domingo, 10 de julio de 2022

MONSEÑOR VIGANÒ AL SACERDOTE MISERICORDIADO POR BERGOGLIO: “TE CASTIGAN POR SER CATÓLICO”

Publicamos la carta abierta que el arzobispo Carlo Maria Viganò dirigió al sacerdote Jesusmary Missigbètò, expulsado del Opus Dei y sancionado por las críticas dirigidas al pontífice reinante


Amén dico vobis: tolerabilius erit

terræ Sodomorum et Gomorræorum

in die judicii, quam illi civitati.

Monte 10, 15


Reverendo Padre Janvier:

Querido Padre Jesusmary Missigbètò:


Supe por la prensa la noticia de su suspensión a divinis y expulsión del Opus Dei, impuesta por la Congregación de Obispos como sanción canónica por no haber "respetado y obedecido al Sumo Pontífice".

Permíteme expresarte mi cercanía espiritual, en un momento de gran prueba para ti: como bautizado y como Ministro de Dios, debe ser doloroso ser acusado por quien, con la misericordia que distingue cada acto, recibe en audiencia a reconocidos abortistas, concubinarios públicos, travestis, sodomitas, clérigos rebeldes, herejes, usureros y hambrientos.

Supongo que es muy descorazonador que se te reproche lo que en otros tiempos merecía el elogio -si no la gloria de los altares- a los santos que no dudaron en regañar, aunque sea con dureza, la corrupción de la corte papal. Un San Pedro Damian, una Santa Catalina de Siena se escandalizarían hoy por la duplicidad de aquellos que nunca pierden la oportunidad de denigrar a los buenos católicos y complacer a los enemigos de Cristo y de su Iglesia.

Lo que afrontas por tu fidelidad al Magisterio y por verdadero respeto a la Sede del Santísimo Pedro es una oportunidad para expiar los pecados y escándalos de los clérigos, en el espíritu de expiación y reparación que nos une a nosotros, miembros del Cuerpo Místico, a Nuestro Señor, su Cabeza, inmolada en la Cruz para reparar las ofensas de los hombres a la Santísima Trinidad.

Tu prueba, querido y reverendo don Gbénou, te une a otras tribulaciones, a menudo más difíciles de soportar, a las que son sometidos muchos de tus hermanos por parte de sus Superiores: sacerdotes expulsados ​​de las parroquias y obligados a vivir y dormir en coches o en alojamientos improvisados; párrocos removidos porque no están dispuestos a renunciar a la celebración del Santo Sacrificio en el rito apostólico; religiosos expulsados ​​de monasterios y conventos por no querer renunciar a la fidelidad al carisma de la Orden; seminaristas que se ven impedidos de la formación sacerdotal sólo porque no aceptan la disipación y la mundanalidad que se les impone.

Si alguna vez tienes dudas sobre las intenciones de aquellos que, usurpando una autoridad contra el fin para el que fue instituida por Cristo, se enfurecen contra los buenos, te invito a considerar cómo su severidad se disuelve ante faltas mucho más graves de clérigos fornicarios, de prelados corruptos, de cardenales hostigadores y ladrones.

Tu culpa, reverendo, es haber creado un peligroso término de comparación con ellos al descubrir la tumba llena de gusanos de la iglesia bergogliana. Si hubieras participado en el Orgullo Gay publicando tus fotos en actitudes indignas, no me refiero a la de un clérigo, sino también a la de un pagano; si hubieras provocado escándalo al permitirte vergonzosos abrazos con otro sacerdote; si hubieras negado las Verdades Católicas o impugnado la Moralidad Cristiana, estarías ahora a la cabeza de un Dicasterio Romano, o de una Diócesis prestigiosa, y aparecerías con traje de hilo junto con quien te privó del derecho a celebrar, escuchar Confesiones y predicar. Como tú, muchos otros sacerdotes y no pocos obispos y algunos cardenales, en cambio, se ven ridiculizados, ofendidos, injustamente castigados por el hecho de ser demasiado católicos.

Me pregunto si, ante la vergüenza de la corrupción del clero descarriado que tanto le gusta a Bergoglio, al punto de rodearse de ellos hasta en las salas de Santa Marta, no deberías considerar las sanciones que te han impuesto como una fuente de orgullo. El exilio que se me da, me honra. Si la casa de Dios se ha convertido en una cueva de ladrones, los que quieran permanecer cerca del Señor deben sacudirse el polvo de los zapatos (Mt 10, 14), y no saludar a los que niegan a Cristo y lo crucifican a diario con su conducta.

Alégrate, pues, amado y reverendo Padre, porque si los enemigos de Dios no encontraran en ti motivo para perseguirte, significaría que no estás dando testimonio de tu fidelidad al Señor. Si el mundo los aborrece, tengan presente que antes que a ustedes, me aborreció a mí (Jn 15,18), decía la Sabiduría encarnada. Las pruebas presentes son, pues, motivo de consuelo espiritual, ocasión de santificación, ocasión de edificación para los sencillos. Cien veces te recompensará el Señor por lo que estás soportando.

A ti, querido Padre, y a todos los que como tú son perseguidos propter justitiam (Mt 5, 10), vaya mi recuerdo orante en el Santo Sacrificio de la Misa.

+ Arzobispo Carlo Maria Viganò


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