Por Fernando Beltran
“A cada época la salva un pequeño puñado de hombres que tienen el coraje de ser inactuales”, escribió el genial Chesterton. El puñado de hombres existe, de eso no hay duda, pero el problema es que da la sensación de que no parecen dispuestos a actuar con coraje: ese es el drama.
Por citar un ejemplo, hace unos días veíamos al obispo auxiliar de Astaná, Athanasius Schneider, pedir al papa Francisco que derogase el Motu Proprio Traditionis Custodes, el mandato pontificio que busca limitar ―y a largo plazo, sepultar― el Rito Tradicional de la Misa. Pero es Schneider, un “enemigo del papa”, el de siempre. ¿Por qué ningún prelado o cardenal, de los que no están manchados ni salpicados por esa ‘damnatio memoriae’ que supone llevar la contraria a los nuevos aires, y que están en contra de esta medida, que los hay, abre la boca? ¿Por qué tienen que ser siempre los mismos?
Y he citado este ejemplo; podríamos hablar también de Amoris Laetitia, del documento de la Fraternidad Humana, del tema de la unión civil de parejas homosexuales, del espectáculo en los jardines vaticanos con la pachamama, y de tantas cosas. ¿Por qué nadie habla claro? ¿Por qué los que aplaudían Summorum Pontificum ahora aplauden Traditionis Custodes? Es una contradición.
Lo que más me apena es que todos los que protestan están ya de vuelta, no tiene cargos relevantes; es como si solo se protestara, en la jerarquía, cuando ya no hay nada que perder. Y aún así, la mal entendida infalibilidad pontificia, el mal entendido respeto a la cátedra de Pedro, hace que muchos buenos callen, pensando que harían mal en expresar sus salvedades, sus críticas, sus inquietudes.
Mientras, los “malos” pontifican a sus anchas, sin embargo, los buenos callan.
InfoVaticana
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