sábado, 9 de noviembre de 2024

LAS CINCO MAGNÍFICAS

Tiene su mérito. Son las cinco magníficas de Gandullas. Tienen su mérito, porque en una localidad que apenas llega a los 80 habitantes, es todo un lujo que un jueves cualquiera, a la adoración, el rosario y la misa acudan cinco buenas mujeres.

Por el padre Jorge González Guadalix


El primer día que celebré en Gandullas en una misa de diario, les dije que mi intención era acudir un día por semana, además de la misa dominical, para que pudiéramos rezar y dar testimonio de que la parroquia estaba viva. Su respuesta fue contundente: pues nosotras aquí estaremos. Y están. No fallan.

Humanamente, son lo último de la Iglesia católica. Cuatro o cinco mujeres mayores, alguna hasta con su sordera aceptada con alegre resignación. No se puede contar con ellas para el sínodo sinodal vaticano, serían elemento despreciable en el camino sinodal alemán, no se han hecho jamás problema con el celibato de los curas y el sacerdocio de la mujer. Eso sí, el rosario, la exposición del Santísimo y la misa, lo saben aprovechar si lo tienen.

El gran error de la Iglesia de hoy es pensar que lo que opinan, aportan y reclaman unos cuantos “listos” de este mundo, que por tener estudios los unos, o excesiva presencia en grupos y organigramas los otros, es lo que de verdad opina, aporta y reclama el conjunto del pueblo de Dios. Las cinco magníficas de Gandullas, la señora Juana de La Serna, las cardenalas de Braojos o los de siempre de Piñuécar, están en otra onda. Y con ellas, esa inmensa mayoría silenciosa de católicos de a pie que hace tiempo se desencantaron de las anunciadas “primaveras conciliares” que acabaron en la peor glaciación.

Esto se ve y se nota hasta en los medios de información religiosa. Cuanto más “primaverales”, menos seguimiento. Cuanto más tradicionales, un éxito mayor. Fíjense hasta que punto, que el noticiario de este cura de cada viernes se puede ir tranquilamente a las 3.000 descargas por semana.

No se dejen embaucar. La fe que sostiene la Iglesia hoy se mantiene gracias a esas magníficas mujeres de base, a esos hombres de misa y confesión, que hace tiempo dejaron de creer en milongas y espejismos para afianzar su fe en el credo, la oración, los sacramentos y la doctrina de la Iglesia.

Nos pretenden presentar la vida de la Iglesia desde la perspectiva de tantos supuestos “sabios”, una legión de espabiladillos de este mundo, monjas a la dernière, curas de la opción de yo sé mucho, sueños que sueños son, novedades novedosas y una iglesia “de base” que no llega a iglesia de línea impropia, o quizá sea justo eso. Es la Iglesia no que morirá, sino que agoniza con prisas.

Mientras, mis cinco magníficas, curiosamente sin conocer a Tony de Mello, Paulo Coelho, sin haberse embutido “El profeta” de Gibran, ajenas a la ecoteología feminista, ancladas en la iglesia de su pueblo e ignorantes de las últimas sinodalidades, cada jueves ahí están -“si usted viene, nosotras no faltamos”- rezando por su pueblo, por su gente, por la Iglesia.

¡Cómo voy a faltar!


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