El orden, la calma y la paz del alma son herramientas eficaces para vencer el desorden, la espontaneidad y las tendencias vulgares tan comunes en nuestro tiempo.
Por Patricio Padilla
Señor Padilla:
Quiero darle las gracias por su artículo tan necesario, “Nuestro primer deber para con la sociedad son los deberes para con nuestros padres”.
Todo lo que aquí se dice sobre las familias de ayer es necesario para que las familias de hoy sobrevivan.
Por desgracia, parece que sólo quedan hilos del bello tapiz familiar, y por lo general sólo en algunas familias tradicionales. Las costumbres y los deberes de la verdadera y propia familia rara vez se practican, y en la mayoría, ya no existen.
Sr. Padilla, me dirijo a usted y a su bien ganada autoridad en este tema, para pedirle sugerencias e ideas sobre cómo llevar a cabo la restauración de los deberes y costumbres adecuados que son necesarios para la salvación de la familia.
L.M.
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Responde el Sr. Padilla:
Muy estimada y respetada Sra. L.M.,
¡Salve Maria!
Agradezco sus elogiosas palabras ya que le tengo la más alta consideración y aprecio.
Lo que dice sobre las familias es una gran verdad y me ha motivado a pensar qué métodos se pueden desarrollar para sembrar y alimentar el ideal de una familia católica.
Creo que un paso relativamente sencillo puede ayudar a conseguir lo que pide y, con el tiempo, ser eficaz.
En español hay dos palabras que son sinónimos: casa y hogar. Casa está más relacionada con el lugar, la construcción donde se vive. Hogar, sin embargo, tiene un significado más profundo; etimológicamente hablando, es el calor de las brasas del fuego donde antes se cocinaban los alimentos. Por eso existe la expresión “calor de hogar”.
Creo que todos hemos tenido la experiencia de disfrutar de ambas cosas, la comida caliente y el calor del hogar. También es cierto que todo el mundo aprecia una comida bien hecha, que requiere tiempo, cuidado y seguramente algún sacrificio. También está la cuestión de la presentación: Por ejemplo, no es lo mismo regalar un juguete a un niño que dárselo envuelto en un bonito papel de regalo. Así, también, todo el mundo aprecia una comida bien presentada.
Comer comida rápida no es lo mismo que comer alrededor de la mesa familiar, compartiendo conversación y el legítimo placer de satisfacer los sentidos. La costumbre de comer bien es algo que solía hacerse regularmente en todos los hogares familiares, ricos o pobres.
La nostalgia por estas cosas es tan grande que hace varios años surgió un movimiento en el ámbito de la restauración que se denomina slow food (comida lenta) y viene precisamente a contrarrestar la agitación y la velocidad de la fast food (comida rápida).
Comer, pues, es una de las cosas más importantes de la vida cotidiana.
Así que permítame hacerle una sugerencia concreta.
Por lo general, conocemos las cosas que más gustan a nuestra familia en cuanto a comida. Preparar una comida que incluya estos alimentos y bebidas un sábado o un domingo es una buena manera de recuperar el hábito de comer juntos.
Preparar bien una comida requiere una planificación cuidadosa, determinar el número de comensales, elegir el menú, hacer la lista de la compra, planificar el servicio de mesa que se va a utilizar -vajilla, vasos, platos, cubiertos, mantelería, etc.-, todo ello con la antelación necesaria.
Preparar bien una receta requiere un paso al que generalmente no se le da la importancia que merece: preparar y disponer los ingredientes y el equipo de cocina que se van a utilizar. Este paso da calma y seguridad al proceso de cocción, que requiere atención.
La preparación final puede ser el momento en el que se manifieste más claramente nuestro afecto por la familia y los invitados: Definitivamente, hacer bien la comida es un esfuerzo de amor y exige un cierto grado de sacrificio. Nunca está de más repetirlo.
Tal vez podrías empezar por establecer esta costumbre semanal con el nombre de Convivium, que es una reunión de convivencia. La presentación refinada invita a todos a una forma de ser más elevada y a una conversación más cortés y amable.
El proceso de deterioro de la familia contemporánea exige que el antídoto sea un proceso de reconstrucción: El orden, la calma y la paz del alma son herramientas eficaces para vencer el desorden, la espontaneidad y las tendencias vulgares tan comunes en nuestro tiempo.
Por supuesto, nada de valor se consigue fácilmente; requiere oración, dedicación y sacrificio.
Esta es una sugerencia que puedo hacer en respuesta a sus inquietudes.
Espero que le sirva de ayuda. Le agradezco mucho sus oraciones por mí; puede contar con las mías por usted y su familia.
In Jesu et Maria,
Patricio Padilla
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