesias se tocarán juntas con las campanas de la iglesia catedral, o la iglesia madre o principal. En caso de duda sobre qué iglesia en un lugar es la iglesia madre o principal, se debe consultar al Ordinario del lugar.
16 de noviembre de 1955.
CARDENAL G. CICOGNANI,
Prefecto de SRC
A. CARINCI, Arzobispo de Seleucia,
Secretario de SRC
Sagrada Congregación de Ritos
DIRECTRICES Y DECLARACIONES
Del Orden Restaurado de la Semana Santa
La restauración litúrgica de la Semana Santa, promulgada por la Sagrada Congregación de Ritos en el Decreto general Maxima Redemptionis nostrae mysteria del 16 de noviembre de 1955, fue acogida con alegría por todos y cumplida en todas partes con el mayor éxito pastoral.
Sin embargo, algunos Obispos han indicado, en informes hechos a esta Sagrada Congregación, ciertas dificultades prácticas que surgieron de las diversas circunstancias de los lugares y pueblos. Para la solución de estas dificultades, la Pontificia Comisión de expertos que había preparado la Orden restaurada reunió estas “Directivas y Declaraciones” después de una madura deliberación. En ellas se incluye también la anterior Declaración sobre la celebración de los ritos restaurados, emitida por esta S. Congregación el 15 de marzo de 1956. Pero el Decreto general Maxima Redemptionis nostrae mysteria, y su Instrucción, de 16 de noviembre de 1955, continúan en vigor, con excepción de aquellas materias que se modifican a continuación.
Cuando todos estos asuntos fueron informados individualmente a nuestro Santísimo Señor, el Papa Pío XII, por el cardenal prefecto abajo firmante, fueron aprobados por Su Santidad.
Por lo tanto, por mandato especial de Nuestro Santísimo Señor, Pío XII, por la Divina Providencia Papa, la Sagrada Congregación de Ritos decreta lo siguiente:
I. El uso del rito solemne y del simple en la celebración de la liturgia de la Semana Santa
1. En todas las iglesias, oratorios públicos y semipúblicos, donde haya suficientes ministros sagrados, los ritos sagrados de la Segunda Pasión o Domingo de Ramos, el Jueves Santo, el Viernes Santo y la Vigilia Pascual, pueden celebrarse en la forma solemne (Declaración, 15 de marzo de 1956, n. 1; Instrucción, 16 de noviembre de 1955, n. 4).
2. Pero en las iglesias, oratorios públicos y oratorios semipúblicos, donde faltan ministros sagrados, puede usarse el rito simple. Para la celebración de este rito sencillo, sin embargo, se requiere un número suficiente de servidores (ministrantes), ya sean clérigos o al menos muchachos: un mínimo de tres para el Domingo de la Segunda Pasión o Domingo de Ramos y para la Misa de la Cena del Señor; un mínimo de cuatro para la celebración del servicio litúrgico del Viernes Santo y para la Vigilia Pascual. Estos servidores deben ser cuidadosamente instruidos en sus funciones (Instrucción, 16 noviembre 1955, n. 3).
Esta doble condición, a saber, un número suficiente de servidores y su adecuada preparación, es absolutamente necesaria para la realización del rito simple. Los Ordinarios del lugar deben tener mucho cuidado de que esta doble condición, establecida para este rito simple, sea observada al pie de la letra (Declaración, 15 de marzo de 1956, n. 2).
3. Cuando los servicios litúrgicos de la Semana Santa se celebren en rito simple, si está presente un segundo presbítero o al menos un diácono, no hay objeción a que se invista de diácono y cante el Evangelio, cuando ocurra, la historia de la Pasión (la parte de Cristo reservada al mismo celebrante), o el Praeconium pascual, así como las lecciones e invitaciones como “Flectamus genua” y “Levate”, o “Benedicamus Domino” o “lte, missa est”.
II. Segundo Domingo de Pasión o Domingo de Ramos
4. La solemne bendición de ramos y procesión, seguida de la Misa, se hacen por la mañana, a la hora acostumbrada de la Misa principal; en coro, después de Tercia (cf. Decreto General, 16 noviembre 1955, n. 6).
En las iglesias, sin embargo, donde las Misas de la tarde se celebran generalmente con grandes reuniones de personas, el Ordinario del lugar puede permitir la bendición de las ramos y la procesión con la Misa que sigue en la noche, si existe una verdadera razón pastoral, pero con la ley adicional que la bendición y procesión no se haga por la mañana en estas iglesias.
5. No puede celebrarse lícitamente la sola bendición de los ramos, sin la procesión y misa que la siguen.
6. La bendición de los ramos puede tener lugar en otra iglesia desde la cual la procesión se dirige a la iglesia principal para la celebración de la Misa (Orden, n. 17). Pero donde no haya una segunda iglesia, la bendición de los ramos puede hacerse en otro lugar adecuado, incluso al aire libre, frente a algún santuario sagrado o ante la misma cruz procesional, siempre que la procesión parta de ese lugar hacia la iglesia para la celebración de la Misa.
7. Dado que todos los fieles difícilmente pueden estar presentes en la bendición de las ramas, los rectores de las iglesias deben asegurarse de que las ramas benditas estén disponibles en la sacristía u otro lugar adecuado para su distribución a los fieles que no tomaron parte en la procesión.
III. Jueves Santo
8. La Misa Crismal se ha de celebrar por la mañana, después de la Tercia. La Misa de la Cena del Señor se debe ofrecer por la tarde, a la hora más conveniente, no antes de las 4 p. m. ni después de las 9 p. m.
9. Sin embargo, cuando una razón pastoral lo requiera, el Ordinario del lugar puede permitir, además de la Misa principal de la Cena del Señor, una o incluso dos Misas rezadas en iglesias individuales u oratorios públicos; pero en los oratorios semipúblicos, uno solo (cf. Instrucción, 16 noviembre 1955, n. 17).
Si por alguna razón la Misa principal de la Cena del Señor no puede celebrarse ni siquiera en el rito simple, el Ordinario del lugar puede permitir, por causa pastoral, que se ofrezcan dos Misas rezadas en iglesias u oratorios públicos, pero sólo una en oratorios semipúblicos (Declaración, 15 de marzo de 1956, n, 4).
Estas Misas rezadas deben celebrarse dentro del mismo período de tiempo señalado anteriormente (n. 8) para la Misa de la Cena del Señor.
10. Es muy conveniente que en las Misas rezadas de las que se ha hablado más arriba (n. 9), el celebrante, después del Evangelio, pronuncie una breve charla a los fieles sobre los principales misterios de este día.
11. El Jueves Santo es lícito distribuir la Sagrada Comunión a los fieles sólo en la Misa principal de la Cena del Señor y en todas las demás Misas rezadas que permita el Ordinario del lugar, o inmediatamente después y continuamente con la Misa.
12. La Sagrada Comunión se puede llevar a los enfermos tanto antes como después del mediodía.
13. El Ordinario del lugar puede permitir la binación para la Misa de la Cena del Señor a los sacerdotes que tienen a su cargo dos o más parroquias (Declaración, 15 de marzo de 1956, n. 6).
14. Siempre que se celebre el traslado y reposición del Santísimo Sacramento después de la Misa de la Cena del Señor el Jueves Santo, aunque se celebre en forma sencilla, se requiere estrictamente que el servicio litúrgico vespertino de la Pasión y Muerte del Señor sea también celebrado el Viernes Santo en la misma iglesia u oratorio (Declaración, 15 de marzo de 1956, n. 3).
IV. Viernes Santo
15. El Viernes Santo, el servicio litúrgico solemne se celebra por la tarde, y de hecho alrededor de las 3 de la tarde; pero si una razón pastoral lo apremia, puede comenzar al mediodía o más tarde, o después de las 3 de la tarde, pero no más allá de las 9 de la noche.
16. Para los sacerdotes que tienen al cuidado de dos o más parroquias, el Ordinario del lugar puede permitir la repetición del servicio litúrgico del Viernes Santo, pero no dentro de la misma parroquia, y la celebración debe ser durante el mismo período de tiempo que establecido anteriormente (n. 15) para este servicio (cf. Declaración, 15 de marzo de 1956, n. 6).
17. Si el párroco o rector de una iglesia prevé que la adoración de la Santa Cruz, prescrita en el Orden de la Semana Santa, difícilmente puede hacerse sin perjuicio del buen orden y de la devoción por el gran número de personas, la ceremonia puede realizarse de esta manera: después de que el clero, si está presente, y los servidores hayan completado la adoración, que el celebrante tome la Santa Cruz de manos de los servidores. Luego, de pie sobre la plataforma del altar, invite al pueblo en pocas palabras a la adoración de la Santa Cruz y levante la Cruz aún más alto para la adoración silenciosa de los fieles durante un breve período.
18. El Viernes Santo, la sagrada Comunión sólo puede distribuirse durante el servicio litúrgico solemne de la tarde, excepto en el caso de quienes se encuentran en peligro de muerte (cf. Instrucción, 16 de noviembre de 1955, n. 19).
V. Sábado Santo y Vigilia Pascual
19. Con respecto a la hora de celebración de la Vigilia pascual, obsérvese lo siguiente:
a) La hora propia es la que permite que la Misa de esta Vigilia comience hacia la medianoche entre el Sábado Santo y el Domingo de Pascua (Decreto General, 16 de noviembre de 1955, n, 9).
b) Sin embargo, cuando a juicio del Ordinario del lugar, consideradas las condiciones de los fieles y del lugar, sea ventajoso, por graves razones de orden público y pastoral, anticipar la hora de la celebración de la Vigilia, podrá hacerse, pero la Vigilia no podrá comenzar antes del crepúsculo, ni mucho menos antes de la puesta del sol. (cf. Decreto General, 16 de noviembre de 1955, n, 9).
c) Pero el permiso para la anticipación de la hora de la Vigilia Pascual no puede ser dado por el Ordinario del lugar indistintamente o en general para toda la diócesis o región, sino sólo para aquellas iglesias o lugares donde la verdadera necesidad lo exija. Además, es preferible que se observe la hora propia por lo menos en la misma iglesia catedral y en todas las demás iglesias, especialmente las de los Religiosos, donde se puede hacer sin grave inconveniente.
20. La Vigilia Pascual puede celebrarse incluso en iglesias u oratorios donde no se celebraron los servicios del Jueves Santo y Viernes Santo. Puede omitirse en iglesias u oratorios en los que se celebraron las funciones anteriores (Declaración, 15 de marzo de 1956, n. 5).
21. Para los sacerdotes que tienen a su cargo dos o más parroquias, el Ordinario del lugar puede permitir la binación para la misa de la Vigilia Pascual, pero no en la misma parroquia (Declaración, 15 de marzo de 1956, n. 6).
22. Puesto que la Vigilia Pascual ha sido restituida a su lugar original por la noche, no es conveniente conferir tonsura u Órdenes menores o mayores durante la Misa de esta Vigilia.
No obstante todo lo contrario.
1 de febrero de 1957.
CARDENAL G. CICOGNANI,
Prefecto de SRC
A. CARINCI, Arzobispo de Seleucia,
Secretario de SRC
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