"La idea de visitar Mongolia se me ocurrió pensando en la pequeña comunidad católica. Hago estos viajes para visitar la comunidad católica y también para entrar en diálogo con la historia y la cultura del pueblo, con la mística propia de un pueblo. Es importante que la evangelización no se conciba como proselitismo. El proselitismo siempre restringe. El Papa Benedicto dijo que la fe no crece por proselitismo sino por atracción. El anuncio del Evangelio entra en diálogo con la cultura. Hay una evangelización de la cultura y también una inculturación del Evangelio. Porque los cristianos también expresan sus valores cristianos con la cultura de su propio pueblo. Esto es lo contrario de lo que sería una colonización religiosa. Para mí, el viaje era conocer a este pueblo, entrar en diálogo con este pueblo, recibir la cultura de este pueblo y acompañar a la Iglesia en su camino con mucho respeto por la cultura de este pueblo. Y estoy satisfecho del resultado”.
... me alegra estar con ustedes en este importante momento de encuentro. Agradezco vivamente a cada uno y cada una de ustedes por su presencia aquí y por las diferentes intervenciones que han enriquecido la reflexión común. El hecho de estar juntos en el mismo lugar ya es un mensaje. Las tradiciones religiosas, en su originalidad y diversidad, comportan un formidable potencial de bien al servicio de la sociedad. [...] Es hermoso recordar la virtuosa experiencia de la antigua capital imperial Karakórum, donde se albergaban lugares de culto pertenecientes a diferentes “credos”, que daban testimonio de una armonía admirable. Armonía: quisiera subrayar esta palabra de sabor típicamente asiático. Esta se refiere a la relación particular que se crea entre realidades diferentes, sin superponerlas ni homologarlas, sino respetando las diferencias y en beneficio de la convivencia.
... estas personas organizan con frecuencia convenciones y reuniones en las que hay un gran número de oyentes presentes y en las que todos, sin distinción, están invitados a participar en la discusión, tanto infieles de todo tipo, como cristianos, incluso aquellos que desgraciadamente se han alejado de Cristo o que con obstinación y pertinencia niegan su naturaleza y misión divinas. Ciertamente, tales intentos pueden ser aprobados por católicos, fundados como están en esa falsa opinión que considera que todas las religiones son más o menos buenas y loables, ya que todas ellas de diferentes maneras manifiestan y significan ese sentido que es innato en todos nosotros, y por el cual somos conducidos a Dios y al reconocimiento obediente de Su gobierno. No solo los que sostienen esta opinión por error y engañan, sino que, al distorsionar la idea de la verdadera religión, la rechazan, y poco a poco se desvían al naturalismo y al ateísmo, como se le llama; de lo que se desprende claramente que quien apoya a quienes sostienen estas teorías e intenta realizarlas, abandonan por completo la religión divinamente revelada.
... hoy estamos aquí juntos como humildes herederos de antiguas escuelas de sabiduría. Al reunirnos hoy, nos comprometemos a compartir todo ese bien que hemos recibido, para enriquecer a una humanidad que, en su caminar, a menudo se encuentra desorientada por miopes búsquedas de lucro y bienestar; y a menudo también es incapaz de volver a encontrar el hilo conductor. Volviendo así su mirada sólo a intereses terrenos, acaba arruinando la misma tierra, confundiendo el progreso con el retroceso, como lo muestran tantas injusticias, tantos conflictos, tantas devastaciones ambientales, tantas persecuciones, tanto descarte de la vida humana.
Mongolia, que se encuentra en el corazón de este continente, custodia un gran patrimonio de sabiduría, que las religiones que aquí se difundieron han contribuido a crear, y que quisiera invitar a todos a redescubrir y valorar.
esta Sede apostólica nunca ha permitido que sus súbditos participen en las asambleas de los no católicos: porque la unión de los cristianos solo puede promoverse promoviendo el regreso a la única Iglesia de Cristo de aquellos que están separados de él.
... me han fascinado las viviendas tradicionales con las que el pueblo mongol revela una sabiduría sedimentada a través de milenios de historia. La ger constituye, en efecto, un espacio humano. En su interior se desarrolla la vida de la familia, es lugar de convivencia amistosa, de encuentro y de diálogo en el que, aun cuando ya fuesen muchos, se sabe hacer espacio para alguien más. Y, además, es un punto de referencia concreto, fácilmente identificable en las inmensas extensiones del territorio mongol; es también motivo de esperanza para el que ha perdido el camino. Si hay una ger, hay vida. Se la encuentra siempre abierta, preparada para acoger al amigo, pero también al viajero e incluso al extranjero, para ofrecerles un té caliente que permita recobrar fuerzas en el frío invierno o una fresca leche fermentada que alivie las calurosas jornadas veraniegas. Esta es también la experiencia de los misioneros católicos, provenientes de otros países, que aquí son recibidos como peregrinos y huéspedes, y que entran con prudente tacto en este mundo cultural para ofrecer el humilde testimonio del Evangelio de Jesucristo.
Aún más, junto al espacio humano, la ger evoca la esencial apertura a lo divino. La dimensión espiritual de esta morada está representada por su apertura hacia lo alto, en donde se encuentra un solo punto desde el que entra la luz, formado por una claraboya segmentada. De ese modo, el interior se vuelve un gran reloj solar, donde se suceden luces y sombras, marcando las horas del día y de la noche. Hay una hermosa enseñanza en este aspecto: el sentido del tiempo que pasa proviene de lo alto, no del mero devenir de las actividades terrenas. Además, en ciertos momentos del año, el rayo que penetra de lo alto ilumina el altar familiar, recordando el primado de la vida espiritual. De esa manera, la convivencia humana que se realiza en el espacio circular remite constantemente a su vocación vertical, trascendente, espiritual.
... en efecto, como ya hemos dicho, ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro: en nuestros días, el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a fondo conocen a la Iglesia.
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