18 de Noviembre: San Odón, abad de Chuny
(✟ 942)
San Odón nació en Maine (Francia), y fue hijo de Abbón, señor muy principal, doctísimo y muy inclinado a todas las obras de piedad.
Tuvo pues, Odón por maestro a su mismo padre, el cual le enseñó las letras humanas, y juntamente, el ejercicio de todas las virtudes; a las cuales se aficionó tanto, que daba por mal empleado el tiempo que, para distraer el espíritu, gastaba en la caza y en otras honestas diversiones.
Recibió la tonsura a la edad de diecinueve años, y fue nombrado canónigo de la iglesia de Tours; y pasando después a Paris, aprendió la Teología y las Letras Sagradas, en las cuales salió muy aventajado.
De vuelta a su iglesia de Tours, se encerró en una estrecha celda, donde pasaba los días y las noches en santas contemplaciones y en el estudio de los libros sagrados.
Y como viniese a sus manos la Regla del patriarca San Benito, la tuvo en tan gran estima, que determinó dejar todas las cosas del mundo para tomar el hábito de aquella sagrada Orden en el monasterio de Baume, de la diócesis de Besanzón.
Habiendo muerto en aquellos tiempos el abad de aquel monasterio, llamado Bernón, fue elegido para sucederle nuestro santo, que ya había sido ordenado como sacerdote.
Resplandeció en su gobierno con tan rara prudencia y santidad, que llegando a oídos del romano Pontífice, le encomendó muchos e importantes asuntos de la Iglesia.
Tres veces fue a Roma para librar aquella ciudad santa de la opresión en que la tenía Alberico; ayudó a hacer las paces entre este príncipe y el rey Hugo; edificó un monasterio en Roma; restauró el de San Elías en Soppeton; y con su admirable ejemplo y fervor redujo a la primera observancia al de Salerno y el de Pavía.
Aunque estaba ocupado en tantos y tan importantes asuntos, escribió admirables libros llenos de sabiduría y espíritu del Cielo, entre los cuales se encuentran Las Conferencias, los Morales sobre Job, los Sermones y los Himnos.
La última vez que estuvo en Roma, cayó brevemente enfermo; y entendiendo que no estaba lejos el día de su muerte, por la señalada devoción que tenía a San Martín, deseó morir en Tours y ser sepultado junto al sepulcro de aquel santo.
Lo alcanzó así como lo deseaba; y venido a aquella ciudad, y llegada la hora de su tránsito, recibió con gran devoción los Sacramentos de la Iglesia; y bendiciendo a todos sus religiosos, que con lágrimas le rodeaban, entregó su alma santísima en las manos del Creador, a los setenta y cinco años de edad.
Reflexión:
¿No ves en la vida de este humilde religioso y santo abad de Cluny, cuánto atrae el aroma de las virtudes; y cómo se hacen dueños de los corazones los que desprecian los bienes visibles para enriquecerse con los invisibles que da Dios? En el alma de este linaje resplandece gran prudencia, pues adquieren con módico precio inmensa fortuna: con bienes pasajeros, bienes eternos; con objetos sin valor, lo que hay de más precioso; con penas, la felicidad verdadera; con amargura, los más exquisitos consuelos; finalmente, con nada (pues nada es lo que no es eterno, como dice San Crisóstomo) el tesoro de las infinitas perfecciones de todo un Dios que poseerán eternamente.
Oración:
Recomiéndanos Señor, la intercesión del bienaventurado abad San Odón; para que alcancemos, por su patrocinio, lo que no podemos alcanzar por nuestros méritos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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