Por Juan Manuel de Prada
Resultan, en verdad, enternecedores esos zoquetes que presentan al plutócrata Elon Musk como un nuevo mesías que ha comprado Twitter para garantizar la libertad de expresión. Conviene recordar que el plutócrata Musk hizo su fortuna entronizando el dinero digital (un instrumento diseñado para el control social) y, desde hace años, invierte sumas ingentes en la experimentación transhumanista (concretamente en la implantación de chips en el cerebro, para 'monitorizar' las conciencias); además, es uno de los principales beneficiarios del proyecto plutocrático de imposición de las 'energías sostenibles' y un apóstol furibundo del totalitarismo tecnocrático. Definitivamente, la Humanidad está madura para el reinado del Anticristo.
Los tuiteros disidentes más ingenuos celebran que con Musk podrán soltar machadas que antes los condenaban a la censura, o siquiera al gueto de la irrelevancia. Y los tuiteros progres más rabiosos amagan con marcharse de Twitter (ya volverán con el rabo entre las piernas), si no se garantiza que Twitter siga siendo un paraíso del 'relato' único (el suyo). Pero tanto los disidentes ingenuos como los progres rabiosos son gentes que viven en el pasado: los unos por creer que se puede ser una oveja negra aceptando que te pastoree el mayoral del rebaño; los otros porque pretenden que no haya ovejas negras en el rebaño.
El plutócrata Musk, mucho más listo que todos ellos, sabe que para garantizar la hegemonía del reinado plutocrático mundial hay que juntar en la misma majada un montón de ovejas de distintos rebaños y dejarlas que se agoten balando. El reinado plutocrático mundial necesita azuzar los antagonismos y exasperar la demogresca, haciendo creer a los disidentes que su voz tiene resonancia y a los progres que su hegemonía se halla en peligro. Para ello, Musk crea un espejismo de 'libertad de expresión', dejando que Twitter se convierta en un guirigay o torre de Babel, un hormiguero de subjetividades en liza que acaban inmersas en el narcisismo más desaforado y estéril.
Así, los berrinches de la pobre gente sometida se desahogan en una realidad virtual, mientras el reinado plutocrático mundial puede llevar a cabo sus designios tecnocráticos, sin temor a una respuesta auténticamente política. Se trata, en fin, de asegurar a la pobre gente sometida un 'derecho a la pataleta' que convierta a los pueblos en una papilla de alborotadores inanes, charlatanes frustrados, ofendiditos ávidos de protagonismo, exhibicionistas desgañitados, activistas de la performance, etcétera. Y todos ellos creyéndose ilusamente disidentes.
El falso mesías Musk ha comprado Twitter por la misma razón por la que entronizó el dinero digital o experimenta con los chips cerebrales, que no es otra sino garantizar el control social. Se trata de la misión anticrística por excelencia: privar al hombre del libro albedrío que le permite salvarse, brindándole a cambio todas las libertades de perdición que lo convierten en un chiquilín emberrinchado.
PortaLuz
El falso mesías Musk ha comprado Twitter por la misma razón por la que entronizó el dinero digital o experimenta con los chips cerebrales, que no es otra sino garantizar el control social. Se trata de la misión anticrística por excelencia: privar al hombre del libro albedrío que le permite salvarse, brindándole a cambio todas las libertades de perdición que lo convierten en un chiquilín emberrinchado.
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