lunes, 13 de mayo de 2024

13 DE MAYO: SAN JUAN SILENCIARIO, OBISPO Y CONFESOR


13 de Mayo: San Juan Silenciario, Obispo y Confesor

(✞ 558)

San Juan llamado Silenciario por el profundo recogimiento y silencio que guardó por espacio de muchos años, nació en Nicópolis de Armenia, de nobilísimos padres.

A los dieciocho años de edad fue a Colonia donde empleó su patrimonio en edificar una magnífica iglesia a Nuestra Señora y en fundar un monasterio, en el cual él mismo se encerró con otros diez compañeros, haciendo allí vida tan perfecta que en breve tiempo fue aquel monasterio un seminario de santos.

Pero muerto el Obispo de Colonia, sacaron de su retiro al joven abad que tenía a la sazón veintiocho años, y por la fuerza de su celo apostólico, se vio muy eficiente para hacer florecer la piedad en todo el obispado y aún en la misma corte del emperador, donde su hermano Pérgamo y su primo Teodoro fueron modelo de cortesanos ejemplares.

Más no pudiendo reducir a su cuñado Pasímico que era gobernador de la Armenia, y turbaba la paz de su iglesia con injusticias y violencias, después de llevar inútilmente sus quejas al emperador Zenón, y puestos en orden los negocios del obispado, renunció secretamente y se embarcó solo en un navío y se fue a Jerusalén con propósito de pasar el resto de su vida como un desconocido entre los hombres.

Lo recibió San Sabas en su monasterio llamado la Laura; y así el Obispo, que se mostraba como un desconocido, sirvió de peón a los albañiles, que fabricaban una casa para hospedar a los peregrinos, llevándoles el yeso y las piedras.

Al cabo de algunos años, admirando San Sabas cada día más la eminente virtud del religioso, le llevó consigo al patriarca de Jerusalén para conferir a aquel monje las Órdenes Sagradas y el Sacerdocio, lo cual dijo el patriarca que haría de buena gana.

Entonces viéndose el siervo de Dios pronto a descubrir su identidad, pidió audiencia privada al patriarca, y después de obligarle al secreto, le declaró que era Obispo; tras lo cual, asombrado y edificado el patriarca, llamó a San Sabas y le dijo que no podía ordenar aquel santo religioso y que le dejase en su humildad, sin permitir que nadie le inquietase.

Así perseveró en su silencio todo el resto de su vida, no hablando palabra por espacio de muchos años, y entregándose a asombrosas penitencias y altísima contemplación, así en el monasterio como en la soledad.

Muerto San Sabas, se apareció a nuestro Santo para consolarle en la cruel persecución que movieron contra él y contra sus monjes los que seguían los dogmas de Orígenes y Teodoro de Mopsuestia.

Mucho tuvieron que padecer aquellos santos anacoretas; pero teniendo por cabeza y guía a nuestro santo, jamás pudieron ser inficionados por el veneno del error, y sufrieron con gran fortaleza las más duras persecuciones por defender los decretos de la Iglesia.

Finalmente, colmado de méritos y virtudes, entregó su preciosa alma al Señor a la edad de 104 años.


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