lunes, 21 de octubre de 2024

MENSAJES DEL FUTURO TRANSCÓNCLAVE

Hoy, cuando empieza a levantarse un cierto aire de fin de reinado del “papa” en silla de ruedas, se prepara otra interesante jugada cine-católica.

Por Roberto Dal Bosco


¿Que es la programación predictiva y por qué todo está en Los Simpson?

La programación predictiva es una sutil forma de condicionamiento social que se practica desde cualquier medio influyente que, usando una propaganda inteligentemente elaborada, logra adentrarse en la mente humana hasta instaurarse en el subconsciente, de modo que -con el tiempo y a base de estrategias de repetición de aquello que se quiera fijar en la mente- acabemos familiarizados con lo que sea que se quiera inculcar. Según el investigador y filósofo Alan Watts, los medios son utilizados para condicionar a las masas sobre cambios sociales planeados por nuestros líderes, para que cuando estos cambios se incorporen, sean recibidos como una evolución natural y no generen resistencias. Watts asegura que Hollywood lo hace constantemente. Escuchamos fragmentos de la serie de televisión “Los Simpsons” y “Utopía” y también de las películas “Contagio”, “Demolicion man” y “Cortina de humo”. Hablamos además del primado negativo y de cómo desde la publicidad consiguen que se ralentice nuestra capacidad de respuesta ante un estímulo. Según este planteamiento, la élite revelaría sus planes a través de las películas y las series. ¿Estás preparado para abrir tu mente? (Fuente)

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Este artículo contiene trailers, es decir, partes de películas, que revelan lo que -se podría pensar- podría ser el “cónclave del futuro”. A tenor de lo que se está filtrando en estos días, quien ate cabos no podrá evitar pensar que el “cónclave del futuro” se parecerá a una película de ciencia-ficción que, de hecho, ya nos está enviando en el tiempo mensajes precisos, no precisamente sutiles.

Realidad y ficción: empecemos por esta última

Hemos visto cómo, en los últimos años, Hollywood ha empaquetado productos que apelan a la narrativa global de la Iglesia actual. Los dos papas (2019), distribuida por Netflix, parecía hecha a propósito para normalizar la aberración del papado bicéfalo: como una ayudita para evitar que la gente se pregunte Perché hai due papà? (¿Por qué tengo dos papas?) (que, de hecho, es el título de un libro infantil con ideología de género de hace unos años). 


Esta pregunta que, incluso vaticanistas, periodistas de investigación, etc. dejaron de hacerse inmediatamente. Nos quedamos con la duda: nadie nos explicó cómo fueron las cosas, hasta el punto de que nos acostumbramos a andar a tientas en la oscuridad.

Alguien dijo que incluso la película Las sandalias del Pescador (1968) preparaba de hecho el advenimiento de un papa procedente del Este comunista, como ocurrió una década después con la elección de Karol Wojtyla. Pensábamos que incluso la serie El Papa joven, realizada por la HBO, la cadena especializada en la inmundicia, tenía su propio mensaje extracinematográfico latente -pensábamos que servía para preparar la idea de un Papa ateo- y, sin embargo, el cineasta napolitano se perdió casi de inmediato en la complacencia de filmar vestimentas chillonas, monjas desnudándose y estilo autoerótico.


Hoy, cuando empieza a levantarse un cierto aire de fin de reinado del “papa” en silla de ruedas, se prepara otra interesante jugada cine-católica.

Pronto se estrenará una gran película de Hollywood titulada, sencillamente, Cónclave. Cuenta con un reparto de estrellas absolutas: el oscarizado Ralph Fiennes, el buenísimo Stanley Tucci (que, haga lo que haga, se deja mirar), el gran e infravalorado John Lithgow, Sergio Castellitto, todos ellos interpretando a los cardenales de la Santa Iglesia Romana en el momento de la sede vacante.


La base es la novela homónima de 2016 de Robert Harris, escritor de novelas históricas muy populares y bien recibidas, y un hombre que de vez en cuando lanza algún rayo interesante: nos referimos, sobre todo, a El Escritor Fantasma, que básicamente es la revelación de que el primer ministro británico Tony Blair, a través de su esposa Cherie, sería utilizado como marioneta por el Estado Profundo estadounidense. Roman Polanski la convirtió en una película que todavía asombra por la brutalidad de sus referencias al mundo real.

Entonces, ¿contiene esta película Cónclave algún secreto que merezca la pena meternos en la cabeza?

La trama en sí no es inédita: se trata de la batalla de votos y complots para la elección de un nuevo Papa, con la facción progresista liderada por el cardenal Aldo Bellini (Stanley Tucci), Secretario de Estado y ex Arzobispo de Milán, contra el cardenal Goffredo Tedesco (Castellitto), Patriarca de Venecia descrito como un convencido “tradicionalista”, líder de toda el ala conservadora, principalmente con la intención de acumular los 40 votos necesarios para bloquear a los candidatos modernistas.

Spoiler: Entre los dos contendientes, se impondrá un tercero, el filipino Vincent Benitez, arzobispo de Bagdad, nombrado por el Papa moribundo cardenal in pectore poco antes de su muerte. Un prelado cuyas obras piadosas son leyenda: creó centros de acogida para mujeres y niños maltratados en Filipinas y el Congo.

Cuando el colegio es informado de los atentados islamistas contra instituciones católicas, el patriarca veneciano, el cardenal conservador Tedesco, pronuncia un discurso en el que indica la necesidad de tomar represalias, mientras que el cardenal Benítez afirma que nunca se puede oponer la violencia a la violencia.

Pasando directamente a la votación, el cardenal Benítez es elegido Papa con 92 preferencias, dos tercios de la mayoría requerida. El nuevo Papa toma el nombre de Inocencio XIV.

Es en este momento cuando el protagonista, el decano del Colegio Cardenalicio Thomas Lawrence interpretado por Ralph Fiennes (en el libro era el obispo de Ostia Jacopo Baldassare Lomeli) recibe una noticia impactante, el golpe de teatro, tan significativo para la película y para la realidad de la época actual. Benítez había reservado y luego cancelado una cita en una clínica de “cambio de sexo” en Ginebra meses antes.

El nuevo Papa revela entonces que nació “intersexual”: antes decíamos “hermafrodita”, pero ahora utilizamos la neolengua y decimos “intersexual”, y esa es la 'I' que a veces se ve aparecer en el siempre cambiante acrónimo del arco iris: LGBTQI

El Papa dice que fue criado por sus padres como varón, y que nunca sospechó nada porque nunca fue consciente de la anatomía masculina hasta que fue herido en Irak, y el médico le dijo cuál era su condición genética.

El nuevo Papa dijo que el Papa muerto había rechazado su carta de dimisión incluso promoviéndole, creándole cardenal in pectore. El decano del colegio, enterado del secreto, decide encubrirlo todo, confiando en el plan de Dios, pero al mismo tiempo admite la bomba de relojería: la verdad saldrá inevitablemente a la luz cuando, después de su muerte, pueda haber un análisis médico sobre el cuerpo del papa...

En resumen, para hacer corta una larga historia: aquí tenemos el “Papa transexual”.

Si piensan que esto es una exageración de la imaginación, se equivocan: el mensaje aquí es clarísimo, y el instrumento de persuasión también. No se trata de un papa travestido, sino de la forma aceptada por la ventana de Overton: es hermafrodita, y no por su culpa, sino porque “Dios lo ha querido así”. “He nacido así, he nacido así, cantó Lady Gaga en Roma ante una multitud de homosexuales extasiados en el concierto impulsado por los EE.UU. de cara a los últimos tiempos del Vaticano Ratzingeriano.

Hay que admitir que el diseño es más complejo de lo esperado: mientras Bergoglio habla de “mariconería”, difunde Fiducia Supplicans - la verdadera revolución sexual en el Vaticano se está forjando directamente a través del transexualismo, la región más hostil de todo el imperio del arco iris.

¿Cuántas veces lo hemos mencionado? Muchísimas: el “papa” Francisco y los transexuales. Los episodios son casi incesantes. Transexuales almuerzan con Bergoglio. Transexuales en audiencia (desde los primeros años de su “pontificado”). Transexuales a los que el limosnero del “papa” da dinero (Krajewski, siempre él). Transexuales declarados aptos para ser padrinos (madrinas) en las confirmaciones (primer disparo de Tucho Fernández). Transexuales deben ser “integrados en la sociedad” (carta de Bergoglio a la hermana Gramick, hace unos meses).

La última, hace sólo unos días, un grupo de activistas homosexuales se reunió en privado con el “papa”, al que instan a aceptar los “cambios de sexo”. La reunión fue reportada, fotografiada y publicada. El mensaje no es subliminal: es bastante claro, diría yo.

¿Qué hay detrás de esta estrategia? Algunos dirán: tal vez el Vaticano modernista cree que la homosexualidad -que aflige a una parte gigantesca de la jerarquía y a todo el clero- se normalizará más fácilmente a través de los transexuales, que fueron “hechos así”, “irreversiblemente”, por Dios o por el cirujano, y por lo tanto, al menos en apariencia, respetan la dicotomía típica de la sociedad humana.

Así pues: algunos “sacerdotes” quieren llegar a la iglesia del arco iris, donde podrán hacer abiertamente lo que ahora hacen en secreto en seminarios, monasterios y salas del Palacio Sagrado (pero entonces, ¿se dan cuenta de que perderán por completo el placer de hacerlo en secreto, contra la moral que juran, además de contra natura?) y por ello citan los “casos humanos”, las “excepciones científicas”, que como sabemos abundan en las dos primeras etapas de Overton, una vez que el proceso está en marcha.

¿Es así? ¿O hay algo más oscuro?

Aquí acabamos en un círculo diferente, con películas diferentes. Hay una película de culto, The House with the Laughing Windows (subtitulada en español: La casa de las ventanas que ríen) (1976), una “película de terror del valle del Po” que tenía como revelación final: el hecho de que el asesino en serie era el cura, y lo que es más... en realidad era una mujer. El clímax es, de hecho, idéntico al de Cónclave: con la diferencia de que entonces expresaba el horror absoluto, mientras que ahora es una señal positiva, casi “divina”.

Recuerdo cómo, hace un cuarto de siglo, asistí en Milán a la presentación de la versión en DVD (existían entonces) de “La casa de las ventanas que ríen”, el director Pupi Avati contó cómo la idea le había venido de cuentos que había oído de niño, contados por adultos para aterrorizar a los niños: mira, si no te portas bien, vendrá la mujer-sacerdote. Avati añadió también que existía una leyenda, en la región de Emilia, que decía que cuando moría un sacerdote se descubría que no era un hombre, igual que en el futuro imaginado por el cardenal que decide encubrir el hermafroditismo del nuevo Papa en Cónclave.

¿Está el horror a punto de aceptarse, de hacerse realidad?

Hay que recordar que, como siempre en los asuntos de la Iglesia, esto no es nada nuevo, ni siquiera cuando se trata de transexualismo teológico y otros monstruos.

En abril de 1979, en la revista Seminari e teologia, apareció un artículo de una “monja” que hablaba de una “anomalía muy extraña” y de un “enorme malentendido” en la teología trinitaria católica: el Espíritu Santo es en verdad una Espírita Santa. Romano Amerio ya comentaba que no se puede en modo alguno “encontrar nueva la extravagancia de la Espírita Santa”. Ya se observó en Agobardo y, además, los herejes llamados Oscenes hicieron femenina a la tercera persona y la adoraron encarnada en Guglielmina Boema (Guillermina la Bohemia) (Iota Unum, Fede&Cultura, Verona 2009; p.184).

Sí, Guillermina la Bohemia, la bruja curandera del siglo XIII cuyo culto fue condenado por Bonifacio VIII. Una biografía alemana la llama Die Päpstin von Mailand, (la Papisa de Milán). Si al lector le ha sonado, digamos que sí, que es exactamente ella: aquella en cuya tumba, en la abadía de Chiaravalle, iba a ser enterrado Raffaele Mattioli, señor de la banca italiana, cuyas relaciones con los poderes ocultos nacionales no están muy claras, y que supuestamente formó parte de la mesa para la división de Italia en una cena imaginaria con De Gasperi y Togliatti: el PCI se quedaba con la cultura y dos regiones, la DC con el poder político, y los bancos pasaban al...

Estamos hablando de una papisa de verdad, como la que aparece en las cartas del tarot. Y que quizás aún hoy tenga admiradores.


Mucho se supo ya hace unos diez años, cuando los periódicos empezaron a rumorear que el recién nombrado “Papa”, ya abiertamente revolucionario -(¿recuerdan las llamadas telefónicas a personas al azar? ¿Recuerdan el “quién soy yo para juzgar” en respuesta a la pregunta sobre un monseñor que estaba provocando un escándalo?)- podría elegir cardenal a una mujer. Cardenala. Cardenalisa. Cardenal.

Cuando comenzó a circular ese rumor en Italia, el revuelo fue tal que incluso el canal de televisión La7, que astutamente establece horarios en tiempo real con la esperanza de afectar a la realidad del país, emitió en esos días Die Päpstin (La Pontífice) (2009), una oscura película alemana sobre la mitológica mujer-Papa en la que la Iglesia es retratada como un burdel de machismo lujurioso y violento, hombres insensibles al amor y a la belleza, de lo que las mujeres son obviamente expertas, que -no hace falta decirlo
- serían más adecuadas para dirigir la Iglesia.

Ya lo ven: es una vieja historia, no es más que una pequeña e inocente tradición gnóstica que puede reactivarse a voluntad.

Ahora, se informa al lector de que Bergoglio acaba de ordenar 21 nuevos “cardenales”. En su mayoría son sostenedores de la Fiducia Supplicans, el documento que habla sobre las bendiciones a los homosexuales que, se podría pensar, probablemente no era más que una trampa para los obispos de todo el mundo, una prueba de fuego para saber quién está dentro y quién está fuera: de hecho, los africanos, opuestos en bloque, están prácticamente ausentes de los nuevos nombramientos.

Así pues, en cuanto a lo que pueda suceder, podemos hacernos una idea a medias. O tal vez no: la realidad, lo hemos visto tantas veces, supera la ficción, mientras que los signos apocalípticos abundan sin pudor.

El papa-mujer está a la vuelta de la esquina. El papado definitivamente homosexualizado también.

Más signos monstruosos del fin de los tiempos, ¿tenemos alguno? No, porque a estas alturas, de verdad, se están echando a perder a lo grande.



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