Por Julio Razona
John D. Rockefeller (1839 –1937) fue un magnate del petróleo, el primer multimillonario de los Estados Unidos y caracterizado por su avidez. A comienzos del siglo XX, controlaba el 90% de todas las refinerías de petróleo en los EE. UU. a través de su compañía petrolera, Standard Oil, que luego se dividió para convertirse en Chevron, Exxon, Mobil y otras.
Alrededor del año 1900, los científicos descubrieron “productos petroquímicos” y la capacidad de crear todo tipo de productos químicos a partir del petróleo.Y también descubrieron que muchas drogas farmacéuticas podrían obtenerse del petróleo.Oportunidad para Rockefeller que vio la capacidad de monopolizar las industrias de petróleo, química y médica al mismo tiempo, con el enorme beneficio económico de patentar y vender esos productos con multimillonarios beneficios.
Por entonces, la medicina se basaba en productos naturales, herbales, que eran muy populares en Estados Unidos. La mitad de los centros universitarios y de estudios médicos practicaban la medicina holística, utilizando el conocimiento centenario de nativos de todo el mundo.
Rockefeller, para eliminar esa competencia, que por su eficiencia podía poner en riesgo su objetivo: monopolizar la industria farmacéutica con productos derivados del petróleo, junto Andrew Carnegie (monopolizador de la industria del acero) idearon un esquema perverso y eficiente.
Desde la muy conocida y prestigiosa Fundación Carnegie, enviaron a Abraham Flexner para que viajara por todo el país e informara esta nueva medicina a instituciones medicas y hospitales de todo EE.UU., argumentando que podían curar a las personas de futuras pandemias y de enfermedades mortales.
Asi se difundió el “Informe Flexner”, base de la medicina actual. Hablaba de la necesidad de modernizar y centralizar las instituciones médicas. Sobre la base de este informe, la mitad de las universidades de medicina de EE.UU. cerraron en poco tiempo.
Las medicinas naturales o alternativas fueron demonizadas y una enorme cantidad de médicos que las ejercían fueron encarcelados.
Para lograr esa transición, utilizaron la represión para los que se resistían y el apoyo económico para los que se adherían a ella, entregando mas de u$a 100.000.000 a universidades y hospitales.
Creó la filantrópica “Junta General de Educación” (GEB), lo que llevó a que todas las facultades de medicina se unificaran. Los estudiantes aprenderían desde entonces la misma medicina “moderna”, cuyo único fin terapéutico se lograría únicamente por medio de recetar medicamentos patentados.
Los científicos recibieron subvenciones enormes para estudiar cómo las plantas curaban las enfermedades, pero su objetivo era identificar primero qué sustancias químicas en los vegetales eran efectivas y luego recrear una sustancia química similar, pero no idéntica, en el laboratorio que pudiera ser patentada. El objeto fue siempre suplantar la eficiencia de la medicina natural por la pretendida eficiencia de un fármaco patentado.
Desde entonces, un estudiante de medicina nunca deberá estudiar los beneficios de la nutrición o las hierbas o cualquier práctica holística, será formado en la esclavización y dependencia de las corporaciones farmacéuticas, que luego, como profesionales los estimularán con retornos, beneficios económicos, viajes y todo tipo de prebendas por ser sus vendedores exitosos.
Esta “medicina” está fundada en la atención de los síntomas de las personas enfermas. Todo lo contrario a la medicina fundada en la naturaleza, que ayuda a descubrir el origen de las enfermedades y tratarlas sin necesidad de una lucha eterna contra los síntomas y el consecuente consumo masivo de medicamentos diseñados para asegurarse, las empresas farmacéuticas, consumidores de por vida.
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