Por el padre Jorge González Guadalix
Acabo de leer la noticia de que la Santa Sede se adhiere a la Convención Marco de la ONU sobre el cambio climático. Ya estábamos tardando. Zapatero a tus zapatos.
A mí esto me suscita muchas preguntas, o por lo menos algunas:
¿No tenemos otra cosa mejor que hacer? Llevamos unos días en los que el evangelio del día no deja de repetir y recordar la necesidad de anunciar el Reino de Dios. Lo nuestro es eso, anunciar el evangelio, predicar la conversión, animar a los hombres a volverse a Jesucristo. Oigan, que tenemos los templos vacíos y la plaza de san Pedro se llena de tomateras.
¿Qué pintamos nosotros en estas cosas si de cambio climático entendemos poco? Los científicos no se ponen de acuerdo en absoluto. Sí sabemos quiénes apoyan esta idea, que coinciden con los promotores de la agenda 2030. Nosotros, la Iglesia, la Santa Sede, se supone hemos recibido una misión bien diferente.
El miedo a Greta Thunberg, a la ONU y a los promotores de la agenda 2030 nos paraliza. Qué horror si dijesen de la Iglesia que no nos importa el cambio climático, el calentamiento global y la vida de los corzales del Pacífico. Antes muertos. ¿Dónde hay que firmar?
Somos rápidos para lo que interesa que salga en la foto. Las famosas dubia de Burke y compañía llevan esperando más de cinco años a ser respondidas. Nada. Eso sí, si lo ecológico está de moda, nosotros nos apuntamos los primeros.
Me pregunto dónde está la famosa prudencia de la Iglesia católica, maestra en administrar tiempos y sentarse a la espera de los acontecimientos. Nos han entrado las prisas bajo el paraguas de que es necesario aceptar los consensos científicos y apuntarse a ellos. Lo que hay que hacer es dejarse de supuestos consensos, que lo mismo cambian mañana según los intereses que se muevan, y dedicarnos en cuerpo y alma a proclamar una Verdad que está por encima de consensos y apaños.
Me sigue pareciendo increíble que no caigamos en la cuenta de que la mayor contribución, la aportación definitiva al correcto desarrollo y progreso de nuestro mundo, es predicar íntegro el evangelio a tiempo y a destiempo, porque todo convertido a Jesucristo cuida la creación, ayuda a los débiles, es generoso con todos y busca la paz.
Pues no. Lo primero firmar lo del clima, no sea que digan de nosotros que somos unos insolidarios y no nos importan ni la contaminación ni el efecto invernadero. Sea. Cualquier día cierran la gasolinera del Vaticano. Todo sea por el cuidado del planeta.
De profesion, cura
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