Por Benjamin G. Rosado
Greta Thunberg ha cruzado el Atlántico a bordo del velero Malizia II para participar en una cumbre de la ONU sobre el cambio climático. La travesía desde el puerto británico de Plymouth hasta el muelle North Cove Marina de Nueva York ha durado 14 días y no ha dejado rastro de carbono. Pero tampoco ha podido borrar la «pista del dinero» que, de acuerdo con el viejo aforismo policial, podría conectar su campaña medioambiental con un complejo entramado de multinacionales ecológicas liderado por el magnate sueco Ingmar Rentzhog. Muchos se preguntan ahora si la joven activista ha sido utilizada como marioneta por los lobbies y empresas que financian su rebelión contra el cambio climático.
Todo comenzó el 20 de agosto del año pasado. Ese día, con 15 años, Greta decidió no ir al colegio y se plantó frente al Parlamento de Estocolmo con una pancarta que decía «Skolsrtrejk for Klimatet» (huelga escolar por el clima).
Tras las elecciones generales de su país, la joven siguió manifestándose una vez a la semana para que los políticos redujeran las emisiones de carbono según lo establecido en el Acuerdo de París. Pero ya no estaba sola: miles de niños en todo el mundo se sumaron a las protestas del movimiento Fridays For Future. Las imágenes de las huelgas estudiantiles conmocionaron a la opinión pública y la cara de enfado de Greta se convirtió en un fenómeno viral.
Su hazaña copó las portadas de los periódicos. Se publicaron reportajes, entrevistas y también panegíricos que pedían su candidatura al Nobel de la Paz. Nadie imaginaba que la «protesta espontánea» de Thunberg había sido coordinada con suficiente antelación por el magnate Rentzhog y por Bo Thoren, otro activista climático y líder de un movimiento contra los combustibles fósiles. Así lo confirma el periodista Justin Rowlatt en un extenso reportaje que publica The Times. Según el también corresponsal en asuntos climáticos de la BBC, Thoren llevaba tiempo buscando “caras frescas” para sus campañas ecológicas y se le ocurrió la idea de una huelga escolar inspirada en las manifestaciones juveniles tras el tiroteo de Parkland, en Florida.
LA MENTIRA DEL MAGNATE
Rentzhog se encargaría de poner en marcha el plan a través de la plataforma We Don't Have Time. Conocía bien el terreno (había dedicado años de servicio al Climate Reality Project de Al Gore) y se desenvolvía con soltura en el ruedo mediático. Pero cometió un error al confesar al periódico Dagens 'Nyheter que su primer encuentro con Greta fue casual. Como él mismo terminaría reconociendo a The Times, una semana antes de la primera huelga había recibido un correo de Thoren poniéndole al corriente de la situación. De hecho, Rentzhog había conocido a Malena Ernman, la madre de Greta, «unos tres o cuatro meses antes» en una conferencia contra el cambio climático celebrada en Estocolmo.
Malena Ernman se ganaba la vida como cantante de ópera (en 2013 fue agasajada con aplausos tras su debut en el Liceo de Barcelona) y llegó a representar a Suecia en el Festival de Eurovisión. Pero renunció a su carrera para seguir los pasos de su hija, que fue diagnosticada con Asperger, «lo que lejos de suponer una limitación le permite ver las cosas desde otra perspectiva», según la progenitora. De la noche a la mañana, Ernman se hizo vegana y dejó de viajar en avión. «Desde que Greta comenzó las huelgas escolares muchas cosas han cambiado en mi vida», escribe la madre en el prólogo del libro Scenes From the Heart, que se publicará pronto en España. «Proteger el planeta nos ha ayudado a salvar nuestra familia».
Más que explicar las razones que llevaron a Greta a tomar partido en el movimiento ecologista, hay quien piensa que el libro delata los intereses corporativos que se esconden tras el fenómeno Greta. «Sea o no consciente de ello, esta niña es la punta de lanza de una estrategia de presión que busca generar unos réditos empresariales concretos», afirma el diario británico. Sólo una semana después de que la joven activista empuñara su primera pancarta, el libro de su madre ya estaba a la venta. «El editor de la obra, Jonas Axelsson, reconoce que los periodistas le preguntaron de inmediato si la huelga era un acto publicitario del libro». Y añade el autor de la investigación que Rentzhog no es precisamente un activista de baja estofa.
Tras su paso por la organización de Al Gore, el magnate sueco trabajó para empresas energéticas del lobby ecologista con intereses en renovables y gestionó importantes fondos de inversión (a su paso por Laika Consulting y el gigante inmobiliario sueco Svenska Bostadsfonden) dentro de un movimiento global de retirada masiva de capitales de empresas de combustibles fósiles. En su cartera de clientes, encontramos también al multimillonario Gustav Stenbeck. Ahora Rentzhog está al frente del think tank Global Challenge (también conocido como Global Utmaning), que fundó la ex ministra socialdemócrata Kristina Persson tras heredar una fortuna y al que pertenecen importantes empresarios del país.
Tampoco el padre de Greta, Svante Thunberg, ha logrado escapar del foco de la sospecha. Este ex actor y productor se desempeñaba como mánager de su mujer hasta que su hija empezó a dar discursos por el mundo: desde la Conferencia de la ONU sobre el cambio climático hasta el Foro Económico Mundial. Ahora la acompaña a todas partes (incluida la travesía trasatlántica) y se encarga de gestionar su agenda. Aunque aparentemente ha tratado de mantener a su hija al margen de los grupos de poder, no siempre ha podido garantizar su independencia. «Parte del trabajo de Greta se está canalizando a través de Daniel Donner, que ejerce como jefe de prensa de la niña», revela The Times. «Donner trabaja en la oficina de un lobby con sede en Bruselas conocido como European Climate Foundation».
Las buenas intenciones que se le presumen a Greta no han logrado frenar la avalancha de críticas. Y mientras una multitud la recibía entre vítores en un pequeño puerto deportivo al sur de Manhattan, en las redes sociales se sucedían las protestas por haber utilizado un velero propiedad de Pierre Casiraghi, hijo de la princesa de Mónaco, cuya Casa Real no se caracteriza precisamente por su lucha contra el cambio climático. Han trascendido también otros nombres vinculados a las actividades de Greta a través de Global Challenge: David Olson (socio inseparable de Rentzhog), Anders Wijkman (ex presidente del Club de Roma), Petter Skogar (director de una de las principales organizaciones empresariales de Suecia) y Catharina Nystedt Ringborg (una alta ejecutiva del sector de la energía). Son los nombres que planean detrás de la otra cara de Greta, la niña verde.
El Mundo
Su hazaña copó las portadas de los periódicos. Se publicaron reportajes, entrevistas y también panegíricos que pedían su candidatura al Nobel de la Paz. Nadie imaginaba que la «protesta espontánea» de Thunberg había sido coordinada con suficiente antelación por el magnate Rentzhog y por Bo Thoren, otro activista climático y líder de un movimiento contra los combustibles fósiles. Así lo confirma el periodista Justin Rowlatt en un extenso reportaje que publica The Times. Según el también corresponsal en asuntos climáticos de la BBC, Thoren llevaba tiempo buscando “caras frescas” para sus campañas ecológicas y se le ocurrió la idea de una huelga escolar inspirada en las manifestaciones juveniles tras el tiroteo de Parkland, en Florida.
LA MENTIRA DEL MAGNATE
Rentzhog se encargaría de poner en marcha el plan a través de la plataforma We Don't Have Time. Conocía bien el terreno (había dedicado años de servicio al Climate Reality Project de Al Gore) y se desenvolvía con soltura en el ruedo mediático. Pero cometió un error al confesar al periódico Dagens 'Nyheter que su primer encuentro con Greta fue casual. Como él mismo terminaría reconociendo a The Times, una semana antes de la primera huelga había recibido un correo de Thoren poniéndole al corriente de la situación. De hecho, Rentzhog había conocido a Malena Ernman, la madre de Greta, «unos tres o cuatro meses antes» en una conferencia contra el cambio climático celebrada en Estocolmo.
Malena Ernman se ganaba la vida como cantante de ópera (en 2013 fue agasajada con aplausos tras su debut en el Liceo de Barcelona) y llegó a representar a Suecia en el Festival de Eurovisión. Pero renunció a su carrera para seguir los pasos de su hija, que fue diagnosticada con Asperger, «lo que lejos de suponer una limitación le permite ver las cosas desde otra perspectiva», según la progenitora. De la noche a la mañana, Ernman se hizo vegana y dejó de viajar en avión. «Desde que Greta comenzó las huelgas escolares muchas cosas han cambiado en mi vida», escribe la madre en el prólogo del libro Scenes From the Heart, que se publicará pronto en España. «Proteger el planeta nos ha ayudado a salvar nuestra familia».
Más que explicar las razones que llevaron a Greta a tomar partido en el movimiento ecologista, hay quien piensa que el libro delata los intereses corporativos que se esconden tras el fenómeno Greta. «Sea o no consciente de ello, esta niña es la punta de lanza de una estrategia de presión que busca generar unos réditos empresariales concretos», afirma el diario británico. Sólo una semana después de que la joven activista empuñara su primera pancarta, el libro de su madre ya estaba a la venta. «El editor de la obra, Jonas Axelsson, reconoce que los periodistas le preguntaron de inmediato si la huelga era un acto publicitario del libro». Y añade el autor de la investigación que Rentzhog no es precisamente un activista de baja estofa.
Tras su paso por la organización de Al Gore, el magnate sueco trabajó para empresas energéticas del lobby ecologista con intereses en renovables y gestionó importantes fondos de inversión (a su paso por Laika Consulting y el gigante inmobiliario sueco Svenska Bostadsfonden) dentro de un movimiento global de retirada masiva de capitales de empresas de combustibles fósiles. En su cartera de clientes, encontramos también al multimillonario Gustav Stenbeck. Ahora Rentzhog está al frente del think tank Global Challenge (también conocido como Global Utmaning), que fundó la ex ministra socialdemócrata Kristina Persson tras heredar una fortuna y al que pertenecen importantes empresarios del país.
Tampoco el padre de Greta, Svante Thunberg, ha logrado escapar del foco de la sospecha. Este ex actor y productor se desempeñaba como mánager de su mujer hasta que su hija empezó a dar discursos por el mundo: desde la Conferencia de la ONU sobre el cambio climático hasta el Foro Económico Mundial. Ahora la acompaña a todas partes (incluida la travesía trasatlántica) y se encarga de gestionar su agenda. Aunque aparentemente ha tratado de mantener a su hija al margen de los grupos de poder, no siempre ha podido garantizar su independencia. «Parte del trabajo de Greta se está canalizando a través de Daniel Donner, que ejerce como jefe de prensa de la niña», revela The Times. «Donner trabaja en la oficina de un lobby con sede en Bruselas conocido como European Climate Foundation».
Las buenas intenciones que se le presumen a Greta no han logrado frenar la avalancha de críticas. Y mientras una multitud la recibía entre vítores en un pequeño puerto deportivo al sur de Manhattan, en las redes sociales se sucedían las protestas por haber utilizado un velero propiedad de Pierre Casiraghi, hijo de la princesa de Mónaco, cuya Casa Real no se caracteriza precisamente por su lucha contra el cambio climático. Han trascendido también otros nombres vinculados a las actividades de Greta a través de Global Challenge: David Olson (socio inseparable de Rentzhog), Anders Wijkman (ex presidente del Club de Roma), Petter Skogar (director de una de las principales organizaciones empresariales de Suecia) y Catharina Nystedt Ringborg (una alta ejecutiva del sector de la energía). Son los nombres que planean detrás de la otra cara de Greta, la niña verde.
El Mundo
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