Por el padre Fernando Pascual
Por ello, la búsqueda del poder se convierte, en no pocas personas, en una pasión terrible, que lleva en ocasiones a cometer injusticias más o menos graves.
Para aumentar el poder, algunos optan por denigrar a otros, por difundir sus defectos, incluso por calumniarlos con acusaciones falsas.
Para aumentar el poder, otros escogen el camino del dinero: buscan cómo aumentarlo continuamente, incluso a través de la corrupción o del robo, pues piensan que con más dinero tendrán mayor poder.
Para aumentar el poder, hay quienes escogen la violencia. Si se trata de reyes o presidentes, preparan enormes ejércitos y lanzan campañas contra países a los que esperan subyugar y luego saquear, sin escrúpulos, en sus bienes.
Incluso en el ámbito familiar, no faltan quienes alzan la voz, amenazan, a veces golpean a otros miembros del hogar, para someterlos a los propios caprichos y así vivir con la pretensión continua de imponer siempre los planes personales.
Es terrible el atractivo que ejerce el poder, porque provoca daños inimaginables en los millones de seres humanos que acaban sometidos, hasta tener que sufrir injusticias como la pérdida de bienes materiales, la esclavitud, o daños físicos y psíquicos que durarán toda la vida.
Provoca, además, daño al mismo “poderoso”. Porque todo lo que se alcanza a base de injusticias y prepotencias acaba por destruir el corazón y la mente de quien piensa haber triunfado, cuando en realidad se ha convertido en un egoísta miserable.
Frente a la terrible tentación de conseguir más y más poder, necesitamos hombres y mujeres que testimonien la belleza de otro modo de vivir, en el que el criterio fundamental no sea someter al otro, sino amarle y servirle.
Ese es uno de los mensajes más importantes de Cristo: “Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mt 20,25‑28).
El mundo ha sufrido y sufre enormemente por culpa de quienes han buscado más y más poder a costa de otros. En cambio, el mundo inicia un camino de salvación cuando escuchamos la voz de Cristo, Hijo de Dios e Hijo del Hombre, y aprendemos que la verdadera grandeza de cualquier vida humana consiste en hacerse pequeño y en servir a quienes están a nuestro lado.
PortaLuz
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Usted puede opinar pero siempre haciéndolo con respeto, de lo contrario el comentario será eliminado.