Por el P. Ronald Rolheiser
Michael Buckley escribió esas palabras comentando la triple traición de Pedro a Jesús. Este es el contexto. Pedro había traicionado a Jesús en su hora más necesitada, no por maldad, simplemente por debilidad. Ahora, al enfrentarse a Jesús por primera vez desde aquella traición, Pedro se siente comprensiblemente incómodo. ¿Qué se dice después de traicionar a alguien?
Bueno, él no necesitaba decir nada. Jesús tomó la iniciativa y, como destaca Buckley, no excusó a Pedro. Jesús no dijo cosas como: ¡es perfectamente comprensible tener miedo en una situación así! ¡No eras realmente tú mismo! ¡Entiendo que eso pueda suceder! Ni siquiera le dijo a Pedro que todavía lo ama. Nada de eso. Simplemente le preguntó a Pedro: "¿Me amas?" y cuando Pedro dijo que sí, todo siguió adelante. No se necesitaron excusas. Lo excusable no necesita ser excusado y lo inexcusable no puede ser excusado. Nuestra humanidad ya explica por qué somos propensos a la traición; lo que hay que hacer tras ella, es una reafirmación del amor.
A una pareja que conozco le ocurrió esto en su matrimonio. Fueron a una fiesta juntos un viernes por la noche y la esposa, en parte por la influencia del alcohol y las drogas, se fue de la fiesta con otro hombre. Su marido no fue consciente de ello durante un tiempo, pero al enterarse de lo sucedido, se sintió comprensiblemente muy angustiado. Se fue a casa solo y pasó una noche sin dormir pensando, sus pensamientos se movían a través de una serie de fantasías vengativas hasta lo que (por gracia) finalmente decidió.
Al día siguiente estaba sentado en la mesa de la cocina a media mañana cuando su mujer, avergonzada y escarmentada, llegó a casa. Tenía ensayadas sus disculpas y estaba preparada para enfrentarse a su justificado enfado y furia. Ella consiguió algo más. Su marido no le permitió expresar ninguna disculpa o excusa, ni tampoco explotó de ira. Más bien, tranquilo y triste, se limitó a decirle lo siguiente "Me voy a ir de casa durante una semana, para que puedas pensar en esto. Tienes que decidir. ¿Eres mi esposa o eres otra persona?". Volvió una semana después, con sus disculpas, pero sobre todo con su compromiso renovado y más radical con su relación. Desde entonces, su matrimonio es sólido y lleno de gracia. Ella está ahora comprometida con su matrimonio de una manera que nunca antes lo estuvo.
Sin duda, a su regreso, la esposa de este hombre ofreció algunas disculpas y excusas con lágrimas. Su negativa a que las expresara antes puede haber servido de algo a largo plazo, pero hay que reconocer que fue algo cruel a corto plazo. Incluso cuando algo no puede ser excusado, seguimos necesitando la oportunidad de decir que lo sentimos. Las disculpas son importantes, tanto para la persona que las ofrece como para la que las recibe. Hasta que no se presenta una disculpa explícita, siempre hay un asunto pendiente. Sin embargo, el arrepentimiento explícito no es en última instancia lo que hace avanzar las cosas cuando una relación ha sido herida o fracturada. Lo que hace avanzar las cosas es un compromiso renovado con el amor, con una fidelidad más profunda.
No se puede excusar lo inexcusable. Estrictamente hablando, eso es cierto, aunque a veces una comprensión más profunda de las cosas excusa en cierto modo lo inexcusable. He aquí un ejemplo.
Este incidente ocurrió en Australia, hace varios años. Un consejo escolar católico acababa de construir una nueva escuela multimillonaria. Poco después de su inauguración, uno de sus alumnos, un chico de secundaria, provocó un incendio en su taquilla, sin saber que las válvulas de gas del sistema de calefacción de la escuela estaban justo detrás de su taquilla. Se inició un gran incendio y toda la escuela se quemó. El chico se armó de valor y reconoció lo que había pasado. Luego, por supuesto, le sobrevino una serie interminable de preguntas: ¿Por qué iba a hacer eso? ¿Por qué alguien provocaría un incendio en su taquilla? ¿Qué explica ese tipo de estupidez temeraria? ¿Qué puede excusar lo inexcusable?
Me gustó mucho la respuesta que dio a estas preguntas uno de los obispos australianos. Ante un grupo de profesores y administradores escolares, su breve respuesta lo decía todo. ¿Por qué este joven estudiante haría algo así? Porque es un chico. Los chicos jóvenes han estado (sin ninguna razón explicable) provocando incendios mucho antes de que las válvulas de gas aparecieran en el planeta. Además, no hay excusa para ello, salvo la propia naturaleza humana.
A menudo, esa es la excusa para lo inexcusable: ¡Porque somos humanos! De hecho, esta fue la verdadera excusa de la mujer que bajo la influencia del alcohol y las drogas traicionó a su marido, al igual que fue la verdadera excusa de Pedro cuando traicionó a Jesús.
Pero, esto debe ser leído correctamente. Esto no nos da permiso para apelar a nuestra naturaleza humana moralmente inepta como excusa para la traición o la estupidez. ¡Somos humanos! ¡Los chicos serán chicos! La lección es más bien que cuando nuestra ineptitud moral nos hace caer en la traición o la estupidez, lo que finalmente hace avanzar las cosas no es una disculpa o una excusa, sino un compromiso renovado en el amor.
PortaLuz
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