lunes, 13 de diciembre de 2021

LA HORA DEL PODER DE LAS TINIEBLAS

Liberalismo, democracia cristiana, nacionalismo, fascismo, socialismo, comunismo, ecologismo, feminismo radical, ideología de género, homosexualismo político… Las ideologías son obras del demonio. Y a mí solo me interesa la opinión que le merezca a Dios.

Por Pedro L. Llera


Todas las ideologías modernas prescinden o niegan la existencia de Dios cerrilmente. En uno de mis últimos artículos, me refería a las ideologías modernas, con un lenguaje pretendidamente apocalíptico, como a las bestias, a las tarascas, que blasfeman contra Dios y vociferan contra el Creador su bilis nauseabunda. Parafraseo a Gregorio XVI en Mirari vos:
Verdaderamente, podríamos decir que ésta es la hora del poder de las tinieblas para cribar, como trigo, a los hijos de elección. Sí; la tierra está en duelo y perece, infectada por la corrupción de sus habitantes, porque han violado las leyes, han alterado el derecho, han roto la alianza eterna. Es el triunfo de una malicia sin freno, de una ciencia sin pudor, de una disolución sin límite. Se desprecia la santidad de las cosas sagradas; y la majestad del divino culto, que es tan poderosa como necesaria, es censurada, profanada y escarnecida: De ahí que se corrompa la santa doctrina y que se diseminen con audacia errores de todo género. Ni las leyes sagradas, ni los derechos, ni las instituciones, ni las santas enseñanzas están a salvo de los ataques de las lenguas malvadas.
La democracia liberal puede ser un sistema perfecto para elegir al alcalde de tu pueblo pero resulta perversa cuando se considera la “soberanía nacional” como el fundamente último de la moral y de las leyes. Cuando el bien y el mal lo determinan las mayorías, el pueblo suele elegir a Barrabás y mandar a Cristo al suplicio y a la muerte en la cruz.

Y fue la cruz de Cristo la que creó y fundó la civilización occidental, con su cultura y su modo de vida centrada en Dios. Y durante muchos siglos, fue la Caridad el fundamento de las leyes, y Cristo el Soberano y Rey verdadero. Hasta que el “antropocentrismo”, el “humanismo”, la persona humana decidió endiosarse, arrastrada por la soberbia, y rebelarse contra el señorío de Dios. De ahí nacen todos los males que nos aquejan ahora.

Todas las ideologías son herejías y apostasías. Todas las ideologías son mentirosas porque son hijas del padre de la mentira y príncipe de este mundo. Todas las ideologías ofrecen su propia utopía y ofrecen el paraíso en la tierra y la solución a todos los problemas sociales. Todas las ideologías prometen la felicidad al hombre; pero se trata de una felicidad puramente de tejas para abajo: el bienestar económico, la justicia social, la fraternidad universal, el derecho al orgasmo… Cada una, con su rollo. Todas mentiras. Todas falsas felicidades. Porque sin Dios, lo único que cabe esperar es un mundo tenebroso de pecado, desgracia y desesperación. Un mundo sin Dios es el infierno anticipado ya aquí en la tierra.


El Liberalismo

Todos los males de la modernidad y la postmodernidad empiezan con las revoluciones liberales que destronan a Cristo y colocan al hombre en su lugar. La Revolución acabó con la soberanía de Dios y pretendió abolir su Santa Ley para proclamar la autonomía del hombre; la independencia, la rebelión y el orgullo de la criatura respecto a su Creador. Siguiendo a Lucifer, el liberalismo niega cualquier dependencia del hombre respecto a Dios y proclama con la misma soberbia del ángel caído el “non serviam”. El hombre no reconoce su dependencia respecto a Dios y pretende ser dueño absoluto de su vida y libre para buscar su felicidad al margen de Dios: la libertad como licencia para pecar. Los pobres necios se creen que pueden algo sin Dios y no se dan cuenta de que, si vivimos, es porque Dios lo quiere; y que no hay otra felicidad que la Bondad, la Belleza y la Verdad, que son atributos de Dios mismo; que todo lo que el hombre anhela es Dios, es a su Creador; y que jamás será feliz lejos de Dios. La falsa felicidad del hedonismo, del disfrute inmoderado de los placeres de este mundo, acaba en soledad, en desgracia, en vacío; acaba en la pocilga donde el hombre llega a envidiar las algarrobas de los cerdos.

El liberalismo ofrece su mito del progreso. La historia siempre va a mejor y, así, el presente siempre es mejor que el pasado y será peor que el futuro. Al final de la historia, la cosmópolis, el gobierno mundial, acabará con las guerras y el mundo alcanzará la paz perpetua que pronosticaba Kant. Con el Estado de Derecho, incluso una sociedad de demonios viviría en paz, solo con que cumplieran las leyes aprobadas por la soberanía del pueblo expresada en los parlamentos democráticos. Por eso hay que legislar sobre todo: hasta sobre si puedes fumar o no en tu propio coche o si se puede comer carne roja o no. Un mundo feliz liberal supondría el fin de las naciones estado que provocan conflictos y guerras de manera constante.

Dentro del ámbito liberal, hay que dedicar un apartado específico para la democracia cristiana mariteniana. Don José Guerra Campos calificaba como escandalosa la complicidad de algunos eclesiásticos con gobernantes que se profesan católicos o que están ligados a asociaciones apostólicas de máximo predicamento ante la Santa Sede y que no sólo practican la permisividad frente a las corrientes de opinión adversas, sino que dejan desamparados valores morales que hay que tutelar a toda costa. Si don José levantara la cabeza… Los liberales católicos son políticos que no dejan pasar la ocasión de desamparar o de agredir los valores sagrados y ahí han estado siempre dispuestos a votar a favor del divorcio, del aborto, de las leyes de género, de las leyes lgbt y de lo que sea menester. El humanismo cristiano de algunos partidos liberales, reformistas o demócrata cristianos, acaba volviéndose un humanismo impío e irreligioso; es el suyo un cristianismo edulcorado que les permite codearse con los que rechazan la moral cristiana sin desentonar con ellos. “No hacen falta partidos políticos católicos, sino católicos en todos los partidos”: no solo en los liberales, también en los socialistas o en los comunistas. Porque también dicen muchos eclesiásticos que son los comunistas los que piensan como los cristianos”.


Totalitarismos: Nacionalismo, Fascismo y Comunismo

El liberalismo y la democracia representan la rebelión del hombre contra Dios, el “seréis como Dios” y “no moriréis” con el que la Serpiente mentirosa tentó a nuestros primeros padres en el Paraíso. Los fascismos y los comunismos van un paso más allá y, tras despreciar la ley de Dios, llegaron al cainismo: al odio al hermano, al asesinato, a la tortura, al mal en estado puro. Y convirtieron los Estados en imágenes de la Bestia que devora a sus propios hijos. Los estados comunistas y los fascistas o nazis fueron y, en algunos casos, siguen siendo verdaderas máquinas de matar y de hacer “desaparecer” al disidente.

Detrás de la exaltación de la libertad para pecar, llegó la llamada al resentimiento, al odio y a la envidia como fundamentos de la política. Ya no era el amor - la caridad - el cimiento de las naciones, sino la división y el odio. Los nacionalistas atizaron el odio entre los pueblos. Los comunistas cimentaron su ideología “científica” sobre el odio entre las clases sociales.

Sobre la base de que Dios no existe y de que el hombre es autónomo y fin en sí mimo, viendo los conflictos constantes entre pueblos, entre colectivos y clases sociales, los totalitarismos establecieron que no es el hombre individual el soberano de sí mismo, sino que el individuo tenía que supeditarse al interés general (que no hay que confundir con el bien común) y que el sujeto de la soberanía no era el individuo sino el Estado. Y así, el líder y el partido único se convirtieron en un dios omnipotente que podía decidir quién es digno de vivir y quién no. Y construyeron campos de concentración y exterminaron sistemáticamente a todos cuantos se opusieran a la voluntad omnímoda del Leviatán. Y el Estado se convirtió en una máquina poderosa y en un monstruo devorador de los individuos, en una bestia malvada. Eso fue el Estado Nazi, el Fascismo; y en el otro extremo, el Comunismo: solo tienen que ver lo que son aún hoy China, Corea del Norte, Cuba, Venezuela o Nicaragua.

El Comunismo ofrece su versión del paraíso: un pseudomesianismo y una pseudorredención puramente inmanentes; una sociedad justa e igualitaria, sin explotadores ni explotados, sin ricos ni pobres; sin propiedad privada. Una sociedad en la que cada uno aportaría lo mejor de sí mismo al Estado y el Estado le daría a cada uno según sus necesidades. Todo es de todos y todos tienen lo suficiente para vivir. La felicidad llegará cuando se acaben las clases y todos vivamos como hermanos. El paraíso será aquí, en este mundo y en esta vida, porque no hay Dios ni vida eterna; ni cielo ni infierno. El cielo lo queremos aquí y ahora; y el infierno es la injusticia social, la pobreza y la explotación.

El nacionalismo y los fascismos embelesan a los ciudadanos con la grandeza de la patria, con la supremacía sobre las demás naciones, sobre las otras razas inferiores. Y enciende el odio racial, el desprecio a las demás culturas y el culto idolátrico a la nación y al líder. La grandeza de la nación nos conducirá hacia un paraíso de riqueza y bienestar nunca vistos. Los nacionalismos llegan a decir que la independencia y la soberanía terminarán con todos sus males, incluso con las enfermedades.

Los nacionalistas catalanes más delirantes, por ejemplo, inventan su propia versión de la Historia y llegan a atribuirse el descubrimiento de América o el origen catalán de Santa Teresa de Jesús. La noticia de la Agencia Efe, firmada por José Oliva y recogida en el ABC, dejaba en evidencia el delirio y los disparates de los nacionalistas catalanes:


Un grupo de historiadores que pertenece a la fundación Nova Historia, en los últimos años ha atribuido una procedencia catalana a personajes históricos como Cristóbal Colón, Américo Vespucio, Cervantes, Hernán Cortés o Bartolomé de las Casas.

Según Jordi Bilbeny, fundador de Nova Historia, Teresa de Cardona Enríquez (1494-1562), que fue abadesa de Pedralbes desde 1521 hasta que murió, era en realidad Santa Teresa y “la formación de una princesa catalana explicaría la calidad de la obra de Teresa de Jesús, que en ningún caso podría haber sido creada por una simple priora, una monja pía y pobre”.


El Pensamiento Único

La cuarta bestia es la del Pensamiento Único hodierno. Ese Pensamiento Único asume la rebelión contra Dios del Liberalismo y lleva el concepto de libertad negativa y de autodeterminación del ser humano al paroxismo: yo soy mi propio y único creador y decido qué soy, quién soy, cómo soy… Tengo derecho a vivir como me dé la gana, a acostarme con quien quiera y a superar los límites de la propia naturaleza. La Ideología de Género asume que el ser humano nace con un sexo asignado pero que cada uno elige y decide a lo largo de su vida su propia orientación sexual. El Pensamiento Único establece el derecho humano a la libre determinación sexual, al margen de las evidencias biológicas.

Con la ideología de género, llegan la destrucción de la familia tradicional y del concepto del amor vinculado a ella. El Pensamiento Único es hijo del nihilismo, de la revolución sexual, del feminismo marxista que aplica el concepto de lucha de clases (el principio del odio) a las relaciones entre hombres y mujeres; y del vitalismo amoral de Nietzsche. El Pensamiento Único es radicalmente anticristiano y su fin último es acabar con los restos de la civilización cristiana en Occidente. El Pensamiento Único odia a Dios sobre todas las cosas y, en consecuencia, odia a la Iglesia y odia al catolicismo muy especialmente.

Pero ese Pensamiento Único no solo es Ideología de Género. Otros ingredientes fundamentales son el mundialismo – volvemos al cosmopolitismo y a la paz perpetua kantiana – y el ecologismo político, que ahora traslada la dialéctica maniquea del marxismo al enfrentamiento entre el hombre y el Planeta. “El ser humano sería un virus que amenaza de muerte la supervivencia de nuestra casa común. El desarrollo industrial, el uso de combustibles fósiles, el consumo excesivo de carne, el abuso que supone una explotación excesiva de los recursos naturales amenazan incluso la supervivencia a medio plazo de la especie humana sobre la tierra. El hombre es una amenaza para sí mismo y para la Pacha Mama y hay que tomar decisiones drásticas y urgentes para salvarnos de la autodestrucción. Hay que reiniciar la vida sobre el planeta: dejar de consumir y de gastar energía para reducir nuestra “huella de carbono”. Por eso hay que subir el precio de la energía para que se consuma menos y para que contaminemos menos. Hay que gravar con impuestos los carburantes, la electricidad, la carne, los productos azucarados, el tabaco, el alcohol… “No tendréis nada pero seréis felices”. Hay que empobrecer a todo el mundo: quieren quitarnos lo mucho o lo poco que tengamos.

Hay que someter a los seres humanos para que seamos dóciles al poder mundial y para ello no dudan en recurrir al miedo, al discurso apocalíptico ambiental (el planeta se calentará y se derretirán los polos y el nivel del agua inundará las costas y hará desaparecer las islas) y sanitario – vendrán nuevas pandemias y serán peores que la actual – y violan los derechos individuales y nos confinan saltándose todas las leyes y las constituciones. Tienen que salvarnos y tenemos que dejarnos salvar, incluso contra nuestra propia voluntad y violando la libertad individual.

El Pensamiento Único empieza alcanzando el clímax delirante de la autonomía personal y termina en un proyecto totalitario que amenaza nuestra propia libertad porque se ve en la obligación de salvarnos de nosotros mismos, incluso a la fuerza: pasaportes Covid, vacunaciones obligatorias, etc. Al final, la única libertad que nos van a dejar es la libertad de la bragueta para que desfilemos como adefesios en los desfiles del 'orgullo' con banderitas arco iris.

Las ideologías nos ofrecen paraísos aquí y ahora, sin Dios y contra Dios. “No nos hace falta Dios para nada. Nosotros cambiaremos el mundo y seremos como dioses, dueños del bien y del mal, creadores de nosotros mismo. Y el edén lo construiremos nosotros. Cambiaremos el mundo y acabaremos con el mal nosotros solos y construiremos una torre que nos proteja contra todos los peligros de la naturaleza y ya no habrá diluvio ni fuego que caiga del cielo que pueda acabar con nosotros. Las ideologías son la torre de babel que la soberbia del hombre edifica sobre sus propias fuerzas contra Dios”.

Pero esa torre de babel tiene los pies de barro: está edificada sobre arenas movedizas. Y cuando llegue la tempestad se vendrá abajo y no quedará de ella piedra sobre piedra. El Antropocentrismo es herejía y es apostasía; es soberbia y ofensa a Dios. Pero Cristo vence, impera y reina.


El Sistema es el problema

Decía José María Aznar en una entrevista concedida al XL Semanal el pasado fin de semana:
“La Constitución es la solución, no es el problema; lo que hace falta es respetarla y cumplirla. Yo no tocaría nada de ella porque no es un problema para los españoles, aunque hay algunos españoles que tienen problemas con la Constitución. Pero ese es ‘su’ problema, no el de los demás”.
Pues yo creo que el problema es un sistema que pisotea la ley de Dios y que ha expulsado a Dios de la vida pública; un sistema que ha omitido a Dios, nominal y realmente, de su Constitución y que no solo ignora, sino que desprecia la Ley de Dios y legisla abiertamente contra ella. La Constitución, el sistema liberal, es el problema. Ese es el verdadero problema: nos sobra orgullo y soberbia y nos falta Dios.

Todos los problemas vienen de las ideologías que hunden sus raíces en el liberalismo. Dice don José María que “fallan los políticos, no el sistema. Tenemos a los menos brillantes”. Y es todo lo contrario. Tenemos los peores políticos porque lo que falla es el sistema. La partidocracia exige que cualquiera que quiera participar en la política tenga que obedecer y someterse con disciplina propia de una secta, a los dictados de los líderes y de los comités centrales de los partidos. Una persona brillante, un hombre que defienda vivir con la libertad de los hijos de Dios, no aceptará nunca ese sometimiento de su libertad a los criterios y a los chanchullos de los mandamases. Un hombre que quiera pensar por sí mismo, un hombre o una mujer con principios, con honor, no duran cinco minutos en un partido político. Porque un partido político es una maquinaria que no tiene otro fin que alcanzar el poder a cualquier precio y que está dispuesta a recurrir al mal, a la corrupción y a la mentira siempre que sea necesario con tal de llegar al gobierno y de mantenerse en él. La partidocracia es maquiavélica e inmoral por sistema. Así que los santos no pueden estar ahí. Y los sabios tampoco.

Refiriéndose al pueblo de Alcolea del Campo, donde había ido a trabajar Andrés Hurtado, Pío Baroja critica, en su novela “El árbol de la ciencia”, la política española de principios del siglo XX:
Esta perfección se conseguía haciendo que el más inepto fuera el que gobernara. La ley de selección en pueblos como aquél se cumplía al revés. El cedazo iba separando el grano de la paja, luego se recogía la paja y se desperdiciaba el grano.

Algún burlón hubiera dicho que este aprovechamiento de la paja entre españoles no era raro. Por aquella selección a la inversa, resultaba que los más aptos allí eran precisamente los más ineptos”.
No han cambiado mucho las cosas en los algo más de cien años que han pasado desde que Baroja escribió “El árbol de la ciencia” en 1910. Los partidos políticos están plagados de sinvergüenzas, corruptos, mentirosos y trepas; aduladores del poderoso, a quien siempre han de estar dispuestos a lamerle el culo, como condición sine qua non para ascender y seguir aspirando a alguna bicoca ministerial, a alguna alcaldía, a alguna dirección general: lo que caiga…

En mi afán por hacer amigos, creo que no me queda ninguna ideología política por criticar: liberalismo, democracia cristiana, nacionalismo, fascismo, socialismo, comunismo, ecologismo, feminismo radical, ideología de género, homosexualismo político… Las ideologías son obras del demonio. Y a mí solo me interesa la opinión que le merezca a Dios.


Volver a Cristo: resistencia y contrarrevolución

Dice el P. Manuel Martínez Cano: “El mundo ha sido creado por Dios y Cristo reinará en todas las naciones. Quien no acepta ni se somete a la Ley de Cristo es un hereje. Y apóstatas son las naciones que vivieron siglos en el cristianismo y ahora viven en el paganismo y ateísmo”.

Cuando Jesús fue crucificado, las tinieblas invadieron toda la tierra. Eso es lo que ha pasado y lo que sigue pasando hoy en día. El mundo moderno excluye a Cristo de la vida pública y entonces, la oscuridad del pecado y de la muerte lo ocupa todo. Y toda depravación, todo vicio, todo mal tiene cabida en una sociedad corrupta y alejada de Dios. Son los frutos del orgullo y de la soberbia del mundo moderno.

Los sistemas liberales dividen la sociedad en partidos sectarios, enfrentados entre sí, con intereses contrapuestos y parten de la antropología y del concepto de libertad propios del liberalismo: sin Dios y contra Dios. Y sin Dios y contra Dios, sólo cabe una sociedad inhumana y cruel. Y si no nos convertimos, vamos a la perdición.

Santo Tomás Moro, patrón de los gobernantes y políticos católicos, supo testimoniar hasta el martirio la “inalienable dignidad de la conciencia”. Rechazó toda componenda, y sin abandonar “la constante fidelidad a la autoridad y a las instituciones” que lo distinguía, afirmó con su vida y su muerte que “el hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral”.

El sistema es el problema: un sistema que niega a Cristo y excluye a Dios de la vida social, cultural y política y que pretende relegarlo al ámbito exclusivo de lo privado. Todas las ideologías modernas prescinden o niegan la existencia de Dios. Pero Cristo es Rey de reyes: Él reina por la Verdad. La Iglesia enseña que la auténtica libertad no existe sin la verdad. Juan Pablo II escribió en Fides et ratio que “verdad y libertad, o bien van juntas o juntas perecen miserablemente”. En una sociedad donde no se llama la atención sobre la verdad ni se la trata de alcanzar, se debilita toda forma de ejercicio auténtico de la libertad, abriendo el camino al libertinaje y al individualismo, perjudiciales para la tutela del bien de la persona y de la entera sociedad; o al totalitarismo del partido único con poder omnímodo, que igualmente cambia el culto a Dios por el culto al líder y al partido.

La dictadura del relativismo es la negación de la Verdad. La libertad liberal es el libertinaje, la inmoralidad, la división, la muerte… Y sus consecuencias a la vista están: la epidemia de divorcios que está dejando una multitud de huérfanos con padres; la destrucción de la familia; el derecho al aborto, la eutanasia, la experimentación con embriones humanos; la instrumentalización de la escuela para destruir y pervertir las almas de los niños mediante el adoctrinamiento ideológico; las formas modernas de esclavitud (drogas, prostitución, pornografía…), la economía deshumanizada que explota al hombre para alcanzar los máximos beneficios, etc.

La visión irenista e ideológica de la paz resulta falsa y sumamente perniciosa porque hay en ella una búsqueda de consenso, de diálogo, de relativismo y de espíritu ecuménico, que hace que el Dogma de la Fe o las Verdades Fundamentales pasen a un segundo plano, haciendo desaparecer las convicciones personales. Por eso dice Pío XII que la única verdadera paz, no puede renacer y durar sino a condición de dejar reposar la sociedad humana sobre Cristo, para recoger, recapitular y reunir todo en Él.

He ahí la única solución: volver a Cristo, volver a la Tradición; reconocer la soberanía de Nuestro Señor Jesucristo y restaurar la Cristiandad. Sin Dios estamos perdidos. Sólo caben la resistencia y la contrarrevolución. Con la ayuda de la gracias de Dios, los hijos de María reconquistaremos España y la Hispanidad para Cristo, si esa es su santa voluntad: no por nuestras fuerzas, sino por el poder de Dios que hizo el Cielo y la Tiera. Nuestra felicidad es la gloria de Dios: es Cristo que nace en Belén y que nos espera en todos los sagrarios del mundo a que vayamos a adorarlo.

¡Hágase tu voluntad y venga a nosotros tu Reino!

¡Viva Cristo Rey!


Santiago de Gobiendes



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