En una entrevista con LifeSite, el padre Heimerl habló sobre la “autobiografía” de Bergoglio, que fue publicada en forma de libro-entrevista titulado “El Sucesor”. La transcripción completa de la entrevista se encuentra a continuación.
- El prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el cardenal Víctor Manuel Fernández, volvió a defender la Fiducia Supplicans, que avala la bendición de “parejas” homosexuales, diciendo que “el ‘papa’ Francisco ha ampliado nuestra comprensión de las bendiciones” y “tiene derecho a hacerlo”. ¿Tiene derecho el “papa” a establecer una bendición para las “parejas” homosexuales, e incluso puede existir tal bendición?
- En primer lugar, me gustaría decir unas palabras sobre el cardenal Fernández: Su nombramiento como prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y como cardenal es un dolor para toda la Iglesia: Fernández es absolutamente inadecuado como prefecto. Él mismo lleva años siendo sospechoso de herejía, con la que él mismo coquetea. Además, carece de las (máximas) cualificaciones teológicas para el cargo de prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y se ha hecho absolutamente insoportable con sus escritos pornográficos.
Además, su nombramiento es un caso tan claro de nepotismo que deja a uno sin palabras. Aunque en épocas anteriores era bastante común que los papas promovieran a “sus favoritos” a los más altos cargos, hoy, gracias a Dios, esto ya no es aceptable y menos en este caso tan vergonzoso.
Si resumimos todo esto, llegamos a la conclusión de que el cardenal está tan dañado que no tiene prestigio ni autoridad alguna. Si sigue en su cargo, no sólo hará el ridículo él mismo, sino también el “papa”.
En cuanto a la bendición, se trata de una bendición para las “parejas irregulares”, es decir, tanto las “parejas” homosexuales como las que viven en adulterio (heterosexual).
En virtud de la revelación divina, el Magisterio perenne de la Iglesia siempre ha rechazado a ambas. La homosexualidad practicada y el adulterio son pecados graves que Dios no bendice, sino que castiga.
Quien “bendice” tales relaciones en nombre de Dios está cometiendo un acto contra Dios, es decir, un acto de blasfemia y, por lo tanto, de sacrilegio.
Nadie debe atreverse a situarse por encima de los Mandamientos de Dios y de su Revelación, ni siquiera el “papa”. Al contrario, su tarea es defender la fe de la Iglesia y no introducir “bendiciones” que no sólo conducen a la herejía, sino que son herejía por su propia naturaleza.
Ningún Papa, ningún concilio, ningún Doctor de la Iglesia, ni nadie podría cambiar esto, y por esta razón, nadie lo ha hecho nunca.
Por eso, Francisco no tiene otra opción: debe retirar el documento de “bendición” o enfrentarse a la acusación de herejía. Esto es precisamente lo que nuestras Iglesias Ortodoxas hermanas afirmaron con razón cuando dijeron que la Iglesia Católica había abandonado el terreno de las Sagradas Escrituras con estas “bendiciones”. En lenguaje llano, esto significa que estas “bendiciones” no sólo no son católicas, sino que simplemente no son cristianas.
- ¿Es posible que la Iglesia cambie su enseñanza sobre la homosexualidad? ¿Podría haber, por ejemplo, desarrollos sociales o en sociología y antropología que justificaran tal cambio?
- Hoy en día, escuchamos hablar constantemente de nuevos descubrimientos de las “ciencias humanas” que supuestamente conducirían a un cambio en la Doctrina de la Iglesia. Sin embargo, la cuestión aquí es muy distinta: las “ciencias humanas” no son una fuente de revelación divina, y la Iglesia no está para complacer ideas científicas o, en este caso, ideológicas. Está únicamente comprometida con la voluntad de Dios, que se ha expresado claramente en las Sagradas Escrituras y en el Magisterio perenne. Dios no cambia su Revelación y, por eso, la Iglesia no puede adaptar su Doctrina a los gustos de los tiempos. Si fuera de otro modo, la Iglesia se convertiría en una creación política de los hombres, como vemos con los protestantes en Alemania, por ejemplo, y dejaría de ser la Iglesia de Dios.
- El “papa” Francisco ha publicado un nuevo libro de entrevistas en el que comenta el cónclave de 2005 y publica los resultados de las votaciones. ¿Qué opina al respecto?
- El “papa” ve este libro de entrevistas como una especie de “autobiografía”. Es parte de la naturaleza de una autobiografía, como sabemos, mentir en aras de la autojustificación. Por esta razón, Johann Wolfgang von Goethe tituló su propia autobiografía Ficción y verdad. De mi vida, y las famosas memorias de Giacomo Casanova lo ilustran, como muchos otros.
Francisco se entrega a la cháchara, algo que tal vez pueda seguir siendo tolerable. Pero, sobre todo, no tiene piedad con las personas que no le agradan: Cabe mencionar aquí al cardenal Robert Sarah, al arzobispo Georg Gänswein y a muchos otros.
El problema general es que el “papa” se muestra -con perdón- como un anciano enfadado y demasiado charlatán, y eso no es propio de su cargo.
Con sus entrevistas, Francisco básicamente sólo sirve a los chismes eclesiásticos y a los peores resentimientos de los enemigos de la Iglesia.
En lo que respecta a sus comentarios sobre Benedicto, me gustaría añadir que es muy atrevido por parte de Francisco llamarle “papa de transición” en este libro. Disminuir la importancia de su predecesor de esta manera es tan increíble que Francisco probablemente sólo ha conseguido una cosa con este libro: Nadie se lo toma en serio y todo el mundo sabe que sólo se trata de ganar el control de la narrativa sobre su propio “pontificado” problemático. La experiencia ha demostrado que las autobiografías nunca lo consiguen, y menos este tipo de entrevistas, cuya estética y calidad de contenido son bastante pobres.
- El padre Jesusmary (Janvier Gbenou) fue expulsado del Opus Dei por ser crítico con el programa de reformas “papales”. Ahora teme ser expulsado del sacerdocio. No es el único sacerdote que no ha sido acusado más que de criticar al “papa”. ¿Qué opina al respecto?
- He seguido este caso muy de cerca y he leído los textos del sacerdote, a lo que me gustaría suscribir en su totalidad. Sus críticas están justificadas y se han expresado adecuadamente. No ha hecho nada malo.
Lo que está mal es la forma en que se le trata, a pesar de que él solo presenta las enseñanzas de la Iglesia.
Desgraciadamente, su tratamiento es típico: primero se imponen prohibiciones de expresión, y luego siguen los llamados “juicios canónicos”, que -como en este caso- son puros juicios espectáculo. El veredicto está claro desde el principio.
No ayuda que el Dicasterio para la Doctrina de la Fe haya publicado recientemente un documento sobre la dignidad humana, invocando constantemente los derechos humanos, pero subordinándolos a una supuesta “obediencia” que en realidad es abusiva y usurpadora.
En la Iglesia, un derecho fundamental como la libertad de expresión ha sido (siempre) un concepto absolutamente ajeno. Desgraciadamente, esto se aplica sobre todo a los clérigos, y actualmente, aún más si representan la Fe Tradicional.
En cambio, los que defienden todo tipo de herejías no tienen nada que temer. Fíjese en Alemania: casi todos los obispos de ese país reniegan de la Fe Católica, y ni siquiera uno solo es amonestado o destituido de su cargo. El obispo Joseph Strickland ha tenido un destino diferente, al igual que el cardenal Raymond Burke, el cardenal Müller, el cardenal Sarah, el padre Jesusmary y muchos otros que nadie conoce. Seguramente yo seré el siguiente, pero no permaneceré en silencio. Permaneceremos fieles a Cristo y a su Iglesia y profesaremos la Fe tal como es y como siempre ha sido. Cualquier otra cosa sería una traición al Señor y a Su Iglesia. Estoy de acuerdo con Teresa de Ávila: “Nada te espante, nada te confunda, todo pasa, sólo Dios permanece el mismo. Sólo Dios basta”.
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