Fiel al carisma mercedario, supo difundir el Evangelio entre los presos, favoreciendo su reintegración en la sociedad y su camino de fe.
El Venerable Siervo de Dios Andrés Garrido Perales nació el 29 de noviembre de 1663 en Vallada (Valencia, España). A los 16 años fue admitido en la Orden de la Merced como novicio en el coro y, al año siguiente, hizo su profesión religiosa. Ordenado sacerdote el 22 de diciembre de 1686, prosiguió sus estudios hasta obtener el título de Lector de Filosofía y Teología.
Entre 1691 y 1695 impartió clases en el convento de Elche y, en 1694, también fue nombrado Maestro de Novicios en Orihuela. En 1699, el Maestro General de la Orden le otorgó el grado de "Presentato", calificación que los Mercedarios otorgaban a sus cohermanos con el título de Maestro en Teología. En 1710 se le concedió el título de Doctor en Teología.
Dedicado a una vida austera y penitente, ejerció un intenso apostolado en la predicación, en la administración del Sacramento de la Reconciliación, en las actividades asistenciales, que privilegiaba a los marginados, los huérfanos, los pobres, los enfermos, los presos, los gitanos y los que no tenían domicilio fijo. En los mismos años animó a la población a completar la gran iglesia barroca de Vallada, dedicada al apóstol San Bartolomeo, cuya construcción se había iniciado en 1564. En 1714 fue nombrado rector del Colegio de San Pietro Nolasco de Valencia y, en 1717, fue elegido Superior del convento de San Michele de Xátiva.
A principios de 1728 la artritis, que normalmente afectaba a sus pies, se agravó al extenderse a las articulaciones de las manos y las rodillas, hasta el punto de deformar fuertemente el cuerpo.
Murió en Xátiva (España) el 23 de febrero de 1728.
El Venerable Siervo de Dios vivió en austeridad y penitencia, dedicándose también a una intensa actividad pastoral. Tenía un gran amor por la Eucaristía y una devoción a la Virgen María, tanto que desde muy joven eligió la Orden de los Mercedarios dedicada a ella. La esperanza lo apoyó en sus dificultades, afrontando todo con serenidad y fortaleza. Estaba desapegado de las posesiones terrenales. Para dedicarse a la misión sacerdotal no se dejó condicionar por peligros o dificultades. La confianza ilimitada en la Providencia y la certeza del cumplimiento de las promesas divinas lo tranquilizaban.
El amor profundo por Dios fue sostenido y alimentado por su incansable dedicación a los demás. Dotado de una gran afabilidad, supo situarse al lado de todos, gracias también a la capacidad de escrutar corazones; su fama como hacedor de milagros también se extendió. Fue un religioso justo, infatigable en el ministerio de la reconciliación y en llevar consuelo a los afligidos. Supo transmitir confianza en Dios, mostró una fuerza de alma ejemplar, que alimentó con la oración constante y la paz interior. Durante su enfermedad siguió estando disponible, especialmente para ayudar a los últimos. Fiel al carisma mercedario, supo difundir el Evangelio entre los presos, favoreciendo su reintegración en la sociedad y su camino de fe.
La fama de santidad ya presente durante la vida, se difundió después de la muerte, hasta nuestros días y va acompañada de la fama signorum.
El día 13 de diciembre, el papa Francisco aprobó las virtudes heroicas del Venerable Andrés Garrido Perales.
La aprobación de las virtudes heroicas supone que a partir de ahora podrá ser llamado Venerable porque ha vivido en grado heroico la fe, la esperanza y la caridad.
Para proseguir hacia la beatificación hace falta ahora la aprobación de un milagro obrado por su intercesión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Usted puede opinar pero siempre haciéndolo con respeto, de lo contrario el comentario será eliminado.