Por Phil Lawler
Test de matemáticas: ¿Cuánto es infinito menos 5?
La pregunta no tiene sentido, porque el infinito no se puede medir. El infinito no puede expandirse ni contraerse; no tiene límites.
Dios es infinito. Sus criaturas no lo son. Pero Dignitas Infinita comienza con una frase provocadora: “Una dignidad infinita, que se fundamenta inalienablemente en su propio ser, le corresponde a cada persona humana, más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre”. Ahí radica el potencial de confusión.
El documento del DDF hace hincapié en la base ontológica de la dignidad humana, “creada a imagen y semejanza de Dios y redimida en Cristo Jesús”. Sí, pero hablar de dignidad humana infinita puede entrañar algunas dificultades. (Es cierto que Juan Pablo II dijo una vez que la dignidad humana es infinita; pero hizo ese comentario en una audiencia pública, no en un documento magisterial que había sido cuidadosamente preparado y editado durante cinco años). Procedamos con cautela.
Los problemas surgen no cuando el documento vaticano explica el fundamento de la dignidad humana, sino cuando aplica el concepto a problemas morales concretos. Y puesto que ése es el propósito mismo de Dignitas Infinita -aplicar la concepción católica de la dignidad humana a los problemas de nuestra época-, no se trata de una queja trivial.
Si poseo una dignidad infinita, ésta no puede ser alterada. No puedo aumentarla ni disminuirla. Pero todos sabemos, por lógica y por experiencia, que podemos aumentar o disminuir nuestra dignidad. La recepción de los sacramentos aumenta nuestra dignidad; el pecado la disminuye.
¿Y no es éste el mensaje central de la Dignitas Infinita: que algunas acciones y actitudes son incompatibles con la dignidad humana? Cuando tratamos a otras personas con desprecio, ofendemos su dignidad y, en el proceso, degradamos la nuestra. Cuando adoptamos comportamientos que atentan contra nuestra dignidad, nos degradamos; perdemos dignidad.
El documento del DDF es claro en su enseñanza de que la maternidad subrogada, la cirugía de “cambio de sexo” y la ideología de género son ofensas contra la dignidad humana. De ello se deduce que quienes promueven estos errores están degradando su propia dignidad y ofendiendo la dignidad de las personas a las que engañan. Pero Dignitas Infinita no detalla las consecuencias de ignorar la dignidad humana.
Sí, la maternidad subrogada está mal, y felicito al DDF por dejarlo claro. Pero entonces, ¿qué debemos decir al personal sanitario que participa en el proceso? ¿Qué debemos decir a los familiares y vecinos de las parejas que recurren a la maternidad subrogada? Si todos estamos obligados a defender la dignidad humana -la nuestra y la de los demás, y lo estamos-, de la lógica del documento vaticano se derivan graves consecuencias. No basta con decir que estas ofensas violan la dignidad humana; tenemos la obligación moral de oponernos a ellas.
En muchos casos, esa obligación moral podría incluir el deber de hacer saber al prójimo, de la forma más caritativa posible, que con sus actos está menoscabando su propia dignidad. En ese contexto, me pareció digno de mención que, al presentar el documento, el cardenal Fernández no encontrara la manera de explicar por qué el Catecismo enseña que la homosexualidad es desordenada.
Todos somos seres caídos, desordenados de diversas maneras. Cuando sucumbimos a nuestros desórdenes, a nuestras tentaciones, violamos nuestra propia dignidad. La debilidad de la Dignitas Infinita radica en que no distingue entre la dignidad infinita que Cristo nos ofrece, en la medida en que participamos en la vida de la Trinidad, y el acervo muy limitado de dignidad que acumulamos y/o dilapidamos por nosotros mismos.
Catholic Culture
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