Son muchos y variados los motivos que han provocado una auténtica crisis litúrgica en la Iglesia, desde la promulgación de la Constitución Apostólica Missale Romanum por Pablo VI aquel 3 de abril de 1969, hace ya cincuenta años.
Por Mn. Francesc M. Espinar Coma
Sucedía así tanto en la Italia centro-meridional como en Bretaña o en la diócesis de Astorga. Así en los pueblos de Baviera como en Flandes o en las aldeas de montaña del Valais suizo. Por sólo hablar de Europa.
Pero en general en las ciudades, con más facilidades y medios de formación, las parroquias vivieron a partir del pontificado de San Pío X una auténtica renovación litúrgica. El sano movimiento litúrgico impulsado por el Papa Sarto dotó a las parroquias de misales bilingües al alcance de todos los fieles, de Scholae gregorianas y de Polifonía romana; la mayoría de las misas rezadas pasaron de ser “privadas” en el sentido más propio (solo oía la voz del sacerdote el monaguillo, quien respondía cumplidamente) a ser misas dialogadas: toda la asamblea escuchaba nítidamente la voz del sacerdote y respondía al unísono. Cantos populares acompañaban esas celebraciones, con acompañamiento de harmonio o en las de mayor empaque, de música organística de primera categoría. La liturgia preconciliar era bellísima, universal, vivida y participada activamente.
Sólo quiero relatar lo vivido por mi madre en la parroquia donde crecí, una parroquia de un barrio entonces periférico-marginal de Barcelona: la de Santa Engracia en Les Roquetes (distrito de Nou Barris) creada en 1929.
Todos los domingos y festivos, la Misa Parroquial era cantada por el Coro Parroquial que conocía y cantaba diversas misas gregorianas, amén de misas polifónicas como la Te Deum Laudamus, y las 2 Pontificales de Perosi, además de la muy popular y sencilla Misa Pío X de Vilaseca. No había órgano, sólo un sencillo pero bien mantenido harmonio tocado por el maestro de la Escuela Parroquial, el Sr. Font. El coro era nutridísimo y en los días más solemnes en las polifónicas era acompañado por instrumentos de cuerda. Los fieles con mayor formación acudían todos con misal en mano. Mi madre que se había formado de niña y adolescente en el Colegio “Codola y Gualdo” de la Casa Bloc de Sant Andreu y la Capilla Militar de San Juan de Mata, llevada por religiosas, tenía el Dom Gubianas, el primer misal bilingüe de España. Otros poseían los del Foment de Pietat de Mn. Eudald Serra, en catalán, otros los misales del claretiano P. Ribera y otros muchos, que eran adquiridos y distribuidos a los fieles. Es cierto, que había personas analfabetas que no podía participar tan activamente en la misa: eran iletrados que o asistían silenciosamente o bien rezaban el rosario. Pero en esas misas cantadas de los años 50 en Santa Engracia, el nivel litúrgico era altísimo. Y cómo no recordar a la Sra. Puigmal, maestra de un colegio de niños en la calle de la Font d´en Canyelles, que había querido ser religiosa paula, cosa que no pudo llevar a cabo, pero que en su pequeña clase de pequeñuelos, desde muy chicos les enseñaba los ritos litúrgicos para que los comprendiesen y pudiesen participar.
Los ornamentos litúrgicos eran bellísimos, de la mejor calidad tanto en la tela como en el corte, regalados por el sr. Humet, dueño de la única fábrica textil del barrio. Ya en los años 70, un sacerdote que llegó a la parroquia cuyo nombre prefiero omitir, hizo una pira quemando todos aquellos ornamentos. También se mofaba de la sra. Puigmal, que acabó sus días limpiando semanalmente los cálices y demás utensilios litúrgicos parroquiales. Este sacerdote la llamaba “Madame Llautons” (Madame Latones).
Este sacerdote no era más que un peón del temible ejército de sacerdotes demoledores de la liturgia (reformadores se creían ellos) que estaba saliendo de los seminarios. Sacerdotes obsesionados por hacer liturgia para el pueblo (que es lo que finalmente más distingue a la nueva misa que entre todos pergeñaron). Y lo primero que tenían que arrumbar era el latín, y tras él los ornamentos y la misma liturgia, hasta llegar a lo que hoy tenemos. El ejemplo de mi parroquia de niño, con una liturgia tan esplendorosa, es un buen paradigma de lo que fue y de lo que es.
Deseo concluir con una cita de José María Villero, entre otras muchas cosas, fundador junto a otros, de la web Acción Litúrgica considerada la web de asuntos litúrgicos más importante de habla hispana:
Mn. Francesc M. Espinar Comas
Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet
Germinans Germinabit
Todos los domingos y festivos, la Misa Parroquial era cantada por el Coro Parroquial que conocía y cantaba diversas misas gregorianas, amén de misas polifónicas como la Te Deum Laudamus, y las 2 Pontificales de Perosi, además de la muy popular y sencilla Misa Pío X de Vilaseca. No había órgano, sólo un sencillo pero bien mantenido harmonio tocado por el maestro de la Escuela Parroquial, el Sr. Font. El coro era nutridísimo y en los días más solemnes en las polifónicas era acompañado por instrumentos de cuerda. Los fieles con mayor formación acudían todos con misal en mano. Mi madre que se había formado de niña y adolescente en el Colegio “Codola y Gualdo” de la Casa Bloc de Sant Andreu y la Capilla Militar de San Juan de Mata, llevada por religiosas, tenía el Dom Gubianas, el primer misal bilingüe de España. Otros poseían los del Foment de Pietat de Mn. Eudald Serra, en catalán, otros los misales del claretiano P. Ribera y otros muchos, que eran adquiridos y distribuidos a los fieles. Es cierto, que había personas analfabetas que no podía participar tan activamente en la misa: eran iletrados que o asistían silenciosamente o bien rezaban el rosario. Pero en esas misas cantadas de los años 50 en Santa Engracia, el nivel litúrgico era altísimo. Y cómo no recordar a la Sra. Puigmal, maestra de un colegio de niños en la calle de la Font d´en Canyelles, que había querido ser religiosa paula, cosa que no pudo llevar a cabo, pero que en su pequeña clase de pequeñuelos, desde muy chicos les enseñaba los ritos litúrgicos para que los comprendiesen y pudiesen participar.
Los ornamentos litúrgicos eran bellísimos, de la mejor calidad tanto en la tela como en el corte, regalados por el sr. Humet, dueño de la única fábrica textil del barrio. Ya en los años 70, un sacerdote que llegó a la parroquia cuyo nombre prefiero omitir, hizo una pira quemando todos aquellos ornamentos. También se mofaba de la sra. Puigmal, que acabó sus días limpiando semanalmente los cálices y demás utensilios litúrgicos parroquiales. Este sacerdote la llamaba “Madame Llautons” (Madame Latones).
Este sacerdote no era más que un peón del temible ejército de sacerdotes demoledores de la liturgia (reformadores se creían ellos) que estaba saliendo de los seminarios. Sacerdotes obsesionados por hacer liturgia para el pueblo (que es lo que finalmente más distingue a la nueva misa que entre todos pergeñaron). Y lo primero que tenían que arrumbar era el latín, y tras él los ornamentos y la misma liturgia, hasta llegar a lo que hoy tenemos. El ejemplo de mi parroquia de niño, con una liturgia tan esplendorosa, es un buen paradigma de lo que fue y de lo que es.
Pero dejemos esos tristes recuerdos de lado. En el fondo son muchos y variados los motivos que han provocado una auténtica crisis litúrgica en la Iglesia, desde la promulgación de la Constitución Apostólica Missale Romanum por Pablo VI aquel 3 de abril de 1969, hace ya cincuenta años. No voy a detallarlos ni pormenorizarlos en este breve artículo. Únicamente deseo subrayar que no fue sólo aquella generación de sacerdotes de los 70 los que depreciaron la liturgia tratándola con superficialidad, faltos de rigor y formación. Aún pervive en bastantes sacerdotes una retahíla de ideas preconcebidas y de juicios temerarios y banales, casi formando una auténtica leyenda negra, sobre la forma extraordinaria del rito romano (misa tradicional edición en vigor: 1962). Algunos tienen cargo de formadores de los futuros sacerdotes. Y continúan imbuyéndoles ideas falsas sobre la Santa Misa. Son los herederos e inmediatos sucesores de aquella primera generación posconciliar. Fueron formados ideológicamente en tales prejuicios y los siguen transmitiendo acríticamente, faltos también ellos de rigor y muchas veces de honestidad intelectual. Los seminaristas del siglo XXI no se lo merecen, no pueden ser también ellos víctimas de tales desafueros. La recriminación en un futuro muy próximo que no se hará esperar, les reprochará su actitud.
Deseo concluir con una cita de José María Villero, entre otras muchas cosas, fundador junto a otros, de la web Acción Litúrgica considerada la web de asuntos litúrgicos más importante de habla hispana:
“Lo que defendemos es esa liturgia tradicional, la riqueza de la que habla Benedicto XVI en Summorum Pontificum, en la que puede establecerse una sinergia mutua entre el misal de Juan XXIII y el de Pablo VI. Y defendemos también la misa Vetus Ordo porque va más allá, mantiene una doctrina mucho más rica que la Novus Ordo, en la que se han perdido muchos signos. El Vetus Ordo, el misal romano de Juan XXIII, le da un carácter sacrificial fundamental a la misa, que es el que tiene en la renovación incruenta de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor. El Novus Ordo no lo tiene tan claro, y parece que hay gente que sigue empeñada en que lo nuevo es lo bueno y lo antiguo es lo malo y hay que deshacerse de lo antiguo”.Me adhiero totalmente a esta idea, corroborando a ciencia cierta y por propio testimonio, la existencia de ese complot concitado entre la ignorancia y la maldad de muchos que ejerciendo puestos de responsabilidad se valen de su cargo para malear a aquellos que serán los sacerdotes del futuro. En el fondo, siguen la conducta de la zorra: “Están verdes”. Como el vetus ordo está tan absolutamente fuera de su alcance, prefieren desacreditarlo. Suerte que la mayoría están ya vacunados contra esas epidemias. Me encargué de ello hace tiempo. Un día se recogerá la cosecha. Entonces, siento decirlo, vendrán los temblores y los desmayos. No lo vieron venir. ¡Pobreciños!
Mn. Francesc M. Espinar Comas
Párroco del Fondo de Santa Coloma de Gramenet
Germinans Germinabit
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