En sus sermones a los sacerdotes, monseñor Daffra, obispo de Ventimiglia, relató el siguiente suceso ocurrido en su diócesis no hace muchos años y que él mismo autentificó.
Ocurrió en los últimos días de carnaval, cuando los bailes y las diversiones lascivas estaban en su apogeo. Un joven, recién licenciado, para vencer las últimas resistencias de una muchacha a la que quería inducir al mal, entre otros tristes argumentos, utilizó también éste: “Mira -le dijo-, yo he estudiado y, por mi palabra y la de mis profesores, te aseguro que el infierno no existe”.
Aquella misma noche, mientras la muchacha yacía en su cama, toda horrorizada por las cosas que había oído y toda avergonzada por el pecado que había cometido, oyó un ruido extraño en la escalera; de pronto, la puerta se abrió de par en par y vio acercarse una sombra negra, envuelta en una nube de llamas verdosas, como de azufre ardiente.
La niña hubiera querido gritar, pero no tuvo tiempo, pues la sombra la llamó por su nombre y le dijo: - “¡En nombre de Dios vengo a desmentir lo que te acabo de decir: el infierno existe, y yo ya estoy en él!”
La sombra desapareció; la muchacha gritó de asombro y todos quienes vivían en aquella casa corrieron a su habitación, llena de humo y de un olor nauseabundo.
Tras oír la narración de lo sucedido, corrieron a casa del joven, donde el desdichado acababa de llegar y había caído por las escaleras, y ya estaba convertido en un cadáver frío.
Ya había sido juzgado, ya se había hundido en el infierno y, desde allí, había vuelto para dar testimonio.
[Extracto de "Meditazioni" de Don Luigi Chiavarino, ediciones San Paolo, imprimatur: Alba, 11 de febrero de 1937, Can. Pasquale Gianolio, Vicario General]
Cordialiter
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