lunes, 16 de octubre de 2023

¿PUEDE HABER UN FEMINISMO CRISTIANO?


Pese a las reivindicaciones feministas, las mujeres contemporáneas son más deprimidas, suicidas, adictas a sustancias, divorciadas e infectadas con enfermedades de transmisión sexual.

Por Carrie Gress


Lo había escuchado tantas veces que apenas pensé que necesitaba investigarlo. El trillado estribillo decía que el feminismo no siempre había sido malo. “La primera ola fue buena”. Decidí averiguarlo yo misma sólo para verificarlo y confirmar que lo que siempre había escuchado era cierto.

Sorprendentemente, descubrí que no todo había sido tan color de rosa en la primera ola del feminismo. Cuanto más profundizaba, peor se ponía.

Surgieron algunos elementos esenciales para una comprensión total: el igualitarismo radical y oculto de los sexos (que más tarde se transformó en la destrucción del patriarcado) y el amor libre. Lo que descubrí fue que la primera ola no sólo fue claramente una ideología anticristiana, sino que plantó las semillas de lo que más tarde se convertiría en una forma de ideología aún más siniestra.

Podría decirse que la segunda ola –debido a que marcó el inicio del aborto– es la ideología más mortífera de toda la historia humana registrada. (El comunismo mató “sólo” a 100 millones de personas en el siglo XX). En Estados Unidos, 60 millones de niños han sido abortados desde que se decidió Roe vs. Wade en 1973. En todo el mundo se abortan más niños que personas mueren por todas las demás causas combinadas. La culpa puede atribuirse directamente al feminismo: es la ideología que ha enseñado a las mujeres a creer que sus hijos son un obstáculo para su felicidad, no un medio para lograrla.

El feminismo desde el principio planteó la pregunta: “¿Cómo ayudamos a las mujeres a parecerse más a los hombres?” en lugar de preguntar: “¿Cómo ayudamos a las mujeres como mujeres?” La vida de los hombres se consideraba superior y, por tanto, imitable en todo lo posible. Así nació el mito de la mujer independiente e infértil.

Era sólo cuestión de tiempo antes de que Margaret Sanger marcara el comienzo de la era del control de la natalidad, seguida de cerca por el aborto, que permitiría a las mujeres tener finalmente lo que consideraban la envidiable vida sexual de los hombres, sin tener que pasar frecuentemente por nueve meses de embarazo y dieciocho años criando a un niño.

Margaret Sanger

Esta lenta transición de las mujeres hacia un ideal desordenado de masculinidad abrió la puerta al esfuerzo tecnológico actual para hacer la transición de las mujeres a una mala imitación de los hombres y de los hombres a una mala imitación de las mujeres. Mientras tanto, los datos siguen mostrando que las mujeres no son cada vez más felices con una mayor implementación de los principios feministas. Las métricas revelan que las mujeres contemporáneas son más deprimidas, suicidas, adictas a sustancias, divorciadas e infectadas con enfermedades de transmisión sexual.

A lo largo de las décadas, las mujeres cristianas han intentado construir un feminismo más saludable que el que ofreció la segunda ola. Muchas han intentado salir de la primera ola; otras han esperado redimir la palabra. Otras simplemente han intentado usar la palabra en el sentido general “pro-mujer”, ignorando el bagaje ideológico.

Pero la pregunta sigue abierta: ¿pueden las mujeres cristianas ser feministas?

Si volvemos a mirar los tres hilos –el ocultismo, la destrucción del patriarcado y el amor libre– que han definido el movimiento durante más de doscientos años, la pregunta se vuelve más fácil de responder.

¿Pueden las cristianas dedicarse a lo oculto? Ésa es fácil. Por supuesto que no. ¿Qué pasa con el amor libre? Ésa también tiene un no fácil. ¿Y aplastar el patriarcado? Ésta es un poco más difícil de responder, porque la fe cristiana, que se remonta a las raíces más antiguas de la tradición judía y el Antiguo Testamento, deja claro que la Iglesia cristiana, particularmente la Iglesia Católica, es un patriarcado.

En su comentario bíblico, Brant Pitre y John Bergsma (en inglés aquí) describen el cambio dramático que ocurrió con la Caída en Génesis 3:
La inversión de normas. Todo está patas arriba. En el orden divinamente establecido en Génesis 1-2, Adán, el vicerregente de Dios, debe obedecer a Dios. Debe comunicar la voluntad de Dios a Eva, su esposa, y juntos gobernarán a los animales. En el transcurso de Génesis 3, el animal (la serpiente) va a gobernar a Eva, Eva va a comunicar la voluntad del animal a Adán, y juntos los tres desafiarán a Dios.
Este mismo patrón primordial ha encontrado un lugar contemporáneo bajo el feminismo. Las mujeres han adquirido una nueva autoridad bajo el feminismo, al tiempo que degradan, dominan o ignoran por completo cualquier autoridad de los hombres y de Dios.

Algunos podrían argumentar que, de hecho, todavía puede haber un feminismo cristiano. Por lo tanto, recae en ellos la responsabilidad de ser muy explícitos sobre lo que entienden exactamente por feminismo para asegurarse de que su definición de trabajo no incluya ninguna de las características clave del feminismo dominante.

Pero la pregunta más importante sería: ¿Por qué alguien querría seguir asociado con una ideología que ha sido tan mortífera, tan ineficaz (de hecho, contraproducente) para llevar a las mujeres a la felicidad?

El catolicismo no tiene rival a la hora de ayudar y honrar la dignidad innata de la mujer. La ideología del feminismo no es necesaria para revelar o llevar a cabo la postura promujer del cristianismo. A demasiadas mujeres se les ha hecho creer en el mito de la mujer independiente, en desacuerdo con Dios, los hombres, los maridos o los hijos.

Agregar el cristianismo al mensaje fragmentado del feminismo no ha sido clarificador, sino que ha llevado a una profunda confusión sobre lo que significa ser una mujer hoy, particularmente una que dice que quiere seguir a Cristo.




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