sábado, 16 de noviembre de 2024

ANIMALISTAS IGUALAN A LOS ANIMALES CON EL HOMBRE PARA EXTINGUIR A LA HUMANIDAD

Nadie aún ha explicado cómo los animales conocerán y ejercerán sus nuevos derechosse mantendrán dentro de la ley y respetarán los derechos de los demás.

Por Gary Isbell


Los defensores de los derechos de los animales nunca dejan de intentar establecer la noción de igualdad entre hombres y animales. Para ellos, los animales deben considerarse “personas”, aunque no tengan las facultades racionales y cognitivas de los humanos. Se rigen por instintos y, por lo tanto, no tienen la luz de la razón de la que se derivan los derechos.

Para ellos, una forma de sortear el dilema de cómo se debe tratar a los animales es crear una categoría llamada “personas no humanas”. Al convertir a los animales en cuasi personas, los activistas esperan crear de la nada algún tipo de derechos legales para ellos.

Uno de estos casos afecta a un grupo de elefantes. Los activistas han presentado argumentos orales ante el Tribunal Supremo de Colorado, enfrentando al Proyecto de “Derechos No Humanos” con el zoológico Cheyenne Mountain de Colorado Springs, hogar de los elefantes llamados Missy, Kimba, Lucky, LouLou y Jambo.

El grupo de defensa de los derechos de los animales argumenta que los animales inteligentes y sociales merecen el derecho legal a impugnar su cautiverio, como lo harían los presos que impugnan su detención. Los animales serían liberados en un santuario, que es simplemente un lugar de detención más grande y restringido para animales.

El NonHuman Rights Project (Documento PDF en inglés aquí) afirma que Missy, Kimba, Lucky, LouLou y Jambo “son seres autónomos y extraordinariamente complejos desde el punto de vista cognitivo que languidecen en un entorno totalmente antinatural, incapaces de prosperar y de satisfacer sus complejas necesidades físicas y psicológicas”.

Aún no está claro cómo comunicaron los elefantes su difícil situación a los miembros del NonHuman Rights Project. No hay pruebas de abusos por parte de los cuidadores del zoo. Los animales están protegidos del peligro, se les proporciona comida y reciben atención del público. Están más seguros que si se les abandonara a las fuerzas de la naturaleza en libertad.

Este nuevo caso es similar al del elefante Happy del zoo del Bronx, en Nueva York. El ex fiscal general de Colorado, John Suthers, que representó al zoológico de Cheyenne Mountain, citó una sentencia en la que los jueces afirmaban que el derecho a buscar la libertad es exclusivo de los humanos porque éstos pueden ser considerados responsables ante la ley; los animales, no.

De hecho, nadie ha explicado cómo los animales conocerán y ejercerán sus nuevos derechos, se mantendrán dentro de la ley y respetarán los derechos de los demás. Los animales viven en ecosistemas donde las especies viven de la vida de otras sin tener en cuenta su “derecho a la vida”. Así, sólo la humanidad sería responsable del trato a otros animales, ya que todos los demás se rigen por instintos violentos.

Una sentencia favorable en el caso de los elefantes podría utilizarse para cuestionar el trato que se da a cualquier animal, ya sea en un zoo, como animal de compañía o criado como alimento. Es concebible que esta protección incluya a insectos, roedores, gusanos y tal vez bacterias, ya que también tienen vida. Si los entusiastas de los derechos de los animales consiguen sus objetivos, los humanos quedaremos reducidos a recolectores pacifistas en un ecosistema global.

De hecho, muchos activistas de los derechos de los animales albergan un odio especial hacia la humanidad por su exaltado lugar en la creación. Algunos llegan a desear la extinción humana como una especie de “reparación” por toda la “dominación pasada” y como medio para “restaurar” el ecosistema natural de la Tierra.

La National Animal Interest Alliance, por ejemplo, enumera cientos de citas que revelan este odio hacia la humanidad y un deseo de extinción humana. He aquí algunos ejemplos:
“Si no has pensado en la extinción humana voluntaria, la idea de un mundo sin gente puede parecer extraña. Pero, si le das una oportunidad, creo que estarás de acuerdo en que la extinción del Homo Sapiens significaría la supervivencia de millones, si no miles de millones, de especies que habitan la Tierra... La eliminación gradual de la raza humana resolvería todos los problemas de la Tierra, sociales y medioambientales”. (Les U. Knight, seudónimo, “Voluntary Human Extinction”, Wild Earth, Vol. 1, nº 2, verano de 1991, p. 72).

La vida de una hormiga y la de mi hijo deben recibir la misma consideración”. (Michael W. Fox, Director Científico y ex Vicepresidente de The Humane Society of the United States, The Inhumane Society, Nueva York, 1990)

En el fondo, ¡espero de verdad que la opresión, la tortura y el asesinato le vuelva a cada humano indiferente multiplicado por diez! Espero que los padres disparen accidentalmente a sus hijos en las excursiones de caza, mientras los carnívoros sufren infartos que los matan lentamente”. (Gary Yourofsky, profesor de educación humanitaria del PeTA, citado en el periódico estudiantil de la Universidad del Sur de Indiana, The Shield, 24 de enero de 2008).
Así, uno intuye que el objetivo de este odio contra el hombre no son los derechos o el abuso de derechos hacia los animales. El objetivo es mucho mayor.

Los activistas radicales de los derechos de los animales están resentidos por la posición de la humanidad en la creación. La racionalidad y la capacidad de orden de la humanidad colocan al hombre en una posición de gobierno y administración. La Tierra y todos los seres vivos se benefician de la existencia y el progreso humanos cuando los hombres practican la virtud.

El verdadero objetivo de estos activistas radicales es su odio a la desigualdad y a la jerarquía natural; y por lo tanto, al plan de Dios para la creación y al lugar del hombre como criatura más elevada del universo material.

Así fue en el principio. Dios los bendijo y les dijo: “Fructificad y multiplicaos, llenad la tierra y sojuzgadla, y dominad a los peces del mar, a las aves del cielo y a todo ser viviente que se mueve sobre la tierra” [Gn 1:26-28].


TFP


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