Estos ridículos desvaríos podrían hacernos reír si no fuera porque vienen de la pluma de “obispos católicos” que supuestamente deberían recordar la doctrina de la Iglesia y proteger a los más vulnerables.
¿El episcopado de Nueva Zelanda sufre del síndrome de Estocolmo? No hace falta, gracias al bombo mediático con millones de dólares de la Fundación Bill y Melinda Gates, o del multimillonario George Soros, para impulsar la causa lgbt en las escuelas: ahora, son los obispos católicos quienes se encargarán de ello.
El inquietante documento firmado por los prelados de Nueva Zelanda el 3 de octubre de 2022 pide expresamente al personal de las escuelas católicas que aborde las delicadas cuestiones de los nuevos modos de sexualidad contrarios a la doctrina de la Iglesia, “desde el ángulo de la justicia social”.
Establecer un juicio de valor que vaya en contra de la ideología lgbt “sería una muestra” -según los miembros de la conferencia episcopal- “de una ‘injusticia’, contraria a la doctrina social de la Iglesia. Estamos colectivamente llamados a reconocer la injusticia en nosotros, y más ampliamente en toda la sociedad, y así cuestionar nuestra forma de ver, y actuar en esta dirección” (n°20 p.6) especificó la Conferencia Episcopal de Nueva Zelanda (NZCB).
Para justificar tal postulado, que podría sonar como una profesión de relativismo, el documento episcopal de quince páginas recuerda que aunque “todos estamos hechos a imagen de Dios, los dones que hemos recibido son diversos”, sugiriendo que el espectro de prácticas relacionadas con la ideología de género estaría incluido en esta “diversidad” de dones divinos.
Si bien se debe recordar a los estudiantes la importancia del matrimonio católico entre un hombre y una mujer, se les debe advertir: “Esto no significa que otras parejas no puedan entablar relaciones maravillosas, amorosas y duraderas, simplemente significa que tales relaciones no son un 'matrimonio sacramental' tal como lo entiende la Iglesia católica”.
Entonces, ¿de qué sirve casarse en la Iglesia si se puede prometer algo mejor en otro lugar?
Como buenos samaritanos, los prelados de Nueva Zelanda traen consigo toda una caja de herramientas para ayudar a padres, profesores y alumnos apegados a la moral natural, a suavizar una actitud rígida heredada de un pasado que ha quedado atrás: la creación de grupos de apoyo para “alumnos vulnerables” -es decir lgbt- para que “se sientan seguros de lo que son” en las escuelas.
Además, “se debe tener cuidado de que ningún joven (homosexual o transgénero) sea derivado a programas u organizaciones que apoyen cualquier tipo de 'terapia de conversión'”, advierte el documento episcopal.
Y, cayendo en la total ridiculez, los obispos comparten una antología episcopal de orientaciones para profesores y alumnos: “No utilices términos homofóbicos o transfóbicos como 'es una película de gays' o 'tiraste la pelota como una niña'”.
“Busca códigos de vestimenta apropiados para que los jóvenes se sientan cómodos con el uniforme que deben usar. Por ejemplo: para las niñas, deben poder usar faldas o pantalones, y para los niños, pantalones o ropa culturalmente apropiada”.
Y también hay directivas para los bibliotecarios escolares que tendrán que hacerse varias preguntas para autorizar un libro, entre ellas: “¿Este libro refleja la complementariedad entre las creencias religiosas y la diversidad lgbt? (…) “¿Este libro me anima a ser yo mismo? ¿Este libro desafía al joven lector a saber realmente quién es y lo alienta en este viaje de descubrimiento?”
Todos estos ridículos desvaríos podrían hacernos reír o encogernos de hombros si no fuera porque vienen de la pluma de los obispos católicos que supuestamente deben recordar la doctrina de la Iglesia y proteger a los más vulnerables dentro de los establecimientos católicos.
Decididamente, los kiwis se echaron a perder antes de lo esperado este año. ¿Podría verse esto como un efecto del calentamiento global?
FSSPX
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