sábado, 6 de julio de 2024

6 DE JULIO: SAN GOAR, PRESBITERO Y CONFESOR


6 de Julio: San Goar, presbítero y confesor

(✞ 575)


El ejemplarísimo presbítero San Goar fue francés de nación, de la provincia de Gascuña, su padre se llamaba Jorge y su madre Valeria, y eran personas de sangre ilustre.

Desde niño fue muy bien inclinado, de amable aspecto, humilde, honesto y dado a todas las obras de virtud. 

Habiéndose ordenado como presbítero, determinó abandonar todas las cosas de la tierra, y se fue a un lugar del obispado de Tréveris, que se llamaba Wochara, donde hizo una iglesia con licencia del obispo Félix y colocó en ella algunas reliquias de los santos. 

En ese lugar vivió muchos años, dándose a la oración, ayunos y penitencias, y a ejercitar la hospitalidad con los pobres y peregrinos. 

Había aún muchos gentiles en aquella tierra, los cuales con la vida tan ejemplar y con la predicación y milagros del santo presbítero, se convirtieron a la fe. 

Echaba los demonios de los cuerpos, daba vista a los ciegos, pies a los cojos, y sanaba a muchos dolientes de varias enfermedades. 

Dos criados del Obispo, le acusaron delante de su amo, diciéndole que era hipócrita y embustero, e interpretando muy mal las honestas acciones y obras de caridad que hacía albergando a los peregrinos. 

Más cuando el Obispo mandó venir al Santo delante de sí, y vio que un niño de pecho de solo tres días habló defendiendo la hombría del varón de Dios, quedó tan confundido y confuso por haber creído tan fácilmente lo que falsamente le habían dicho, se echó a los pies del santo y se encomendó con lágrimas en sus oraciones. 

Llegó la fama de su excelente virtud al rey Sigiberto, el cual tomó todos los medios que pudo para persuadir al venerable presbítero que aceptase el obispado de Tréveris, porque quería dar con ellos satisfacción a todo el pueblo que lo deseaba y se lo suplicaba. 

Más no pudo el rey convencer al santo de que recibiese aquella dignidad; y habiéndole dado 20 días de término para recogerse y hacer oración sobre ello, se encerró el siervo de Dios en su celda, y postrado en el suelo, rogó al Señor, llorando arroyos de lágrimas y suplicándole afectuosamente que no permitiese que el rey se saliese con su pretensión. 

El Señor lo oyó, enviándole una fiebre que le fatigó durante siete años gravemente y de manera que no pudo ya salir de su retiro, ni siquiera para ver al rey. 

Finalmente, labrada aquella bendita alma del siervo de Dios y purificada como el oro con tan larga y penosa dolencia, acabó el curso de su peregrinación y pasó a recibir el premio por sus heroicas virtudes en el eterno descanso. 

El Sagrado cuerpo fue sepultado en la misma Iglesia que había edificado el piadosísimo varón para honrar las reliquias de los santos. 

Reflexión

Si los santos honran con tan reverencia las reliquias de los santos, ¿no es razón para que nosotros, pobres pecadores, las honremos con la misma veneración y acatamiento? Son ellos grandes amigos de Dios, príncipes del cielo, cortesanos del palacio divino, abogados e intercesores nuestros, que tienen muchas gracias y cabida con la divina majestad; y esas sagradas reliquias de sus cuerpos son honradas por Dios con soberanos prodigios, y han de resucitar con todas las dotes de gloria y participar de la eterna felicidad de sus almas. Adorémoslas pues con mucha devoción, pidiendo a los santos que nos alcancen por sus méritos la gracia de gozar en cuerpo y alma de su gloriosa compañía. 

Oración

Oye, Señor, favorablemente las súplicas que te hacemos en la solemnidad de tu confesor el bienaventurado Goar, para que los que no confiamos en nuestra justicia, seamos favorecidos por los merecimientos de aquel santo que fue tan agradable a tus divinos ojos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén. 



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