30 de Julio: San Abdón y san Senén, mártires
(† 250)
Los nobilísimos y portentosos mártires de Cristo Abdón y Senén fueron persas de nación, y caballeros principales y muy ricos en su patria; los cuales siendo cristianos y viendo padecer a los que lo eran graves tormentos y muertes atroces, imperando Decio y persiguiendo crudamente a la Iglesia, se ocupaban en consolar las almas de los que padecían por Cristo, y en dar sepultura a los cuerpos de los que con muerte habían alcanzado la vida.
Supo esto Decio: los mandó prender y traer a su presencia, habiéndolos oído, y sabiendo por su misma confesión que eran cristianos, les mandó echar cadenas y prisiones, y guardar con otros cautivos de su misma nación que tenía presos, porque quería volver a Roma y entrar triunfando, y acompañado de todos estos presos y cautivos para que su triunfo fuese más ilustre y glorioso.
Se hizo así: entró en Roma el emperador con gran pompa acompañado de gran multitud de persas cautivos, entre los cuales iban los santos mártires Abdón y Senén ricamente vestidos, como nobles que eran, y como presos, cargados de cadenas y grillos.
Después mandó Decio a Claudio, pontífice del Capitolio, que trajese un ídolo y le pusiese en un altar, y exhortándoles que le adorasen, porque así gozarían de su libertad, nobleza y riquezas.
Mas los santos, con gran constancia y firmeza, le respondieron que ellos a sólo Jesucristo adoraban y reconocían por Dios, y a Él le habían ofrecido sacrificio de sí mismos.
Los amenazó con las fieras, y ellos se rieron.
Los sacaron al anfiteatro, y quisieron por fuerza hacerlos arrodillar delante de una estatua del sol, que allí estaba; pero los mártires la escupieron, y fueron azotados y atormentados cruelmente con plomos en los azotes, y estando desnudos y llagados, aunque vestidos de Cristo y hermoseados de su divina gracia, soltaron contra ellos dos leones ferocísimos y cuatro osos terribles, los cuales, en lugar de devorar a los santos, se echaron a sus pies y los reverenciaron, sin hacerles ningún mal.
El juez Valeriano, atribuyendo este milagro a arte mágica, mandó que los matasen; y allí los despedazaron con muchos y despiadados golpes y heridas que les dieron, y sus almas hermosas y resplandecientes subieron al cielo a gozar de Dios, dejando sus cuerpos feos y revueltos en su sangre.
Los cuales estuvieron tres días sin sepultura, para escarmiento y terror de los cristianos; pero después vino Quirino, subdiácono (que se dice escribió la vida de estos santos), y de noche recogió sus sagrados cadáveres y los puso en un arca de plomo, y los guardó en su casa con gran devoción.
E imperando el gran Constantino, por revelación celestial fueron descubiertos y trasladados al cementerio de Ponciano.
Reflexión:
Decía Marco Tulio, adulando al emperador Cayo César que acababa de perdonar generosamente a Marco Marcelo: “Has rendido muchas naciones y domado gentes bárbaras y triunfado de todos tus enemigos; pero hoy has alcanzado la más ilustre victoria, porque perdonando a tu enemigo, te has vencido a ti mismo”. ¿Pues quién duda que según esta filosofía, mayor victoria alcanzaron los santos Abdón y Senén atados al carro triunfal de Decio, que el otro emperador que acababa de sujetar a los Persas? ¡Oh! ¡cuán gran gloria es padecer afrentas por Cristo! “Más gloriosa -dice san Crisóstomo- es esa ignominia que la honra de un trono real, y del imperio del mundo”.
Oración:
Oh Dios, que concediste a tus bienaventurados mártires Abdón y Senén un don copioso de tu gracia, para llegar a tan gran gloria; otórganos a nosotros, siervos tuyos, el perdón de nuestros pecados, para que por sus méritos nos veamos libres de todas las adversidades. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
Reflexión:
Decía Marco Tulio, adulando al emperador Cayo César que acababa de perdonar generosamente a Marco Marcelo: “Has rendido muchas naciones y domado gentes bárbaras y triunfado de todos tus enemigos; pero hoy has alcanzado la más ilustre victoria, porque perdonando a tu enemigo, te has vencido a ti mismo”. ¿Pues quién duda que según esta filosofía, mayor victoria alcanzaron los santos Abdón y Senén atados al carro triunfal de Decio, que el otro emperador que acababa de sujetar a los Persas? ¡Oh! ¡cuán gran gloria es padecer afrentas por Cristo! “Más gloriosa -dice san Crisóstomo- es esa ignominia que la honra de un trono real, y del imperio del mundo”.
Oración:
Oh Dios, que concediste a tus bienaventurados mártires Abdón y Senén un don copioso de tu gracia, para llegar a tan gran gloria; otórganos a nosotros, siervos tuyos, el perdón de nuestros pecados, para que por sus méritos nos veamos libres de todas las adversidades. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
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