martes, 19 de mayo de 2020

SINE DOMINICO NON POSSUMUS

El 12 de febrero de 304 un grupo de fieles cristianos de Abitina, en el actual territorio de Túnez, se reunió secretamente con el presbítero Saturnino para la celebración de los Misterios, es decir, de la misa. El procónsul de la zona había exigido a todos los cristianos entregar los Libros Sagrados y las Escrituras para ser quemados y había prohibido la celebración del culto, a raíz de los edictos de Diocleciano. El obispo Fundano y varios de sus sacerdotes se apresuraron a obedecer la orden y ellos mismos arrojaron a la hoguera los libros. Otros, en cambio, como Saturnino, padre de cuatro hijos, siguieron celebrando el Santo Sacrificio en casa particulares para grupos reducidos de fieles. En una de esas ocasiones fueron denunciados, detenidos y conducidos para ser juzgados en Cartago. El autor de las Actas de los mártires nombró a cada uno de ellos: eran cuarenta y cuatro; varones y mujeres; adultos, jóvenes y niños.

La acusación ante los magistrados era que 
los habían sorprendido celebrando, contra la prohibición de los emperadores y césares, una reunión de culto con los correspondientes misterios”

Cuando el juez les preguntaba, invariablemente respondían como lo hizo la joven Victoria: 

- “Sí, yo he asistido a la reunión y he celebrado los misterios del Señor, porque soy cristiana”. 

Cuando le preguntaron al presbítero Saturnino por qué había celebrado la misa, respondió: 

- “Porque la celebración del día del Señor no puede interrumpirse”

Emérito, que era el dueño de la casa donde habían sido encontrados los cristianos, fue interrogado a su vez:

¿En tu casa —díjole el procónsul— se han tenido reuniones de culto contra los preceptos de los emperadores?

Emérito, inundado del Espíritu Santo, respondió:

Sí, en mi casa hemos celebrado los misterios del Señor.

¿Por qué les permitiste entrar?

Porque son mis hermanos y no podía impedírselo.

Pues tu deber era impedirlo.

No me era posible, pues nosotros no podemos vivir sin celebrar el día domingo el misterio del Señor. Sine Dominico non possumus

Estos hermanos nuestros, que nos precedieron en la fe y nos edifican con sus testimonio, fueron sometidos al potro, descoyuntados sus miembros y rasgados sus cuerpos con el garfio. Luego, los arrojaron a la cárcel donde fueron abandonados y murieron a causa de sus heridas y de hambre.
Recomiendo la lectura completa del relato. Pueden encontrarlo en las Actas de los mártires, edición de Daniel Ruíz Bueno (BAC, Madrid, 2003), pp. 970-994.


Reflexiones posteriores:

1. Encontramos en el testimonio de los mártires de Abitina varios aspectos similares a la situación actual, pero otros distintos, por lo que su ejemplo no pueden ser trasladado sin más. Entonces, los oficios litúrgicos habían sido prohibidos por odio a la fe, y esto dicho de modo expreso: el cristianismo estaba fuera de la ley. Hoy, en cambio, las razones de la prohibición son sanitarias, y aunque muchos gobernantes estuvieran aprovechando las circunstancias para desfogar su odio a la fe, es algo que podemos sospechar pero no afirmar con certeza. 

En cuanto a los obispos y otros miembros del clero, si bien en la actualidad se han comportado con cobardía, no podemos calificarlos de traditores, como fue el caso de Fundano. No han hecho —aún— actos de desprecio público de nuestras verdades; sólo han cerrado los templos.

Finalmente, el peligro que afrontamos nosotros si nos reunimos clandestinamente en la “celebración de los Misterios”, será tener que pagar alguna multa y un mal trago. Lejos estamos de ser sometidos al potro y a los garfios como ocurrió con los mártires africanos.

2. En dos artículos anteriores (aquí y aquí) hablé de sendas pestes de Milán ocurridas en los siglos XVI y XVII. También en esos casos históricos encontrábamos situaciones similares con la nuestra, pero las analogías no son fáciles de hacer y, en cambio, es fácil caer en confusiones. 

Allí se dio también la suspensión del culto público por varios meses. Pero aparece una diferencia notable. En esos casos, el culto público se suspendió en las iglesias de la ciudad de Milán y de pueblos del ducado, probablemente también en el bergamasco y ciertamente no se suspendió en el Véneto. Es decir, fue en una zona extensa pero focalizada. En el caso actual, la suspensión del culto público se extiende por todo el orbe. Ni la iglesia católica romana ni la iglesia ortodoxa -las dos únicas que ofrecen el culto verdadero- celebraron durante varias semanas públicamente los Misterios. Y esto fue ciertamente una situación nueva para la humanidad.

3. Aparece como necesaria una distinción entre admitir conspiraciones y la conspiranoia. Que detrás de muchos eventos históricos hubo conspiraciones, es claro. Y sería ingenuo no admitir que la pandemia del Covid19 está siendo la oportunidad de hacer experimentos de ingeniería social a nivel planetario, de cercenar libertades, de imponer tácticas de seguimiento, de estudiar las conductas del miedo colectivo, etc. 


Georges Soros existe, y sabemos muy bien cuáles son las iniciativas que financia, y también existe Bill Gates, que no es precisamente un ingenuo y desinteresado benefactor de la humanidad. Pero una cosa es admitir esto y sospechar que estos personajes y otros similares pueden aprovecharse de la epidemia para acelerar el cumplimiento de sus objetivos, y otra es afirmar que Bill Gates “patentó” (?) el COVID19 en Londres y que, además, tiene cientos de niños encerrados en una caverna subterránea, unida por túneles a la Fundación Clinton, donde son abusados por el mismo Bill y otros villanos. Esto fue publicado por una médica que es autoridad admitida en materia de Nuevo Orden Mundial. Y es un disparate; una conspiranoia peor que la de los milaneses del siglo XVII que insistían en que la peste era obra de los enemigos del ducado de Milán que “untaban” casas y personas con pociones venenosas.

4. En cuanto a la conducta de los obispos y miembros del clero, fue similar, en principio, a la de sus colegas —uno de ellos San Carlos Borromeo—, de las pestes milanesas. Sin embargo, hay una diferencia que cambia su especificidad. En nuestro caso —y me refiero concretamente a Argentina—, los obispos se sometieron servilmente al poder político, sin ofrecer la menor resistencia o ejercer la menor presión para que la situación cambiara. Es cierto que las celebraciones normales de la misa serían ocasión de contagio y es por esa razón que se suspenden pero, a diferencia de lo ocurrido en Lombardía en el siglo XVI, hoy sabemos exactamente cuáles son los mecanismos del contagio y cuál es la fisiología del cuerpo humano en tales casos. Si podíamos ir al supermercado y a la farmacia, ¿por qué no podíamos ir a misa? Es cuestión de establecer un aforo limitado y observar las mismas medidas que se observar en esos locales. 

A partir de la semana pasada, en varias parte del país están abiertos los negocios, y también abren las iglesias algunas horas al día para la oración privada y suelen haber sacerdotes confesando, pero las celebraciones del culto, nadie sabe cuándo volverán. Y parece que a nuestros pastores poco les importa el tema. En la imagen de arriba vemos el aviso fijado en la entrada de la iglesia del Corazón de María en Mendoza

El párroco nos advierte que las celebraciones volverán cuando las autoridades determinen que ya no hay riesgo de contagio y, además, nos aconseja “hacernos pan”. Pues bien, las más altas autoridades del país ya determinaron cuando podrán volver las misas: “Hasta que no haya una situación de riesgo cero en los contagios de coronavirus no vamos a habilitar a los templos para realizar misas”, dijo el Secretario de Culto. Es decir, dentro de uno o dos años. Y mansitos y casi moviendo la cola, los obispos aceptan que sea el Estado quien determina la habilitación de los templos.

Esta semana entra en vigor el protocolo sanitario que deberá observarse en los templos abierto exclusivamente para la oración personal. Se permite un fiel por banco y se establece que puede estar allí solamente para hacer oración privada. 

¿Qué impediría que se celebrara la misa con esa cantidad limitada de fieles? Nadie lo sabe; irracionalidad pura. Y lo que más enerva es que los obispos, modositos ellos como siempre, acepten sin chistar estas disposiciones. No sería nada extraño que al paso que vamos fuera el Ministerio de Salud quien fijara el nuevo ritus servandus para la celebración de la Santa Misa, como ya casi está sucediendo en España, a tenor de lo que podemos ver en este video. (Sería una buena idea sugerirle a los políticos que un modo de minimizar los contagios sería que el sacerdote rezará la misa ad orientem, pues de ese modo se evita que las famosas partículas flotantes de saliva infectada pueda dañar a los fieles).

Esta actitud de sometimiento total e indiscutido de los prelados resulta aún más indignante cuando lo hacen antes autoridades que están dispuestas a aprobar la ley del aborto cuando apenas el Congreso comience a sesionar con normalidad. Nos piden a los católicos argentinos que obedezcamos a nuestras autoridades que lo único que quieren —dicen—, es cuidarnos. Justamente las mismas autoridades que se aprestan a autorizar el asesinato legal de los niños en el vientre de sus madres. 

Y, claro, también nos piden que “nos hagamos pan” y que ayudemos con los gastos de las parroquias.


Wanderer


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