lunes, 28 de octubre de 2024

MONSEÑOR VIGANÒ: CARTA ABIERTA A LOS CATÓLICOS ESTADOUNIDENSES

La gran marcha de la destrucción mental continuará. Todo será negado … Se encenderán fuegos para testificar que dos y dos son cuatro. Se desenvainarán espadas para demostrar que las hojas son verdes en verano (G. K. Chesterton, Herejes, 1905)



Carta de Monseñor Viganò en vísperas de las elecciones presidenciales de 2024.


Queridos fieles católicos americanos:

Me dirijo a todos vosotros, a pocos días de las elecciones presidenciales que llamarán a las urnas a millones de ciudadanos estadounidenses.

Incluso en condiciones de relativa normalidad, el ejercicio del voto es vuestro deber moral, mediante el cual cooperáis en primera persona en la elección de quien dirigirá la Nación durante los próximos cuatro años. Pero en esta próxima ronda electoral –al igual que en 2020 y, de hecho, mucho más– no se está simplemente llamado a elegir entre dos candidatos que están en lados políticos diferentes pero que, sin embargo, se preocupan por el bien común de conformidad con la Constitución y la Ley. No; en estas elecciones debéis elegir entre dos modos radicalmente opuestos de concebir el gobierno de vuestra Nación: estáis llamados a elegir entre democracia y dictadura, entre libertad y esclavitud.

Por un lado tenemos al candidato Donald J. Trump, quien, a pesar de graves problemas en sus cargos –especialmente en materia de aborto y procreación asistida– tiene como objetivo el bien común y la protección de las libertades fundamentales de los ciudadanos. En la América de Donald Trump, todo católico puede practicar su fe y educar en ella a sus hijos sin interferencias del Estado.

Del otro lado tenemos un candidato y un partido que promueve todo lo que se opone directamente a la Fe y la Moral de la Iglesia Católica. En los Estados Unidos de Kamala Harris, los católicos –pero también los protestantes– son considerados fundamentalistas que deben ser marginados y eliminados, y sus hijos son considerados propiedad del Estado, que se arroga el derecho de extraviarlos desde una edad temprana, tanto en el cuerpo como en el alma. Los Estados Unidos de Trump pueden volver a ser grandes y prósperos. Los Estados Unidos de Harris están destinados a la invasión y a la destrucción moral, social y económica: la dictadura más feroz.

¡Mirad vuestro país! Vuestras ciudades se han convertido en basureros llenos de indigentes y criminales, traficantes de drogas y adictos, prostitutas y ladrones. Vuestras escuelas están llenas de adoctrinamiento y corrupción desde el jardín de infantes en adelante. En vuestros tribunales se absuelve a los criminales y se encarcela a los inocentes: se persiguen nuevos crímenes ideológicos, mientras se tolera y fomenta la ilegalidad. En vuestros hospitales gobiernan las corporaciones multinacionales, y ustedes son sus conejillos de indias a los que deben exterminar o enfermar crónicamente para convertirse en sus clientes perpetuos. Agricultores, ganaderos y pescadores son perseguidos y obligados a fracasar, mientras la tierra es acaparada por corporaciones sin escrúpulos que la transforman en interminables sistemas fotovoltaicos y turbinas eólicas para alimentar sus centros de datos y granjas de servidores donde recopilan todos vuestros datos, vuestros movimientos, vuestras compras y vuestras preferencias políticas. Han llegado incluso a alterar el clima mediante sofisticadas operaciones de geoingeniería y devastadores incendios provocados para hacer creíble el fraude del calentamiento global e imponer la transición verde, el aumento del coste de la energía y de los coches y scooters eléctricos. Y todo esto se hace basándose en pruebas que consisten en mentiras sin ninguna prueba científica, pero que se propagan gracias a la colaboración servil de los medios de comunicación del régimen, siempre dispuestos a etiquetar a cualquier disidente como teórico de la conspiración. Pero lo que hasta ayer se descartaba como resultado de teorías conspirativas, ahora lo admite el propio gobierno. Os quitan la luz del sol; os envenenan sembrando las nubes; arrasan vuestras aldeas y vuestros campos con huracanes mortales; matan vuestro ganado y secan vuestras cosechas con sequías inducidas e incendios devastadores. Su objetivo es controlar todo el sector alimentario, obligaros a comer sólo lo que ellos ponen a vuestra disposición. Esto es lo que pide la Agenda 2030, que ha sido impuesta sin votación por las Naciones Unidas y el Foro Económico Mundial.

En estos cuatro desastrosos años de la administración Biden-Harris, hemos tenido una marioneta en la Casa Blanca y una vicepresidenta corrupta e incompetente que nunca ha dejado de mentir y engañar a los votantes sobre su pasado y su futuro. El poder lo maneja el Estado criminal profundo –cuyos nombres y rostros ahora conocemos– que es responsable de la destrucción de vuestra gran Nación. Y para que la crisis sea interminable, continuamente se abren nuevos escenarios de guerra, en conflictos que nadie realmente quiere, excepto aquellos que obtienen enormes beneficios de ellos, sacrificando vidas humanas y comprometiendo la estabilidad internacional.

Habéis visto de lo que han sido capaces los demócratas, es decir, la extrema izquierda revolucionaria, en cuatro años. Imaginaos lo que podrán hacer si, en lugar de los numerosos sustitutos de Biden, resulta elegida su vicepresidenta –en el fraude más escandaloso e inimaginable– con su séquito de ministros lgbtq+, rigurosamente revolucionarios, vendidos a China o al Foro Económico Mundial, patrocinado por George Soros o Bill Gates, manipulado por Barack Obama y Hillary Clinton. En ese momento, queridos católicos americanos, no sólo tendréis que ir a otra manifestación –como le gustaría a Kamala– para decir “Cristo es el Señor”, porque decir eso se considerará discurso de odio, y orar delante de una clínica de abortos un acto de terrorismo. No creáis que se trata de hipótesis remotas: dondequiera que la izquierda revolucionaria toma el poder, establece la dictadura más cruel, antihumana y anticristiana que la humanidad haya conocido jamás. Y sabemos que cada vez que la izquierda ha llegado al poder, nunca lo ha abandonado por medios democráticos.

Donald Trump y Kamala Harris: no estamos hablando de dos visiones un poco diferentes pero que siguen formando parte del vaivén político normal. No; Estamos hablando de dos mundos diametralmente opuestos e irreconciliables, en los que Trump lucha contra el Estado profundo y está comprometido a liberar a Estados Unidos de sus tentáculos, mientras que en el lado opuesto tenemos a un candidato corrupto y chantajeado, una parte orgánica del Estado profundo que actúa como un títere en manos de belicistas como Barack Obama y Hillary Clinton, de autoproclamados “filántropos” como los criminales George Soros y Klaus Schwab, o de personajes como Jeffrey Epstein y Sean Combs. Su programa es el de la Izquierda Global, el Foro Económico Mundial, la Fundación Rockefeller, la Fundación Bill y Melinda Gates y, en última instancia, el programa de Vanguard, BlackRock y StateStreet. Su agenda está dictada por la oligarquía financiera que controla a la humanidad en detrimento del pueblo: una élite que opera no sólo en Estados Unidos sino también en Canadá, Australia, Europa y dondequiera que la política sea rehén de sus fondos de inversión y sus pseudo “organizaciones humanitarias” dedicadas a la destrucción de la civilización occidental.

Detrás de estas personas – ya deberíamos saberlo – hay personas devotas al mal, unidas por el odio satánico contra Nuestro Señor Jesucristo y aquellos que creen en Él, principalmente contra los fieles católicos. Queremos que Cristo reine y lo proclamamos con orgullo: ¡Cristo es Rey! Quieren que reine el Anticristo, cuya tiranía está hecha de caos, guerra, enfermedades, hambruna y muerte. Y cuanto más aumentan las emergencias y las crisis planeadas y creadas por la élite globalista, más pretexto tiene esa élite para imponer nuevas limitaciones, nuevas restricciones de los derechos fundamentales y nuevos controles sociales.

Joe Biden, el actual “presidente”, es un servidor de esta élite subversiva y ampliamente chantajeable por los escándalos y crímenes cometidos por él personalmente y también por su familia, comenzando por su hijo Hunter. Su “vicepresidenta”, Kamala Harris, está igualmente subordinada al mismo Estado profundo. Y el Partido Demócrata, al que ambos pertenecen, es la expresión de la ideología del despertar que afecta a todos los partidos de la izquierda global.

El candidato Donald J. Trump, si bien ciertamente adopta algunas posiciones críticas serias con las que un católico no puede estar de acuerdo, representa para nosotros, queridos fieles estadounidenses, en este momento histórico específico, la única opción posible para contrarrestar el golpe globalista que la izquierda revolucionaria está a punto de implementar de manera definitiva, irreparable y con daños incalculables para las generaciones futuras.

Votar por Donald Trump significa distanciarnos firmemente de una visión de la sociedad anticatólica, anticristiana y antihumana. Significa detener a quienes quieren crear una distopía infernal incluso peor que la anunciada por George Orwell. Y también significa –no lo olvidéis– darle nuestro voto de confianza, para que el presidente Trump sepa que el voto masivo de católicos y cristianos que lo trajo de regreso a la Casa Blanca debe convertirse en la premisa de un compromiso más incisivo en la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, la familia tradicional, el derecho de los padres a educar a sus hijos, y a la defensa de la fe cristiana y la identidad cultural de la Nación.

Repito: la elección es entre un presidente conservador, que paga con su propia vida su lucha contra el Estado profundo, y un monstruo infernal que obedece a Satanás. Para un católico no puede haber dudas: votar por Kamala Harris es moralmente inadmisible y constituye un pecado muy grave. Tampoco es moralmente posible abstenerse, porque en esta guerra, declararse neutral, significa aliarse con el enemigo.

La gente de todo el mundo está empezando a comprender la amenaza que se cierne sobre ellos y el futuro de sus hijos, y vosotros, los estadounidenses, también lo habéis comprendido. Pero aunque esta vez será más difícil para el Estado profundo repetir el fraude de 2020, no hay que pensar que se resignará tan fácilmente a la derrota. Preparémonos, pues, para evitar que posibles ataques y escenarios de guerra civil sirvan para imponer la ley marcial y nuevas restricciones, después de los atentados contra su vida de los que el presidente Trump escapó providencialmente.

Pero no olvidemos, queridos fieles, que las energías humanas por sí solas son impotentes ante este despliegue infernal de fuerzas. Proclamamos que Cristo es Rey – esto significa que Nuestro Señor debe regresar a reinar, y la primera manera de hacerlo reinar es obedeciendo Su santa Ley y viviendo en Su Gracia. Dejad que Cristo reine en vuestros corazones, en vuestras familias, en vuestras comunidades y en todos los Estados Unidos de América: este es el único camino hacia la paz, la armonía y la prosperidad para vuestra Nación.

¡Pensad en cuántos católicos hay en los Estados Unidos! Votad sin dudar y orad para que Nuestro Señor ilumine a los ciudadanos americanos en su elección y conceda la victoria a aquellos que, al menos, no tienen problemas en proclamar que Cristo es el Señor.

Que Dios os bendiga a todos y que la Virgen de Guadalupe, la Patrona de los Estados Unidos y de toda América, y San Miguel Arcángel os proteja. 

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo,
ex Nuncio Apostólico en los Estados Unidos de América

22 de Octubre de 2024


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