jueves, 30 de marzo de 2023

LA ESQUIVA SALUD DEL PAPA FRANCISCO

“El papa Francisco se está muriendo. Es cuestión de días o de semanas; a lo sumo, de unos pocos meses”. Esta es la información que desde hace tiempo circula en la Curia romana


La gravedad de su enfermedad es un secreto a voces y ha sido ya comentada en varios sitios. Como bien dice Specola, más imprescindible que nunca en estos días, “los papas gozan de buena salud hasta tres días después de muertos”.

Lo que podía considerarse no más que un rumor surgido de las oscuras usinas antibergoglianas, cobra entidad por la súbita descompensación sufrida el día de ayer que lo ha obligado a ser ingresado en el hospital Gemelli. Además, ya estaría preparado el esquema de celebraciones de Semana Santa sin su presencia: el cardenal Re presidiría el Domingo de Ramos y la Vigilia Pascual; la Misa Crismal el cardenal De Donatis y Gambetti la celebración del Viernes Santo. Frente a esta noticia, lo inmediato para todo buen cristiano es rezar para que Dios fortalezca al santo padre en el dolor de la enfermedad y, cuando llegue el caso, en el trance de su muerte.

Nosotros, que no sabemos si estaremos vivos cuando él muera, nos podemos permitir algunas reflexiones ulteriores. Y la que más salta a la vista es la pasmosa incapacidad que tiene el equipo de prensa de la Santa Sede para manejar situaciones de este tipo. Tal como puede ser fácilmente trazado en cualquier medio de información, oficialmente primero se dijo que la internación se debía a controles de salud programados, luego a que era una afección cardíaca y luego a un problema respiratorio, es decir, pulmonía (curiosamente, minutos antes el papa habló en la audiencia general sin síntomas de fiebre, sin toser, sin carraspear... una pulmonía muy rara). Al pobre Francisco lo han están paseando por todo un catálogo de nosología. Y lo peor es que, según se comenta en círculos reservados, el problema es otro: obstrucción intestinal, lo cual, por cierto, es previsible para el estado terminal de su enfermedad. A no quejarse, porque cuando se ponen recomendados y paniaguados en puestos de gobierno, es eso lo que se consigue. Y lo peor de todo es que las escasas capacidades de los dirigentes de la Sala de Prensa de la Santa Sede son equivalentes a las capacidades que poseen buena parte de los dirigentes de las principales oficinas de gobierno de la Iglesia. Cualquier semejanza con las prácticas peronistas es, claro, pura coincidencia.

Cuando el papa Francisco muera, porque morir, morirá como cualquier hijo de Adán, vendrá un cónclave. Y hay un dato que se conoció la semana pasada y que, a mi entender, no fue suficientemente explotado por los analistas, y que ahora cobra particular importancia. El 23 de marzo, la Comisión de los Episcopados de la Unión Europea (COMECE), que vendría siendo la Conferencia Episcopal Europea, eligió como nuevo presidente a Mons. Mariano Crociata, obispo de Latina. Lo interesante es que este obispo italiano sucede al progresista, bergogliano y jesuita cardenal Hollerich, arzobispo de Luxemburgo. La recepción del nuevo presidente no fue bien recibida en Santa Marta, y con razón. Mons. Crociata había sido nombrado secretario de la Conferencia Episcopal Italiana por el papa Benedicto XVI, lo cual era el paso previo al cardenalato. Bergoglio, lo apartó y le dejó como único encargo el cuidado de su modesta sede. Es, además, íntimo amigo del cardenal Angelo Bagnasco, otro de los purpurados detestados por el pontífice argentino. En pocas palabras, Crociata es un ratzingeriano de la primera hora. Ya no solamente la Conferencia Episcopal de Estados Unidos nombra a conservadores en su cúpula, contrariando los deseos pontificios que le crea cardenales a obispo progresistas, sino que le rebelión se da en la misma Europa.

Creo que el dato no es menor. Aún en ambientes muy progresistas como es en términos generales el episcopado europeo, se está desplazando a los bergoglianos para ubicar en puestos de dirección a obispos conservadores. Quizás sea ésta —y creo yo que lo será—, la tendencia del próximo cónclave. Las instituciones tienen instinto de supervivencia.


Wanderer



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