Ante el supuesto “atentado” a la vicepresidente argentina, lo peor del progresismo político y religioso le ha manifestado su “solidaridad” cómplice.
Ante el hecho, las reacciones de los políticos suramericanos no se hicieron esperar (entre ellos el presidente venezolano Nicolás Maduro Moros, y el alcalde de la ciudad de Medellín en Colombia, Daniel Quintero Calle a. “Pinturita”, quien dijo que «hay que proteger» al “presidente” Gustavo Petro), pero también las de los jerarcas modernistas como Francisco Bergoglio, que mandó un telegrama:
Y la Conferencia Episcopal Argentina, con un comunicado conjunto con la DAIA judía, el Centro Islámico, y el Instituto de Diálogo Interreligioso:
Claro, por más discrepancias que haya con alguien, no es aceptable ningún acto de violencia, ni quitarle la vida a nadie sin justa causa (guerra justa, legítima defensa, o pena de muerte emitida por autoridad competente en proceso penal –por más que Bergoglio insista, con vídeo propagandístico y todo, que es “inmoral”–). El problema es que los obispetes modernistas (en particular los argentinos) han hecho la vista gorda ante la crisis económica que por años lleva arrastrando el país y que se ha empeorado con el gobierno de Alberto Ángel Fernández Pérez, la inseguridad que se vive en las calles, y la corrupción en el gobierno. Además, no se debe olvidar el silencio que guardaron ante la ley del aborto, la connivencia con las coronarestricciones, y –lo más chocante– el encubrimiento (por órdenes expresas de Bergoglio) que han hecho por los presbíteros y obispones pederastas como Julio César Grassi o Gustavo Óscar Zanchetta, y la persecución contra el clero y el otrora seminario de la Diócesis de San Rafael. Son cosas ante las cuales, los “jerarcas” novusorditas son dignos de desprecio y desdén ante los hombres, pero más importante y grave, de ser reprobados de Dios como malos pastores que se apacientan a sí mismos (Ezequiel XXXIV), perros mudos que no ladran (Isaías LVI, 10), y mercenarios que solo les interesa su paga y huyen ante el peligro (Zacarías XI; San Juan X, 12).
Caballero de la Inmaculada
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