Desde fines del siglo XX los beneficios psicoemocionales que promete la llamada Meditación de Conciencia Plena han capturado con su propuesta incluso a no pocos cristianos en todo el mundo. Esta práctica de raíces budistas comenzó a expandirse en occidente gracias a los cultores de la New Age y hoy recobra bríos como parte de las técnicas del mindfulness.
Para conocer que tan neutral o beneficiosa es para el alma esta meditación el religioso carmelita y editor de la revista Carmel, hermano Baptiste de l’Assomption, comenta 7 afirmaciones habituales de los cultores de esta meditación de conciencia plena.
Afirmación 1: El objetivo de la meditación de conciencia plena es el mismo que el de la oración: vivir plenamente el momento presente, acoger lo que se es, desprenderse de todo, no dejarse abrumar por las emociones, encontrar la paz…
Hermano Baptiste: La oración no es principalmente una gimnasia del alma o una higiene psíquica. Es una relación con Dios, la criatura que se vuelve a su Creador para rendirle culto, reconocerlo como su Dios, adorarlo, alabarlo, rogarle, pedirle perdón. No rezamos en primer lugar por nosotros mismos, para hacernos el bien, sino para responder al impulso religioso que está en el fondo de nuestro ser. ¡Nos dirigimos a alguien y no creo que ese sea el caso en el budismo! Hay más: la gran novedad del cristianismo es que en Jesús se ha abierto una puerta: podemos hablar con Dios como un hijo lo hace con su Padre.
Afirmación 2: Cuando medito, me convierto realmente en mí mismo. A través de la meditación, he descubierto que no hay yo, el mundo y otros separados: soy uno con los demás.
Hermano Baptiste: ¿Pero acaso no vas justo en la dirección opuesta a lo que estás buscando? Si, mientras meditas, descubres que no hay separación entre tú y los demás, me temo que tu “personalidad” se disolverá eventualmente y te encerrarás en tu burbuja virtual. Si todos fuéramos una sola cosa indistinta, ¿cómo podríamos amarnos por lo que realmente somos: seres únicos e irremplazables?
Afirmación 3: Con la meditación, descubrí el silencio: ese vacío interior absoluto que te purifica de todo... Esto es lo que hacen los monjes budistas y cristianos.
HB: No, no. El monje cristiano no busca el vacío dentro de sí mismo. Escucha la Palabra de Dios. ¡Lee la Biblia! Tradicionalmente, la primera etapa de la oración del monje es la “lectio divina”, la lectura de la Palabra. Luego, “rumia” esta palabra que Dios le dirige (esto es lo que la tradición cristiana llama propiamente meditación). Y cuando su corazón está lleno de ella, imbuido de ella, su oración está formada por los pensamientos y sentimientos de Jesús. En ese momento puede nacer en él una oración silenciosa, que se llama contemplación. Es un silencio lleno de amor, lleno de la presencia de Aquel a quien amamos. Como ves, el viaje es completamente diferente a vaciar los pensamientos de toda representación y emoción.
Afirmación 4: La meditación se practica muy a menudo de manera secular. Es sólo una técnica terapéutica.
HB: La meditación es ciertamente una cosa buena en sí misma. Hace mucho se conoce la meditación filosófica de antiguas sabidurías como la de los estoicos. Aprender a concentrarse, a calmar las emociones, a retomar el contacto con la realidad, con las sensaciones, todo esto es bueno. Lo encontramos, por ejemplo, en el método Vittoz. Lo que me entristece es cuando estos ejercicios de “meditación” reemplazan a la oración. ¡Usted se mueve sutilmente del diálogo al monólogo! ¿Una técnica terapéutica para tratar la psique? Ya veremos. En cualquier caso, la terapia es sólo temporal... Y, por piedad, no olvides que tienes un alma espiritual que está hecha para amar a Dios. Rezar es la actividad más elevada del hombre, y no se reza cuando se medita de forma secular.
Afirmación 5: La meditación también puede ser vivida de manera espiritual. El meditador se conecta con Dios que está en todas partes, ya que Él es la Gran Energía Divina y Cósmica.
HB: Dios está presente y activo en todas partes, pero no es el mundo o algo del mundo. Él es trascendente, el Dios Altísimo, no una fuerza anónima, sino Alguien. Este Dios escondido, que se puede vislumbrar en la creación pero que nadie ha visto nunca (Jn 1:18), se reveló progresivamente a través de los profetas del Antiguo Testamento, y finalmente en Jesús, su único Hijo que se convirtió en uno de nosotros. Santa Teresa de Ávila vivió un momento clave en su vida espiritual: fue tentada a distanciarse de la humanidad de Cristo, porque le decían que esto era un obstáculo para ir a Dios, que es inmaterial. Y llegó a reconocer que esto era un error fatal. No podemos ir al Padre sin pasar por Jesús, el único mediador. Cuando rezamos, tocamos a Dios porque Jesús reza en nosotros. No creo que ninguna técnica pueda ser neutral. Toda la oración cristiana se basa en el Padrenuestro; para aprender a orar, aprendemos el Padrenuestro; así ha sido en la Iglesia desde los Apóstoles. La oración no se basa en una técnica, sino en un acto de fe que se recibe de la tradición en la Iglesia.
Afirmación 6: La “conciencia plena” es el gran abandono, el desapego. Creo que este es el equilibrio de lo que usted llama abandono en el cristianismo.
HB: ¡Eso es genial! ¿Se trata entonces de rendirse a esta gran corriente de energía cósmica que fluye a través de nosotros y todo irá bien?: ¡estaremos cada vez más vivos y felices! Perdóname, te estoy tomando el pelo. El cristiano es alguien que despliega su inteligencia y voluntad, su sensibilidad, trabaja para ser cada vez más humano. En este camino, se hace más y más consciente de la herida del pecado y de la necesidad de ser salvado. A través de la oración y los sacramentos, se pone en marcha con todo su ser para encontrar a Jesús su Salvador. Sólo Jesús puede devolverle su verdadera humanidad. Le grita, se deja tocar por Él, se deja habitar por su gracia que lo cura. Es allí, y sólo allí, donde se entrega. El cristiano no se abandona a sí mismo cuando uno salta al vacío esperando que una mano amiga lo atrape (lo que sería tentar a Dios). Tampoco se abandona a la corriente de vida que adivina en su corazón (lo que podría ser un buen ejercicio). Se abandona a la gracia de Cristo que es una corriente misteriosa, generalmente bastante contraria a sus gustos e inclinaciones inmediatas. Es el fruto de una constante aplicación de la voluntad, un trabajo virtuoso a largo plazo, para llegar a ese punto en el que la voluntad pueda entregarse totalmente a su Dios.
Afirmación 7: En el mundo que vivimos, la meditación hace realmente bien: ya no sentimos estrés, angustia, sufrimiento...
HB: Así que ahora estamos llegando a nuevas alturas: ¡me hablas de la alegría que vas a encontrar al ponerte en un estado de muerte cerebral! Por supuesto, tu vida es estresante, y tienes que tratar de regular mejor estos efectos. ¡Pero nuestras emociones son buenas! Son mensajes del mundo para nosotros. Gracias a mis emociones, puedo empatizar con el sufrimiento de los demás, percibir la belleza, comulgar con la alegría, etc. Si entierro mis emociones o las miro como si fueran falsas, me aislaré del mundo exterior y de la posibilidad de entablar relaciones. Me sentiré mejor en el momento, pero cada vez más solo. Mi vida perderá cada vez más su significado y sabor. ¿Estaré en mi burbuja de felicidad como un bebé antes de nacer? No, el camino de la bienaventuranza cristiana consiste en abrirse al mundo y a los demás, hasta el punto de sufrir, hasta el punto de morir. Este es el camino de la cruz de Jesús. Si trato de sentirme bien, de sentirme cada vez mejor, de evitar todo sufrimiento, toda molestia, me encerraré en un universo cada vez más estrecho y narcisista. Me volveré insoportable sin siquiera darme cuenta: ya no escucharé a los demás a mi alrededor. No, la vida cristiana es entrar en una relación, con Dios y con los demás, para hacerles lugar en nuestras vidas y en nuestros corazones. Te lo ruego, no me malinterpretes, pero sin orar vas a construir tu desgracia.
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