17 de Junio: San Avito, abad de Micy
(✞ 530)
El religiosísimo abad de Micy, San Avito, fue hijo de un pobre labrador del territorio de Orleans.
Habiendo visto algunos monjes de la abadía de Micy, se echó a los pies del abad San Mesmino y le suplicó con los ojos llenos de lágrimas se dignase darle el hábito sagrado o por lo menos recibirle como criado en su monasterio, añadiendo que antes se dejaría morir allí, que volverse al mundo.
La abadía de San Mesmino de Micy
Dibujo de Louis Boudan, 1707
Bibliothèque nationale de France
Lo nombró procurador del monasterio; y él sustentaba con mucha caridad a los pobres que se llegaban a la puerta, con lo cual merecía que el Señor lloviese sus bendiciones sobre aquella Sagrada Comunidad.
Más al poco tiempo, movido de Dios, se retiró con licencia de su santo Abad, a un bosque muy solitario que estaba no muy lejos de allí y se llamaba el desierto de Soloña.
Por ese tiempo pasó de esta vida mortal a la eterna San Mesmino, y por voz común de todos los monjes y del Obispo de Orleans, el glorioso San Avito fue nombrado superior de aquellos Religiosos; más como el santo se juzgase indigno de aquel cargo, dejó su renuncia por escrito, y llevando consigo a uno de sus monjes se retiró secretamente a otro desierto llamado de la Percha.
Allí dio habla a un mudo de nacimiento, y corriendo de boca en boca la noticia de este prodigio, concurría gente de todos los lugares a visitarle y porque muchos querían acompañarle en aquella soledad, construyó un monasterio que se llamó después el monasterio de San Avito, donde se vieron los admirables ejemplos que habían dado los discípulos de San Antonio en Oriente.
Dejó algún tiempo el santo abad su retiro para ir a Orleans donde le llamaba el bien de las almas, y habiendo alumbrado allí a un ciego de nacimiento, el gobernador de la ciudad para celebrar este y otros prodigios del varón de Dios mandó abrir las cárceles y dar libertad a los presos.
Volviendo Avito a su convento, halló en el féretro a su discípulo que había traído consigo del monasterio de San Mesmino, hincándose de rodillas dijo al cadáver:
- Yo te mando en nombre de Dios Todopoderoso que te levantes.
Y alzándose el difunto, se arrojó a los pies del santo y fue con él a dar gracias a Dios.
El glorioso San Lubín, obispo de Chartres, asegura qué oyó este prodigio de boca del mismo monje resucitado, el cual sobrevivió muchos años a nuestro Santo.
Finalmente, lleno de méritos y virtudes, a la edad de sesenta años entregó su purísima alma al Señor.
Reflexión:
De varios Santos leemos que han alcanzado con su autoridad y sus prodigios la libertad de los presos, y desde los días de San Pablo que libró de la servidumbre al esclavo Onésimo y le llamó con el dulce nombre de 'hermano', hasta la obra de La Redención de Cautivos y actual rescate de los esclavos de África, siempre se ha mostrado la Religión Cristiana amiga y favorecedora de la libertad. ¿Sabes por qué? Porque para obligar a los hombres al cumplimiento de sus deberes, tiene medios más eficaces que los recursos de la fuerza y de la violencia de que ha de echar mano la justicia humana; pues esta solo puede atar los brazos del cuerpo; más la religión ata hasta los malos deseos del alma. Por esta causa vemos que los que temen solamente a la justicia de los hombres se ríen de ella muchas veces, más el que teme a Dios, tiembla de sus amenazas, porque sabe que es imposible escaparse de las manos divinas.
Oración:
Te suplicamos, Señor, que nos recomiendes delante de ti la intercesión del bienaventurado San Avito, para que alcancemos por su patrocinio lo que no podemos conseguir por nuestros méritos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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