domingo, 28 de agosto de 2022

¡FELIZ FIESTA DE SAN AGUSTÍN!

Hoy celebramos a San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia, y un hombre cuyo camino espiritual es uno de los más famosos e inspiradores.


Porque hubo un tiempo en el que el alma de San Agustín parecía perdida sin posibilidad de salvación, pero al final el amor de Cristo y el corazón de su madre ganaron el día.

San Agustín nació en Tagaste, parte del Imperio Romano, en el año 354 d.C.

Nació de un padre pagano que fue bautizado solo al final de su vida, y una madre católica, Santa Mónica.

Desde el principio de su vida, su corazón se desgarró en dos direcciones, el camino mundano trazado por su padre y una vida de virtud y devoción trazada por su madre.

Por un tiempo, el lado mundano de su corazón lo llevó al pecado.

Cuando fue a estudiar a Cartago su gran éxito académico se convirtió en motivo de orgullo y tentación.

Estaba rodeado de influencias pecaminosas y luchó mucho con la templanza y la castidad.

Incluso su intelecto se apartó del Señor y durante nueve años estudió y defendió el maniqueísmo. Pero no todo estaba perdido.

Santa Mónica nunca dejó de amar y orar por su hijo y por su esposo. Ella hizo todo lo que pudo para guiarlos al Señor.

Eventualmente, por la gracia de Dios que vino de sus oraciones, y con la influencia de San Ambrosio, San Agustín tuvo un momento de claridad y convicción.

¡Después de su famoso arrepentimiento en el jardín de Milán, San Agustín se convirtió en un celoso discípulo de Cristo y uno de los más grandes obispos y teólogos que la Iglesia haya tenido jamás!

La vida de San Agustín y Santa Mónica nos ofrece una gran esperanza y consuelo.

Nosotros también vivimos en un mundo donde los corazones de tantos, incluidos nuestros propios seres queridos, se debaten entre el mundo y el reino de Dios.

Pero tenemos una madre cuyo corazón es aún más amoroso que el de Santa Mónica; ¡tenemos el mismo corazón de María Inmaculada para refugiarnos!

Entonces, sigamos el ejemplo de Santa Mónica y la guía de Nuestra Señora y recemos el Rosario por el mundo, por nuestras familias y por nosotros mismos.

Para que por la gracia de Dios seamos como San Agustín y dejemos ir el pecado que permanece en nuestro corazón y en cambio encontremos nuestro verdadero descanso en el Señor.

¡San Agustín, ruega por nosotros!


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