21 de Abril: San Anselmo, arzobispo y doctor
(✞ 1109)
El venerable prelado y doctor de la Iglesia de Jesucristo San Anselmo nació de nobles padres en la ciudad de Augusta, que está en los confines del Piamonte y de Borgoña.
Desde niño se dio al estudio de las buenas letras; y aunque a la edad de quince años determinó renunciar a todas las cosas del siglo, olvidado de su primera vocación, se dejó llevar sin freno por sus gustos con grande y terrible enojo de su padre.
San Anselmo partió de su casa y pasando a la provincia de Normandía, llevado de mejores pensamientos, se hizo discípulo del famoso monje Lanfranco, con el que vino a revivir y reflorecer aquel deseo de consagrarse totalmente al vicio de Dios, como lo hizo en el monasterio gobernado por aquel insigne monje.
Su fama se extendió por sus esclarecidos talentos y virtudes en toda Normandía, Francia, Flandes e Inglaterra, de manera que muchos hombres nobles y letrados concurrían al monasterio donde Anselmo era ya prelado, para vivir debajo de su disciplina, más como tenía necesidad de ir a Inglaterra, el rey Guillermo el Conquistador, le recibió con gran honra, y su hijo Guillermo II quiso que fuese consagrado como arzobispo de la Iglesia de Canterbury.
Pero cuando entendió el rey codicioso que el santo prelado estaba lejos de darle la hacienda de los pobres, se indignó de sobremanera, que no pudiendo el santo conjurar aquella tormenta horrible, se vistió de hábito de romero y huyó a Roma, donde fue bien acogido por el Sumo Pontífice, y pasó después a León de Francia para ayudar al arzobispo de aquella silla, y allí tuvo que ver al rey Guillermo, que andando de caza, había sido traspasado con una saeta en el corazón.
Y no se puede creer el dolor que tuvo con esta nueva el santo prelado, y las lágrimas de amargura que derramó.
A Guillermo II sucedió en el reino su hermano Enrique II , el cual rogó a San Anselmo que volviese a Inglaterra, Y aunque le persiguió y le mandó confiscar los bienes cuando supo de la excomunión con que lo había fulminado el papa contra los legos que se hacen dar la investidura de los obispados, al fin dejó a la Iglesia lo que era suyo y convirtió el odio que tenía a Anselmo en amor.
Estando ya, pues, el venerable arzobispo con mucha paz y quietud en su Iglesia, no solo hizo oficio de Santo y vigilante pastor, sino que escribió además muchos y excelentes libros, añadiéndolos a los de materias teológicas, otros con los que engrandeció las prerrogativas de la Virgen Santísima y fue tan devoto de su Inmaculada Concepción que mandó como precepto se celebrase esta fiesta en su iglesia cantuariense.
Finalmente después de haber ilustrado toda la cristiandad con su doctrina, virtudes y milagros, armado con los Sacramentos, y tendido sobre el cilicio y la ceniza, dio su bienaventurada alma al que para tanta gloria suya la había criado.
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