Cuando llegué de párroco a mis pueblos me ofrecieron una máxima que conservo entre algodones hasta el día de hoy. Ante cualquier convocatoria eclesial: una persona, normal; dos, buena respuesta; tres, multitud.
Por el padre Jorge González Guadalix
Dicho esto, multitudes ayer y antes de ayer. Se nos ocurrió celebrar la vigilia de la Inmaculada en Braojos. Algo sencillo: exposición del Santísimo, rezo del santo rosario y Misa de la Inmaculada. La cosa no pintaba nada bien. Amenazas de nieve y hielo hasta por televisión, frío hasta decir basta y, el domingo, nos habíamos quedado sin calefacción.
¿Qué es esto para nosotros? Se lo dije el domingo: lo de la calefacción no es más que una añagaza del demonio para que nos quedemos en casa. Pero nosotros, serranos, no nos dejamos intimidar por ocho grados de más ni mucho menos de menos. Bufanda, gorro, buenas botas y sea lo que Dios quiera.
Siete de la tarde. Braojos. Con calefacción, eso sí, pero una calefacción en la iglesia que consigue que en lugar de estar a siete u ocho grados en el interior del templo lleguemos a trece. Puro confort. Agua nieve helada. Viento fuerte, al punto de que la calle trasera de la iglesia se llama “del viento” y no de casualidad. Vigilia de la Inmaculada. Nueve fieles en el templo desafiando a todo lo que hubiera que desafiar. Multitud.
Multitud en las misas de la Inmaculada en los tres pueblos. La gente volvía corriendo a Madrid aterrada por la que se nos venía encima, que luego tampoco fue para tanto. Tres en La Serna. Catorce en Piñuécar. No sé si llegamos a veinticinco en Braojos. Es igual. Una multitud dispuesta a honrar a la Inmaculada celebrando la eucaristía de la fiesta.
Al acabar la misa de las 13 h. de Braojos, con la que también culminaba el año de san José, se llevó a cabo el traslado de su imagen desde el presbiterio, donde nos ha estado acompañando durante el año de san José, a su lugar habitual en el templo. Y después del traslado, un vinito en el bar para celebrar a la patrona de España.
Esta es nuestra vida. Ya saben mi idea. Lo último que puede hacer uno es partir de la derrota y el desánimo. Demasiado fácil quedarse en que “antiguamente venían más...”
Lo sé. Hoy es distinto. Hoy, en un mundo, perdón por la palabra, enmierdado, no es fácil ponerse delante de la Purísima. Antes había un deseo de santidad y hasta los malos quería disimular para parecer buenos. Hoy es al revés. Los buenos se avergüenzan de su condición. Así no hay bemoles para mirar cara cara a la Purísima. No pasa nada.
Viva la Inmaculada Concepción, porque
De profesion, cura
Viva la Inmaculada Concepción, porque
“Aunque no quiera Molina,
ni los frailes de Regina,
ni su padre provincial,
todo el mundo en general,
a voces, Reina Escogida,
diga que sois concebida
sin pecado original”.
De profesion, cura
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