Por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira
La figura adoptada puede implicar lo que se quiere decir: por ejemplo, la figura de un hombre cruzando una calle con una “X” sobre él nos dice “¡No cruces!”. También puede ser una figura puramente arbitraria, como un triángulo amarillo para significar tal o cual cosa.
Luego, hay símbolos no convencionales que hablan por sí mismos. El perro es símbolo de fidelidad; el zorro, de astucia; el cordero, de mansedumbre; la paloma, de inocencia; la serpiente, de astucia, etc. Son animales irracionales que se interpretan como signo de una idea abstracta, por las analogías que su comportamiento tiene con tal o cual virtud o vicio.
La palabra “símbolo” tiene su significado más noble cuando una realidad de naturaleza inferior nos recuerda, por analogía o semejanza, a un ser de naturaleza superior. Por ejemplo, el trueno es un fenómeno de naturaleza puramente material que puede asemejarse al rugido de un león. Una madre puede decirle a su hijo, que nunca ha oído rugir a un león: “¿Oyes este trueno? El rugido del león es así”.
A su vez, el león puede recordar al guerrero, al Rey perfecto o al Pontífice perfecto, y así sucesivamente. El Pontífice o Rey perfecto, a su vez, recuerda la fuerza y omnipotencia de Dios. Y así se acumulan las analogías.
Se dice que la pureza es blanca, que la justicia es recta, y los colores, sonidos, formas y olores que hablan a los sentidos representan diversas virtudes. Esto nos ayuda a comprender qué es la virtud y a amarla.
Incluso del humo de un cigarrillo se puede llegar a Dios. Imaginemos a un hombre fumando, su pipa desata una espiral de humo. A veces, la espiral se desarrolla a lo largo de una línea que recuerda ciertas actitudes del espíritu humano. Y estas actitudes, a su vez, nos recuerdan a Dios. En ese sentido, el simple humo de una pipa o de un cigarrillo puede recordar algo de Dios, puede simbolizar una perfección de Dios.
Incluso el humo que sale en espiral de una pipa
puede tener un valor simbólico.
Estamos en pleno terreno del simbolismo, lo que implica un problema delicado, ya que es necesario evitar caer en el panteísmo, el esoterismo y otras desviaciones de este género. Por otra parte, el verdadero simbolismo puede constituir una forma especialmente aguda de conocimiento.
El universo material es un inmenso edificio simbólico, en el que la parte más elevada es el hombre. Todo el universo, de un modo u otro, es un símbolo de Dios. Deberíamos ser capaces de ver en cada cosa un símbolo de algo más elevado.
El puente entre lo visible y lo invisible es el símbolo. Los hombres serían mucho más dados a la reflexión si reconocieran el valor simbólico de las cosas.
Lo concreto debe conducir a lo espiritual
¿Qué es exactamente un símbolo?
La espada, por ejemplo, es un símbolo del espíritu combativo. Así lo reconocen la heráldica y la literatura.
¿Existe alguna semejanza entre la espada y el espíritu combativo? Teniendo en cuenta que este último es un estado de ánimo y que la espada es una cosa material, ¿cómo puede haber semejanza? ¿En qué consiste esta semejanza?
Joyeuse, la espada de Carlomagno
Una semejanza existe y no es insignificante ni se establece sólo por casualidad porque, por ejemplo, durante largas épocas de la historia, la espada fue considerada el arma por excelencia. Pero hay algo más. Es que el espíritu combativo se compone de rectitud, inflexibilidad, capacidad de tocar y herir en cuestiones polémicas, de modo que quien tiene el espíritu combativo emprenderá acciones que la espada simboliza perfectamente.
Así pues, hay que admitir que existen semejanzas entre ciertos objetos materiales y ciertos estados de espíritu del hombre, entre las cosas que piensa y las cosas concretas.
Existe un símbolo cuando hay semejanza entre un objeto concreto y algo abstracto o espiritual. Esta es una buena caracterización de un símbolo; forma parte de su definición.
Entre el acto intelectual de componer y el acto manual de escribir existe cierta similitud, cierta afinidad. La pluma de ave -con su cálamo central que recorre una línea recta que forma parte de la propia pluma- tiene una flexibilidad, una facilidad para ser dirigida, que recuerda la destreza con la que el escritor desarrolla su pensamiento.
El hecho mismo de que el mango de la pluma sea largo recuerda la longitud del pensamiento -de un pensamiento lleno de construcciones, de arrières pensées (segundos sentidos)-, se puede decir que entre el oficio de escritor y la pluma hay algo más que una coincidencia histórica de que sirviera durante tanto tiempo como herramienta de trabajo para el escritor.
Es cierto que su uso para el trabajo de escribir prepara una asociación de imágenes que acentúa y facilita la percepción de esta semejanza. Pero la semejanza no depende sólo de su uso como instrumento; se trata, a su manera, de una verdadera semejanza entre lo que es la pluma y el uso para el que sirve.
Así es como el símbolo establece una correlación de semejanza entre un objeto concreto y algo espiritual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Usted puede opinar pero siempre haciéndolo con respeto, de lo contrario el comentario será eliminado.