viernes, 25 de octubre de 2024

LAS TRES CARAS DE LA REVOLUCIÓN

Analizando las tendencias de Lutero, Robespierre y el Che Guevara

Por el Prof. Plinio Correa de Oliveira


En diversas ocasiones hemos mostrado cómo la explosión protestante del siglo XVI, la Revolución Francesa del siglo XVIII y la Revolución Comunista del siglo XX constituyen tres fases de un inmenso movimiento, uno en espíritu, objetivos e incluso métodos: la Revolución.

Hoy intentaré señalar algunos de los rasgos del alma de este movimiento, es decir, algo del espíritu de la Revolución en las personas de tres de sus líderes.

Una sensualidad abrumadora


En la máscara mortuoria de Martín Lutero, un primer análisis revela la rudeza de sus rasgos y confirma su característica nota de presunción. También lo muestra como un demagogo rebelde, que predicó tantos errores y sembró la rebelión por todas partes, haciendo que se derramara tanta sangre.

Pero la impresión que salta inmediatamente y se vuelve definitiva en la mente del observador es la de sensualidad, un amor exagerado por los placeres de todo orden. Mirar este cuadro suscita un sentimiento de repugnancia.


Un odio igualitario


Los rasgos de Robespierre, cuya máscara mortuoria se encuentra en el Museo Madame Tussaud de Londres, expresan principalmente odio. Un odio tan profundo, tan abrumador, que sin erradicar por completo la sensualidad, constituye la nota dominante de la fisonomía.

Esos labios, cerrados para siempre, parecen transmitir aún algo de sus órdenes de violencia y muerte de la época del Terror. Esos ojos, que ya no ven, parecen conservar una expresión de odio viperino. La frente redondeada da la sensación de que todavía rumia piezas oratorias incendiarias y planes de subversión.

Todo en él habla de odio igualitario, tanto en el plano especulativo como en el militante, un deseo inmenso de destruir todo, bajo cualquier título, que sea superior a él.


El comunista sonriente


La tercer imagen presenta a Ernesto “Che” Guevara, el guerrillero argentino trasplantado a Cuba, que expresa con tanta autenticidad el sello marxista de la revolución cubana.

El pelo, que parece no haber sido cortado ni lavado nunca, un bigote ralo y deshilachado cuyas extremidades se juntan con una barba descuidada de contornos inciertos, forman el marco de un rostro que expresa desaliño y desorden. Provoca una repulsión instintiva, aunque pretende suscitar una impresión de naturalidad y sencillez llevadas al extremo.

Su mirada de una luminosidad poco común y su sonrisa parecen dar una cierta idea de una cordialidad y una afabilidad un tanto místicas.

Este hombre empalagoso es uno de los partidarios del régimen de El Paredón (el gran muro de la muerte) donde tantas víctimas inocentes han sido cruelmente asesinadas. Un régimen que se opuso a la Iglesia con una persecución que seguía perfectamente el estilo de Robespierre o Lenin.

Si la fisonomía de Lutero expresa ante todo la avidez por los placeres del cuerpo, y la de Robespierre sobre todo el odio igualitario, el rostro del Che Guevara representa una máscara más reciente de la Revolución, es decir, una buena voluntad insincera que oculta las peores violencias y crímenes.


Publicado en Catolicismo, enero de 1961




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