18 de Junio: San Marcos y San Marcelino, hermanos mártires
(✞ 286)
Los valerosos y nobles caballeros de Jesucristo, Marcos y Marcelino, fueron romanos y hermanos, y de muy ilustre linaje e hijos de Tranquilino y de Marcia, personas muy ricas y principales.
Eran cristianos y ya casados con hijos, cuando Cromacio los mandó a prender por la fe de Cristo, y les condenó a gravísimos tormentos y a ser después degollados, si dentro de treinta días no obedecían el mandamiento imperial y adoraban a los dioses del imperio.
En este espacio de tiempo no se puede fácilmente creer los artilugios que usó el demonio para derribarlos. Su padre y su madre, sus mujeres e hijos, sus deudos, amigos y conocidos que eran muchos, los visitaron mientras estaban en la cárcel instándolos a renunciar a la fe de Cristo.
Pero el glorioso San Sebastián, que era caballero de la corte imperial y encubría exteriormente su fe para ayudar mejor a los cristianos perseguidos, se halló presente en todos estos encuentros, y viendo que Marcos y Marcelino se estaban ablandando con las lágrimas de sus padres, esposas e hijos, juzgó que era tiempo de declarar lo que tenía encerrado en su pecho y manifestar que era cristiano, para que los dos hermanos no lo dejasen de ser, ni dejasen de exponer su cuerpo a la muerte por la fe de Jesucristo.
Entonces les habló de la brevedad, fragilidad y engaños de esta vida mortal, y de la certidumbre y gloria de la bienaventuranza de que presto gozarían, haciendo que los dos santos hermanos se determinasen a morir, y que los que estaban presentes se convirtiesen a la Fe del Señor, y así fuesen compañeros en el martirio de aquellos mismos a quienes antes con palabras, llantos y gemidos, persuadían para que adorasen dioses falsos.
Y así, pasado el término de los treinta días, un juez llamado Fabián, que había sucedido a Cromacio, y que era hombre cruelísimo, mandó atar a los santos hermanos en un madero y enclavar en él sus pies con clavos.
En este tormento estuvieron un día y una noche, alabando al Señor y cantando versos de algunos salmos, repitiendo con singular afecto y ternura aquellas palabras del real profeta: “¡Oh! ¡Qué buena y qué cosa alegre es habitar dos hermanos en uno!”.
Finalmente, espantado el juez por la fortaleza y perseverancia de los dos santos hermanos, que en lugar de desear verse libres de aquellos grandes tormentos, le pedían que les dejase morir allí unidos de aquella manera en el amor de Jesucristo, mandó que los lanceacen y con este género de muerte dieron sus almas a Dios.
La mención de estos Santos aparece en la mayoría de los martirologios antiguos y en el Calendario Romano General Tradicional anterior a la nefasta reforma del Calendario tridentino en 1969 (bula Mysterii Paschalis).
Reflexión:
Has visto como estos dos santos hermanos movidos por la falsa compasión de los que les amaban con solo el amor de la carne y sangre, llegaron a hacerlos casi blandear con sumo riesgo de perder la fe y la palma del martirio. ¡Alerta pues con las seducciones del amor carnal y de las amistades y respetos mundanos! Porque si por una criminal condescendencia llegases a perder la amistad de Dios, el alma y el cielo; ¿por ventura podrían tus deudos o amigos liberarte del infierno? Y aunque ellos también se condenasen, ¿acaso podrían darte allí algún alivio o consuelo con su presencia y maldita compañía? Un corazón magnánimo no ha de temer a ningún hombre: solo ha de temer a Dios Omnipotente.
Oración:
Concédenos, oh Dios Todopoderoso, que pues celebramos el nacimiento para el cielo de tus santos mártires Marcos y Marcelino, seamos libres por su intercesión de todos los males que nos amenazan. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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